Hace unos días cierto hermano me habló de lo difícil que le resultaba comprender mi proposición acerca del paralelo que debía trazarse entre las prohibiciones bíblicas sobre el sábado, y la disciplina de la iglesia que prohíbe el uso del carro para ir al culto ese día. Traté de explicarle que uno de los significados de la palabra “paralelo” es el cotejo o comparación de una cosa con otra. A eso se le dice “establecer el paralelo”.
Aplicando el significado a nuestro caso, sería cotejar o comparar la época, las condiciones y los propósitos en los cuales y por los cuales se escribieron los mandamientos, con la era presente. Los mandamientos de Dios fueron dados en un tiempo muy distinto al nuestro y por lo tanto no existían las condiciones de hoy. Se requiere entonces explicarlos y aplicarlos a nuestro contexto.
Al escoger como ejemplo el cuarto mandamiento y las distintas prácticas que se implementaron en el desierto y después en la nación judía, obviamente tomamos en cuenta que no había automóviles en aquella época, por lo tanto, no podemos esperar que se trate sobre ellos en la Biblia. ¿Cómo resolver entonces ese asunto a la luz de la Sagrada Escritura y sus prohibiciones, con el tiempo moderno? Bueno, estableciendo el paralelo de aquella época a la nuestra de la siguiente manera:
Todos los mandamientos de Dios tienen dos propósitos esenciales: por una parte, señalar o dar a conocer de alguna manera, las faltas, los errores o los pecados de los hombres (Ro. 3.20; 7.7). Por otra parte, tienen el propósito de que el hombre entienda lo que realmente le conviene hacer para el bien de su propia vida y para tener una relación de paz con sus semejantes y con su Creador (Ro. 13.8-10). Por eso, en armonía con el primer propósito esencial, cada mandamiento es portador de un espíritu o un principio que señala el defecto humano, el cual va a ser el mismo en cualquier época y lugar, aunque se manifieste de distintas maneras, de acuerdo a las costumbres, las leyes, la idiosincrasia de los pueblos, etc. En armonía con el segundo propósito, el espíritu del mandamiento va a señalar la conveniencia de ciertas normas de conducta para el bien del hombre en su relación con Dios y sus semejantes; también en cualquier medio social o civilización determinada.
Entonces el paralelo se establece, no basado en la letra del mandamiento tanto como en el espíritu o el principio del mismo cuando señala, controla o condena los defectos humanos; o cuando indica cierta norma de conducta como conveniente para la vida misma y la relación con Dios.
Para explicar mejor el tema de cómo establecer el paralelo entre la época bíblica y la era moderna, que es el asunto base de esta reflexión (no el sábado y el carro, eso fue sólo un comentario introductorio), tomaré como ejemplo otras disciplinas de la iglesia, algunas de las cuales sí tienen un sólido fundamento bíblico y para las que podemos trazar un paralelo bien definido. Me refiero a las disciplinas sobre los cosméticos y las ropas femeninas.
En la iglesia se prohíbe a las mujeres el pintarse las uñas, los labios, los ojos, el pelo. Usar aretes, collares, cadenas o pulsos. Se les ordena un largo para la saya, una altura para el cuello y el largo de las mangas de la blusa. Llevar medias y zapatos cerrados al templo y cierta altura para el tacón del zapato. Se les prohíben los vestidos cortos, ajustados o de telas que marquen el cuerpo y las sayas con aberturas más arriba de las rodillas.
Es verdad que la Biblia no dice algo sobre el creyón de labios, la pintura de uñas, el tinte del cabello, las sayas cortas, la tela de acetato, los collares, los aretes, etc. Sin embargo Pablo escribe así: “Asimismo, que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia: no con peinado ostentoso, ni oro ni perlas ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que practican la piedad.” (2 Ti. 2.9,10). Pedro también trata el asunto: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”. (1 Pe. 3.3,4)
Si las mujeres se apegan nada más que a la letra de estos mandamientos apostólicos, podrían decir: Bueno, lo que Pablo y Pedro censuran como incorrectos son el peinado ostentoso, el uso del oro, de las perlas o los vestidos caros. ¿Por qué se ha de incluir el creyón de labios, la pintura de las uñas o de los ojos, el tinte del cabello y los adornos que no sean de oro o perlas? Lo que recomiendan como correcto es la ropa decorosa, el pudor y la modestia en el vestir. Pero no dicen nada sobre el cuello alto, las mangas debajo del codo, la saya a cierta medida del suelo hacia arriba o con aberturas, lo ajustado del vestido, las medias y los zapatos cerrados de tacón corto para ir al culto o las telas que podemos o no podemos usar.
Es ahí donde nos toca asumir el espíritu del mandamiento y los principios que él establece, más allá de la letra del mismo. Con esas recomendaciones los apóstoles están señalando y previniendo ciertos defectos que fueron, son y serán siempre los mismos en cualquier época y lugar: la vanidad y la codicia sexual.
Por eso no es de vital importancia que los cosméticos y los adornos modernos, cuando son el fruto de la vanidad femenina, no aparezcan en la Escritura. Ellos están señalados como incorrectos en una mujer que profese piedad, por cuanto el evangelio enaltece la sencillez y la modestia, y repudia lo vano, lo superfluo (y estamos tratando sobre la compostura externa de adornos y vestidos).
No es de mucha importancia que en la Biblia no se mencionen los largos de las sayas o las minifaldas, los escotes o el largo de las mangas de una blusa, vestidos apretados o la tela de acetato. Todas las formas de vestir que despierten la codicia sexual están juzgadas por el mandamiento.
Lo importante y conveniente sería que cada hermana trazara el paralelo conscientemente lo más exacto posible, para cuidarse de los dos problemas que desean atajar los apóstoles en la naciente iglesia.
Ahora bien, ¿cuándo es que fallamos al establecer en la práctica el paralelo? Cuando intentamos imponer normas rígidas a nuestras hijas, esposas o hermanas en la fe, mediante la discriminación, el hacer juicios, condenar con palabras y hasta aplicar castigos.
Para los padres, pastores y líderes en sentido general, debe ser tarea irrenunciable, predicar desde el púlpito y enseñar de todas las formas posibles (en el hogar y fuera de él) a nuestra iglesia femenina, que la vanidad y la sexualidad manifestada en los cosméticos y la forma de vestir impropias, es una conducta incorrecta en una cristiana, porque los apóstoles Pedro y Pablo así lo señalaron a las mujeres de su tiempo, de acuerdo con los usos y las costumbres de la época.
Aun más, creo que serían válidas algunas de las disciplinas establecidas para el ornato y la forma de vestir de la mujer; pero como sugerencias, recomendaciones, consejos y hasta exhortaciones.
Quizás alguno piense que si convertimos las exigencias disciplinarias y sus rigurosas aplicaciones sólo en prédica y enseñanza, eso implicaría dejar “a manga por hombro” la conducta de nuestras mujeres. Sin embargo, debiéramos hacer un sincero e imparcial análisis sobre este punto. Trataré de exponerlo con algunas preguntas:
¿El sistema disciplinario concerniente a este asunto de los cosméticos y las ropas femeninas, al pasar los años, ha dado los resultados esperados para los cuales se creó? ¿Son nuestras mujeres en la actualidad celosas observadoras de tan minuciosas disciplinas, como lo fueron al principio las mujeres miembros de la iglesia, o las misioneras cuando se autorizó la ropa de color? ¿No se nota un deterioro cada vez más pronunciado en esta observancia? Aun entre quienes cumplen, ¿lo harán con la alegría y la conciencia de estar agradando a Dios, o lo harán por cumplir con una disposición, para no ser señaladas como infieles y evitarse problemas?
Sin pretender hacer juicios personales, pues solamente Dios conoce cada corazón, sino sólo una evaluación general por lo que a simple vista se ve y se oye, me parece que el sistema disciplinario no ha sido el más idóneo para alcanzar la meta en los corazones, las conciencias y en la práctica de muchas de nuestras hermanas.
Por eso quisiera repetir las preguntas ya expresadas en otra entrada, aplicadas ahora a este asunto: ¿Por qué queremos hacer los padres la obra que en nuestras hijas le toca hacer a Dios? ¿Hasta dónde llega el poder que tenemos los esposos para cambiar mediante imposiciones rígidas lo que piensa o siente nuestra esposa? ¿Por qué se empeñan los pastores y los líderes de la iglesia en realizar el trabajo por medio de normas y disciplinas impuestas por la fuerza del regaño y con medidas de juicio y condenación, cuando ese trabajo sólo lo puede hacer con total efectividad el Espíritu Santo con la regeneración del corazón y de la mente? ¿Por qué no podemos confiar y esperar con paciencia y tranquilidad a que sea Dios quien vaya tomando el control en la vida de nuestras hijas, de nuestras esposas y de nuestras hermanas en la fe? ¿Por qué no logramos entender que nuestra misión es darles una enseñanza veraz y constante de las Sagradas Escrituras, desde el púlpito y en el hogar, y orar por ellas y con ellas, estudiar juntos la Palabra ; y después, dejar al Espíritu Santo que haga la obra en sus corazones, no estorbarla o trabarla con un trabajo imperfecto e ineficaz como el que sólo puede hacer el hombre?
El paralelo que podemos establecer también entre las acciones del Espíritu Santo en la iglesia del Nuevo Testamento y la iglesia de la era presente, nos indica con claras evidencias, que se requiere una labor cuidadosa de transformación y regeneración en las mentes y en las conciencias, para formar principios y convicciones firmes; y no hay hombre ni iglesia que lo puedan hacer como debe hacerse. Los padres, esposos y líderes de la iglesia no podemos obrar hacia el interior de las personas. Tal cosa sólo la puede hacer únicamente el Espíritu Santo. Él es el único que tiene acceso a la vida espiritual interior (el alma) del ser humano. Esa es una parte importante de su misión aquí en la tierra. Así lo expresó nuestro Señor y con esta cita bíblica quiero terminar: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.” (Juan 16.7-11).
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Septiembre 13th, 2008 at 5:25 pm
Me encantó el pasaje de 1 Pedro 3.
Me pudiera resultar fácil dejar el vestido costoso, el peinado ostentoso y los adornos de oro; pero cómo alcanzar el espíritu apacible y afable? De qué manera conseguir este adorno? Hay alguna hermana que posea este adorno que pueda compartir cómo obtenerlo?
Septiembre 14th, 2008 at 4:56 pm
YENI
ES UN POCO DIFICIL ALCANSAR ESTAS VIRTUDES PERO NO IMPOCIBLE SI LO INTENTAMOS ESTOY SEGURA QUE LO LOGRAREMOS AUNQUE NO SEA A LA MEDIDA QUE DICEN LOS APSTOLES PERO SI CREO QUE HACIENDO UN ESFUERSO LO PODEMOS ALCANSAR ALGUNAS SI NO TODAS DE ESAS VIRTUDES, DE HECHO CONOSCO A MUCHAS DAMAS DE NUESTRA IGLESIA QUE SON MUJERES LLENAS DE AMOR TERNURA SON PIADOSA AFABLE BOMDADOSAS SON MUCHAS Y ENTRE ELLAS TU MAMA QUE ES UNA SIERVA DE DIOS MUY ESPECIAL YO CREO QUE ELLA
Y LAS DE MAS SON TAL COMO LAS MENCIONAN LO APOSTOLES A NOSOTROS SOLO NOS QUEDA ESFORSARNOS UN POCO E IMITAR A NUESTRAS ANCIANAS PUES EJEMPLO NOS HAN DADO
SOLO TENEMOS QUE HACERNOS EL PROPOSITO DE LLENAR NUESTRO CORAZON DE ESE DECEO DE AYUDAR AL NECESITADO DE CONSOLAR AL TRISTE DE AMAR A QUIENES NECESITAN AMOR DE ESTENDERLE LA MANO AL QUE ESTA CAIDO DE SENTIR CARIÑO POR LOS DESAMPARADOS DE COMPADECERSE DE LOS PRESOS DE SALIRLE AL PASO A LA INJUSTICIA TODAS ESTAS COSAS Y MUCHAS MAS QUE CREO NO SON NECESARIAS POMERLAS TODAS PORQUE SABES QUE YO CREO QUE A TI DE TODAS ESTAS COSAS NO TE FALTAN MUCHAS ESO ES POR NO DECIR NIMGUNA Y COMO TU HAY MUCHAS TAMBIEN QUE LO HACEN
Y SI NOS FALTA HALGO QUE EL ESPIRITUSANTO COMPLETE
EN NOSOTROS LA OBRA
DIOS TE BENDIGA MUCHO
Septiembre 15th, 2008 at 11:44 pm
Hermano Joaquin,
Excelente como siempre su comentario, estoy totalmente de acuerdo en todo. Que forma tan clara tiene usted de plantear los argumentos, hasta la persona más torpe tiene que entender sus explicaciones.
Estoy totalmente de acuerdo en que es el Espíritu Santo y no el hombre quien tiene facultad para cambiar los corazones y transformar y regenerar nuestras vidas. Y precisamente ahí esta el problema que tiene nuestra iglesia, en que algunos han querido ocupar el lugar de Dios para hacer las cosas, hasta el punto de estar resistiendo a Dios utilizando disciplinas, reglamentos y mandamientos de hombres. Y cuanto daño están causando.
Cuanto dolor siente mi alma al ver que en el panorama no hay una solución inmediata y tal vez ni futura a todos estos problemas e inquietudes. Solo nos queda la esperanza que Dios algún día pondrá las cosas en su lugar.
Que Dios le siga bendiciendo y dando tanta lucidez en las Sagradas Escrituras. Siga por favor compartiendo de su conocimiento con nosotros. Yo en particular estoy siendo muy edificada.
PS ahora falta que Dios le de la misma lucidez a quienes mas lo necesitan.
Septiembre 16th, 2008 at 12:42 am
Me asombra ver que un comentario tan completo como este no haya tenido muchos comentarios, pero después me doy cuenta que no tienen argumento para refutar una verdad tan grande.
Bendiciones!
Febrero 16th, 2010 at 11:59 pm
Hermano juaquin gracias por este aporte tan claro y tan sencillo, Acabo de encontrar este sitio web, me parace que toca puntos muy importantes. Siempre entendi este tema claramente, pienso que los lideres de nuestra iglesia han tomado este tema de una manera muy diferente se puede decir que en parte a sido error de tratar de manipular a nuestras hermanas pienso que este argumento estuvomuy claro, basado, inpirado por las sagradas escrituras
la gloria a Dios!