EL ESCUDO DEL VATICANO REPRESENTA EL PODER PAPAL DE LAS LLAVES DADO SUPUESTAMENTE A PEDRO: LO QUE ATES EN LA TIERRA, SERÁ ATADO EN EL CIELO Y LO QUE DESATES EN LA TIERRA, SERÁ DESATADO EN EL CIELO
Quisiera retomar el tema de la infalibilidad, tocado levemente por Walter en el comentario número 17 de la entrada titulada “El Día en que Alzamos la Voz”.
A un buen número de creyentes, dentro y fuera de la iglesia, le he oído opinar sobre el significado de la palabra infalible cuando se aplica a una persona y casi todos han tenido este criterio: “El que no se equivoca”. Sin embargo, el significado y la aplicación de esta palabra es más divina que humana. Según la explica el Diccionario de la Real Academia Española el infalible es aquel “que no puede fallar o equivocarse”. El infalible no es simplemente quien no se equivoca, sino quien, por su propia naturaleza, no puede equivocarse
Ahora bien, con ese atributo los cristianos reconocemos sólo a UNO: a DIOS. Porque únicamente este SER posee atributos absolutos. Los demás seres racionales (ángeles u hombres) somos limitados y finitos en el tiempo y en el espacio, y por lo tanto sujetos a la contingencia y de ahí al error, a la equivocación. Entonces, cuando una persona o una institución intentan poseer tal atributo divino, aun cuando pretendan que se lo otorgó el mismo Dios, tal pretensión implica en sí misma una blasfemia. Es como si alguna persona o una institución proclamara que es Omnipotente, Omnipresente, Omnisciente, etc. Semejante error es diabólico y fue dosificado para el hombre en el Edén, cuando el diablo inyectó a Eva con su propio virus: “seréis como dioses”. En el Nuevo Testamento hay un ejemplo trágico de la ira de Dios contra un hombre porque recibió con agrado estos halagos de una multitud: ¡Este que habla no es un hombre, sino un dios! (Hch. 12.20-23 Versión Popular). Por algo Pablo y Bernabé rasgaron sus vestidos en Listra, como expresión simbólica de horror ante un sacrilegio (Hch. 14.13-15)
Ahora bien, no hay algo que se parezca más a este virus satánico (y creo que hasta por donde empieza la ambición de la infalibilidad), que la pretensión humana de hablar y ser obedecidos, como si fuera Dios mismo quien habla y reclama obediencia. Afirmamos que se parece a las ínfulas del virus de la infalibilidad porque el más simple razonamiento así lo indica. Veamos este razonamiento: Si un hombre o una institución proclaman que cuando ellos hablan u ordenan algo es como si Dios mismo lo hablara o lo ordenara, ¿pueden admitir que se equivocaron en algo? No pueden admitirlo, porque si lo admiten, entonces tienen que admitir que Dios se equivocó cuando habló por medio de ellos, y eso no puede ser porque Dios no se equivoca. Esta es la trampa lógicamente diabólica en la cual se enreda sin darse cuenta quien pretende hablar en nombre de Dios: no puede admitir equivocación en lo que dice o hace, o sea, se convierte en infalible como Dios. Y como ya dijimos esto es un engaño satánico.
Esta diabólica pretensión existe en el catolicismo romano como dogma, como doctrina instituida oficialmente. La doctrina católica le da autoridad infalible a tres entidades humanas y dice que ellas hablan en nombre de Dios y deben ser obedecidas como si fuera Dios mismo el que habla. Las entidades son: La iglesia, los concilios ecuménicos (universales) y el papa.
Creo que es oportuno citar algunos párrafos de textos oficiales de la Iglesia Romana donde lo antes expresado puede ser corroborado. Aparecerán con letras mayúsculas las frases o párrafos donde la doctrina católica exige a las personas individualmente la absoluta renuncia a las convicciones de su conciencia, para que el individuo se someta (sin discusión ni análisis) a la autoridad eclesiástica infalible de la iglesia.
La Enciclopedia Católica Digital define así la infalibilidad eclesiástica: “En sentido general, significa exención o inmunidad del peligro de error o falla. En sentido particular, según el uso teológico, indica la prerrogativa sobrenatural por la que la Iglesia de Cristo, gracias a la asistencia divina, está libre de la posibilidad de error en sus definiciones dogmáticas referentes a la fe y a la moral. Él (Cristo) deseó que su Iglesia fuera una, con una unidad corporativa visible de fe, gobierno y culto. Que para garantizar esta triple unidad, Él otorgó a sus apóstoles y a sus legítimos sucesores en la jerarquía -y exclusivamente a ellos- la plenitud de magisterio, gobierno y facultades litúrgicas que Él quiso que su Iglesia poseyera. [...] la autoridad doctrinal en la Iglesia no es realmente efectiva para garantizar la unidad deseada por Cristo, a menos que recurramos a la infalibilidad. Si la docilidad a la autoridad divina exigida por la verdadera fe significa alguna cosa, ello es que UNO DEBE ESCUCHAR A QUIENES DIOS HA EXPRESAMENTE ENCOMENDADO QUE ENSEÑEN EN SU NOMBRE, Y NO A LA PROPIA VOZ DE LOS JUICIOS INDIVIDUALES RESPECTO A QUÉ SEA LA VERDADERA ENSEÑANZA DE DIOS. Si alguien cree en la revelación (la Biblia) es porque cree en la autoridad de Dios, seguramente infalible. Además, no hay diferencia entre infalibilidad divina y eclesiástica”.
En la Iglesia Católica se le da el nombre de “Magisterio Vivo de la Iglesia”, a los obispos que están en comunión con el papa. Veamos cómo algunos catecismos declaran infalible también al Magisterio Vivo de la Iglesia. Los catecismos están numerados en los libros de texto y en las ediciones digitales, por eso aparecen las citas con un número delante:
85 El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio Vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo, es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma.
889 Para mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles, Cristo, que es la Verdad, quiso conferir a su Iglesia una participación en su propia infalibilidad. Por medio del “sentido sobrenatural de la fe”, el Pueblo de Dios “se une indefectiblemente a la fe”, bajo la guía del Magisterio Vivo de la Iglesia.
890 La misión del Magisterio está ligada al carácter definitivo de la Alianza instaurada por Dios en Cristo con su Pueblo; debe protegerlo de las desviaciones y de los fallos, y garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica. El oficio pastoral del Magisterio está dirigido, así, a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera. Para cumplir este servicio, Cristo ha dotado a los pastores con el carisma de infalibilidad en materia de fe y de costumbres.
2034 El Romano Pontífice y los obispos como maestros auténticos por estar dotados de la autoridad de Cristo… predican al pueblo que tienen confiado la fe que hay que creer y que hay que llevar a la práctica. El magisterio ordinario y universal del Papa y de los obispos en comunión con él enseña a los fieles la verdad que han de creer, la caridad que han de practicar, la bienaventuranza que han de esperar.
2035 El grado supremo de la participación en la autoridad de Cristo está asegurado por el carisma de la infalibilidad. Esta se extiende a todo el depósito de la revelación divina; se extiende también a todos los elementos de doctrina, comprendida la moral, sin los cuales las verdades salvíficas de la fe no pueden ser salvaguardadas, expuestas u observadas.
2039 Los ministerios deben ejercerse en un espíritu de servicio fraternal y de entrega a la Iglesia en nombre del Señor. Al mismo tiempo, LA CONCIENCIA DE CADA CUAL EN SU JUICIO MORAL SOBRE SUS ACTOS PERSONALES, DEBE EVITAR ENCERRARSE EN UNA CONSIDERACIÓN INDIVIDUAL. Con mayor empeño debe abrirse a la consideración del bien de todos según se expresa en la ley moral, natural y revelada, y consiguientemente en la ley de la Iglesia y en la enseñanza autorizada del Magisterio sobre las cuestiones morales. NO SE HA DE OPONER LA CONCIENCIA PERSONAL Y LA RAZÓN, A LA LEY MORAL O AL MAGISTERIO DE LA IGLESIA.
La infalibilidad papal es una doctrina relativamente nueva en la historia de la Iglesia Católica, pues fue instituida por el Concilio Ecuménico Vaticano I (también infalible según los católicos) entre los años 1869 y 1870. No obstante, los papas siempre fueron tenidos, y ellos mismos creyeron ser los voceros y representantes de Dios en la tierra, aun cuando todavía el dogma de la infalibilidad papal no existía en la iglesia. Así encontramos que León VIII, quien fue papa entre los años 963 al 965, escribió lo siguiente: “La autoridad mayor en la Iglesia es el pontífice romano. La unidad de las mentes, por lo tanto, requiere completa sumisión y obediencia voluntaria a la Iglesia y al pontífice romano como si fuese Dios mismo”. Más tarde, entre los años 1227 al 1241 fue papa Gregorio IX y se pronunció de la siguiente manera: “Dios elige a aquellos que elige el pontífice romano, el cual ejerce las funciones no de un simple hombre, sino del Dios verdadero [...] y absuelve, no con autoridad humana, sino divina”.
No es necesario argumentar mucho para demostrar hasta qué punto son diabólicas y siniestras estas ideas de que el hombre puede creerse ser un vocero y representante de Dios en la tierra. La historia de esta terrible iglesia demuestra con hechos la realidad.
Sin embargo, esta iglesia no fue terrible en sus orígenes. La iglesia de Roma fue una iglesia fiel a la cual el apóstol Pablo escribió la primera epístola que aparece en el Nuevo Testamento y que también dio a miles de sus hijos al martirio durante las persecuciones de los césares. Pero sus líderes comenzaron a creerse ser los voceros y representantes de Dios para toda la cristiandad y el mundo. Fueron engrandeciéndose a sí mismos y arrebatándoles la autoridad que sólo es digna del Espíritu Santo y de la Sagrada Escritura como únicos e infalibles representantes de Dios en el mundo, hasta llegar a convertirse en jerarcas con autoridad divina absoluta. Y entonces, en nombre de esa supuesta autoridad divina han quemado seres humanos, han librado cruentas guerras, han instituido leyes contrarias y ofensiva a las leyes de Dios (como la observancia del domingo y la adoración de las imágenes) y han dicho toda suerte de mentiras y engaños. Y la lista que hacemos es extremadamente breve.
Cuando la Reforma Protestante se dio en el siglo XVI, entre muchos de sus objetivos estuvo uno principalmente: el de imponer a la Biblia como la única fuente infalible de revelación divina y someter a ella la autoridad de los papas, de los concilios y de la misma iglesia como institución oficial. A partir de entonces el cristianismo evangélico (protestante para los católicos) ha tenido como dogma de fe, que no hay hombre, concilio o iglesia en la tierra que pueda erigirse en voceros de Dios con el carisma de la infalibilidad. Todos los hombres y todas las instituciones pueden equivocarse y por lo tanto todos deben estar sujetos al juicio de las Sagradas Escrituras. En defensa de esa verdad se derramaron ríos de sangre y los huesos de muchos reformadores se convirtieron en ceniza y humo en las hogueras de la Inquisición, porque los hombres endiosados no podían permitir que se les arrebatara así como así su autoridad.
En nuestra iglesia, gracias a Dios, no existe una doctrina formal y oficial (como existe en la Iglesia Católica) que establezca las facultades de los líderes como autoridad divina indiscutible e infalible. Cuando hablo de doctrina formal y oficial me refiero a lo que está escrito en el Manual de la Iglesia como profesión de fe.
No obstante, generalmente se cree y se conserva como una tradición que la iglesia está dirigida por Dios y por lo tanto los apóstoles (y ahora también los obispos del Concilio Superior) dirigen a la iglesia por designio divino directo. Esta creencia puede verse reflejada de alguna manera en parte del lema del apóstol Ángel María Hernández del año 1956 donde dice: “Alcance la superación espiritual, viviendo, orando y esperando la orden divina, no directamente, sino a través de quien le dirige.” De aquí que algunos hermanos ya comiencen a defender el criterio de que cuanto digan los líderes está bien, porque ellos están dirigidos e iluminados por Dios, y lo que ellos digan es como si Dios mismo lo dijera; y que por lo tanto nadie tiene el derecho de someterlo a un análisis crítico y pasarlo por el filtro de las Sagradas Escrituras, para comprobar si está equivocado o no el asunto. Pero insisto, eso es más el resultado de una tradición que de un orden oficial establecido. A pesar de ello, semejante tradición no deja de ser altamente peligrosa, porque puede convertirse en principios o conceptos oficiales, y de ahí a instituirse como dogma de fe (semejante a la católica) no hay mucha distancia.
Me parece que a casi un siglo de su existencia, nuestra iglesia está arribando a un proceso histórico de definiciones. Hasta ahora me parece que hemos sufrido el proceso de la inestabilidad, porque hemos creído y practicado cosas que más tarde hemos dejado de creer o de practicar. Hemos estado sujetos más a las tradiciones y a las opiniones o los sistemas de los líderes del momento, que a una doctrina ampliamente escrita, bien definida y bien fundamentada. Prueba de eso es lo muy poco que hay escrito sobre nuestro dogma de fe y doctrina en el Manual de la Iglesia.
Sin embargo, nos parece que se está acercando el momento en que habrán de delinearse definiciones las cuales perdurarán en el tiempo. Cuán bueno y necesario sería que nuestros líderes tuvieran en cuenta este asunto que planteamos aquí y que fuera una de las primeras definiciones que se tuvieran. ¿Vamos a llegar a ser en el futuro una iglesia semejante a la católica, cuyo dogma de fe establece que los líderes (desde los fundadores hasta los actuales) han sido y son voceros de Dios a los cuales hay que someterse obligatoriamente porque es como si Dios mismo hubiera hablado o hablara por ellos, con el carisma de la absoluta ausencia de equivocación, de la infalibilidad? ¿O seguiremos siendo una iglesia evangélica, en la cual se cree que la Biblia es la única fuente autorizada de revelación divina y la única regla de fe infalible, y a la cual los líderes (desde los fundadores hasta los actuales) deben estar sujetos?
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Mayo 4th, 2009 at 7:12 pm
Los tiempos actuales representan el corte radical de la historia, por que la inutilidad de todas las doctrinas, de todas las ideas y el choque de sus fuerzas oscurece a tal grado nuestra vista, que parece imposible atisbar una posibilidad segura del futuro.
La ciencia a puesto su contribución en la tarea de la destrucccion humana, por que ha olvidado que ciencia sin conciencia no es mas que ruina del alma.
Las organizaciones religiosas del presente se basan, en la realidad de las masas y una idea ciega de progreso es el evangelio universal de las muchedumbres confusas, es una idea sin causas, es como una última esperanza detenida ante el abismo mientras las multitudes agonizan Y ES QUE CONVENCIERON A LOS ESPIRITUS DE QUE HABIA QUE OLVIDAR LO TERRENAL PERO, SE OLVIDARON DE CONVENCER A SUS ESTOMAGOS. YA QUE LA LIBERTAD DE EXPRESION ES MERA FANTASIA DONDE IMPERA LA IGNORANCIA, Y ES FALSO EL AMOR DONDE REYNA EL DESAMPARO Y EL HAMBRE.
La vida para muchos callados ha llegado a carecer de sentido y a ser el polo opuesto de la misma por que la fuerza ya no se mide por lo que crea sino por lo que destruye.Por éso nos dice un filósofo alemán que en este tiempo vivir es nacer y morir al mismo tiempo y la vida humana es como una melodia compuesta por multitud de notas que son al mismo tiempo resonancia y extinción, sonido y silencio. En este caso preguntamos azorados como el poeta: ¿DONDE ESTA EL MISIONERO AQUEL, QUE HACE HABLAR HASTA LAS PIEDRAS Y DA MUERTE A LA MUERTE DE LOS MUERTOS? ¿DÓNDE ESTÁ?…Lo vimos avanzar en los senderos que conducen a la cruz y ahora lo vemos pugnando por salir del monopolio que atravez de sistemas religiosos pretenden llevarlo a una nueva destrucción.
La tragedia del misionero actual tiene sus raices en la corrupción de las religiones y sobre todo en la confusión de los conceptos: Religion y Dios.
Mayo 6th, 2009 at 1:32 pm
Me alegra mucho que haya tanta división en la iglesia. Cada vez son más los que se atreven a compartir sus ideas y descontento con esta iglesia. Que feliz me hacen viendo como se confunden unos a otros con diversas ideas. Eso está muy bien, porque mientras ustedes están en esto…la iglesia se divide cada vez más y más…y eso a mí me conviene. Sigan hijos míos, continúen en esto para que así no sea yo el único que perezca en el abismo eterno!
Espero que esta vez mi amigo Walter permita que este comentario sea visible para todos…ya que según tengo entendido cualquiera puede opinar sus ideas…veamos si eso es realmente cierto!
Mayo 7th, 2009 at 1:18 pm
Hola Joaquín,
Tengo una pregunta que no tiene que ver con el tema. Perdona que la haga aquí, pero es que no encontré a donde hacerlo.
Quisiera saber que opinas sobre el beber vino o bebidas alcohólicas. Encontré este versículo en Prov. 23:31 que dice:
“No mires al vino cuando rojea, Cuando resplandece su color en el vaso: Entrase suavemente”……
He leído que esta frase de “rojea” significa “cuando se fermenta”..Queriendo decir que “ni siquiera mires al vino cuando se fermenta”
Yo se que la biblia tiene varias referencias que dice que en varias ocaciones se tomó vino…pero quiero saber si ese vino estaba fermentado o no, porque en realidad no he encontrado ninguna referencia que diga que el vino que se usó en esas ocaciones era fermentado…Gracias.
Mayo 7th, 2009 at 5:07 pm
Según he leído en un artículo en ingles que habla sobre el vino antiguo dice que: (tratare de traducir lo mejor que pueda)
“No todo el vino antiguo (o sea, en el tiempo de Cristo) era fermentado. El vino se guardaba en forma de gelatina después de haber sido hervido, para prevenir que se fermentara. Para poder tomarlo, se diluía en agua a 20:1.
Mayo 8th, 2009 at 11:43 pm
LUCIFER
Hermano piense antes de hablar da pena que una persona que se llame Cristiana sea capaz de hablar asi, me parece que estoy escuchando hablar al mismo enemigo o me parece que fue poseido por un demonio en ese momento. Tenga cuida hermano el enemigo toma ocasion de cualquier cosa.Espero que Dios no le tenga eso encuenta.Exprece sus puntos de vistas con Amor cristiano.Si escribieras con tu propio nombre estoy seguro que esa no seria la forma de manifestarte, seria diferente.Que Dios te Bendiga Mucho.Haziel