Se cuenta que hace muchos siglos en una tierra lejana, existieron dos pequeños reinos enemistados, empobrecidos y enlutados por odios y guerras interminables. Dos viejos y amargados reyes gobernaban en tan desgarrados territorios. Por estar uno en zona montañosa y el otro en el valle de un río estos reinos se llamaban: “Alta Cordillera” y “El Remanso”.
Como todo en la vida pasa y se termina, los dos viejos reyes murieron y subieron a los tronos de ambos reinos dos jóvenes príncipes.
En el reino de la Alta Cordillera había vivido un esclavo sabio y viejo que fue nombrado mentor del príncipe heredero desde que éste era muy pequeño. Sabiendo con toda certeza que él nunca tendría la oportunidad de influir en el viejo y déspota rey, se dedicó a educar al príncipe con pensamientos de altos valores acerca del amor, la tolerancia y la amistad. Pensando que un día esos ideales se transformarían en hechos que darían frutos de bienestar para su pueblo.
Antes que el viejo y tiránico rey, murió el sabio esclavo y aparentemente terminó sus días sin haber dejado nada importante en la vida, sólo su trabajo de siervo. Sin embargo, había sembrado en el corazón y en la mente del príncipe heredero sentimientos muy profundos y nobles, e ideales que un día (él había calculado) se convertirían en la felicidad del reino.
El viejo rey de la Alta Cordillera había sido tan tiránico y ególatra que en ningún tiempo se ocupó de su hijo. Sólo había pensado en sí mismo. Por eso nunca supo de la enseñanza que éste había recibido. Tampoco instituyó un Consejo Real como en otros reinos, al cual debiera rendir cuentas. Todo esto fue de utilidad para el joven rey, porque pudo poner en práctica inmediatamente, sin tener que contar con nadie, las reformas que tenía en sus planes.
Enseguida que subió al trono, el joven rey de la Alta Cordillera extendió su mano de amistad al también joven monarca de El Remanso, haciéndole propuestas para terminar con la hostilidad que durante décadas les había separado.
Por ley, los jóvenes de ambos reinos tenían prohibido casarse entre sí. Aquello había sido causa de sufrimiento, dolor y separaciones para muchas familias. La primera propuesta del rey de la Alta Cordillera fue derogar esta ley en ambos reinos.
Aquello fue un escándalo para la corte de El Remanso, porque en este reino sí existía un Consejo Real, compuesto por viejos compañeros del difunto rey, tan llenos de rencillas y raíces de amargura como aquél. Pero el joven monarca vio con buenos ojos la propuesta y decidió ponerla en práctica. Airados, los consejeros le dijeron:
-Pero majestad, ¿no se da cuenta usted que esta propuesta viene de nuestros enemigos? ¿Cómo va usted a hacerle caso a una proposición presentada por el reino que siempre nos ha hecho la guerra?
El joven rey les preguntó:
-¿Es bueno para mi pueblo? Si es bueno para mi pueblo, qué importa de donde venga el consejo, la propuesta o la recomendación. Eso traerá felicidad y bienestar a mi gente.
Aprobó la idea, se derogó la ley y fue causa de gran felicidad para muchas parejas e innumerables familias.
Los habitantes de El Remanso eran eminentemente agricultores, mientras que los de la Alta Cordillera se dedicaban a la cría de ganado y de aves. Pero el comercio entre ambos pueblos estaba prohibido y todo el recíproco beneficio que podía resultar del intercambio entre ellos quedaba anulado. El rey de la Alta Cordillera propuso al rey de El Remanso, terminar con esta prohibición y permitir que agricultores y ganaderos comerciaran libremente. El pueblo se llenó de alborozo cuando se enteró de la propuesta; pero la vieja guardia del Consejo Real de El Remanso se opuso con acritud y tuvo el rey nuevamente que imponer su autoridad y proclamar su consigna ante ellos:
-¿Es bueno para mi pueblo? Si es bueno para mi pueblo, qué importa de donde venga el consejo, la propuesta o la recomendación. Eso traerá felicidad y bienestar a mi gente. Y quitó la prohibición.
Pero esto casi le cuesta la vida, porque un fanático intentó matarlo hiriéndole gravemente.
Convaleciente de su herida, todavía en la cama, les decía y les repetía a quienes iban a visitarlo.
-Yo haré todo aquello que sea bueno para mi pueblo, cueste lo que cueste.
En la frontera de ambos reinos existían puestos militares ocupados por una soldadesca ruda y temeraria. En múltiples ocasiones se enfrentaban en escaramuzas que no pocas veces terminaron en cruentas y costosas guerras. El rey de la Alta Cordillera le pidió al rey de El Remanso liberar la frontera de esta plaga, dándoles a los soldados tierras e implementos para que se convirtieran en labradores, artesanos y padres de familia. Nuevamente el Consejo Real de El Remanso se opuso con ira, alegando que el proyecto era afrentoso y peligroso, porque procedía de los enemigos. Le dijeron al rey:
-Majestad, nuestra gente y los otros pueblos van a pensar que en este reino quien gobierna es el enemigo y no nosotros; porque todo lo que propone el rey de la Alta Cordillera usted lo acepta y lo pone en práctica. Su autoridad y gobierno están quedando en entredicho.
El rey les respondió como tantas veces:
-¿Es bueno para mi pueblo? Si es bueno para mi pueblo, qué importa de donde venga el consejo, la propuesta o la recomendación. Eso traerá felicidad y bienestar a mi gente.
Así pasaron muchos años y los dos reinos florecieron en todos los aspectos. Se acabaron las guerras y los odios, la paz llenó las ciudades y los corazones de sus habitantes. El progreso y el bienestar económicos eran notorios en cada hogar. Los dos reyes llegaron a ser ancianos respetables y amados por sus pueblos.
Cuando murió el rey de El Remanso, se presentó en el cementerio el anciano rey de la Alta Cordillera, pidiendo permiso para poner en su tumba un memorial. Respetuosamente se lo concedieron, y con sus manos viejas y temblorosas por la edad y la emoción, y los ojos arrasados en lágrimas, puso una lápida encima de la tumba de su amigo, que tenía la siguiente inscripción:
AQUÍ YACE UN MONARCA QUE AMÓ MUCHO MÁS A SU PUEBLO, QUE A SU TRONO, SU JERARQUÍA Y SU PERSONAL AUTORIDAD
En más de dos o tres ocasiones, algunos de los líderes de nuestra iglesia nos han dicho que nosotros (los escritores de este blog) somos los culpables de que la iglesia se halle estancada y no tenga hoy un mayor desarrollo. La razón es porque algunas de las reformas o planes que nosotros hemos propuesto, ellos las ven buenas, pero que nosotros nos adelantamos al publicarlas, antes de que ellos las dijeran al pueblo. Nos han dicho que ellos ven necesarias para la iglesia algunas de estas reformas y planes que proponemos; pero como nosotros nos adelantamos, entonces, ellos ahora no pueden hacer estos cambios.
Y todavía nos han dicho más. En cierta ocasión yo conversaba con tres o cuatro líderes de línea dura. La conversación era tensa y giraba sobre el blog y las posturas que nosotros hemos sustentado. En cierto momento de la conversación (que duró más de dos horas) uno de ellos me dijo lo siguiente:
-¿Tú sabes cuál es el problema de esto? Que la posición nuestra se ha puesto más opuesta. Nos ha afirmado más.
Yo le pregunté:
-¿En la terquedad?
Me respondió:
-No, no. En cuanto al sábado he profundizado más en mi actitud y soy más cuidadoso ahora. En cuanto a este asunto del matrimonio, hace 30 años que yo tenía esa idea. Ya yo no la tengo. Eso que tú planteaste por escrito [se refería al tema de la Indisolubilidad del Matrimonio que yo presenté al Concilio Superior], yo lo plantee en vivo en el año 86, y puse ejemplos de casos que se me habían dado en [...] Y después en el año 93 más o menos lo presenté por un caso que se me dio en [...] Hoy por hoy yo soy contrario a aquello que yo presenté en aquel momento.
Yo me pregunto: ¿Cómo es posible que una persona con un ideal o una convicción que ha sustentado durante 30 años pueda cambiar de ahora para después, así como así, sin que medie un estudio o un proceso de instrucción y maduración para llegar a tener otro principio u otra idea? ¿Qué ha guiado a esa mente para cambiar de opinión por el solo hecho de que nosotros estemos proponiendo lo mismo?
La respuesta pudiera estar en que alguno de ellos ha dicho que nosotros no somos hermanos en la fe, sino enemigos de la iglesia. Se nos ha acusado de ser rebeldes y desobedientes, y hasta instrumentos del diablo. ¿Por eso es que cambia una convicción de 30 años? Verdaderamente no lo sé.
Lo más preocupante de todo esto no es tanto que se nos tenga a nosotros como enemigos y como agentes diabólicos, sino que se hayan reconocido o se reconozcan como buenas y necesarias para la iglesia algunas de las propuestas que nosotros hemos hecho; pero que no se puedan poner en práctica por esa misma razón: porque somos nosotros los que las presentamos.
Nosotros hemos presentado la necesidad de fundar seminarios, escuelas para la iglesia, con el fin de formar y forjar a pastores y misioneros con vocación y capacidad para enfrentar la obra en los distintos lugares donde estamos establecidos. También para formular y preparar los programas de estudios de la escuela sabática. Hemos sugerido inclusive crear un seminario en Estados Unidos, otro en Centroamérica y otro en Suramérica. Tal parece que todo eso está muy bien y se acepta muy bien; pero no se puede hacer porque quienes lo proponen son los enemigos.
Hemos propuesto la idea de organizar convenciones nacionales de pastores con el fin de equipar a nuestros pastores y líderes con los planes y las estrategias para el crecimiento de la iglesia en cuatro esferas importantes y necesarias:
(1) Crecimiento espiritual
(2) Crecimiento numérico
(3) Crecimiento geográfico
(4) Crecimiento financiero
Y esta no es una idea peregrina, extraña o dañina para la institución. Fue lo que programamos y llevamos a la práctica por varios años cuando trabajábamos en la Oficina Nacional en Cuba. Nos dio muy buenos resultados. Por eso ahora los dirigentes conocen que sería muy bueno y útil implementar este sistema de trabajo en cada país donde la iglesia se encuentra establecida. Pero… ¡cuidado!, son los enemigos quienes están proponiendo esto, y no se les puede hacer caso.
Hemos presentado desde aquí un modelo de lo que pudiera ser una constitución a nivel local, con el fin de que la iglesia pueda estar dirigida por un concilio (como en los tiempos bíblicos) y no por una sola persona. También presentamos algo parecido para organizar una dirección y una constitución a niveles regional e internacional. Estas constituciones inclusive las formulamos por petición de algunos de nuestros dirigentes y las vieron muy buenas y aplicables a nuestro medio. Pero ahora resulta ser que como nosotros nos adelantamos y las hicimos públicas, los dirigentes no las pueden implementar, porque pudiera parecer que somos nosotros quienes estamos dirigiendo a la iglesia, y no ellos.
Por eso he presentado al principio la anécdota del rey que amó a su pueblo. Porque nuestra generación de líderes actuales pasará a la historia, como también pasaremos nosotros. Cuando transcurran dos o tres siglos y ya ninguno de nosotros esté en este mundo (si nuestro Señor no viene antes), ¿qué se escribirá en el historial de nuestros líderes actuales? ¿Se escribirá algo así?
ESTOS DIRIGENTES INMOVILIZARON Y ESTANCARON A LA IGLESIA DURANTE DÉCADAS, PORQUE AMARON MÁS A SU JERARQUÍA Y A SU PERSONAL AUTORIDAD, QUE A SU PUEBLO
¿O se escribirá como en la lápida del monarca de “El Remanso”?
ESTOS DIRIGENTES AMARON MÁS A SU PUEBLO QUE A SU PERSONAL JERARQUÍA Y AUTORIDAD, Y POR ESO LA IGLESIA CRECIÓ Y FLORECIÓ MUCHO DURANTE LAS DÉCADAS DE SU LIDERAZGO
De ellos mismos depende lo que se escribirá en la historia, porque son ellos mismos quienes la están escribiendo ahora con sus hechos.
Quizás a alguno se le ocurra preguntar: ¿Y de ustedes, qué se va a escribir en la historia? Bueno, si de nosotros se tuviera que escribir algo sería porque nuestras palabras y nuestras acciones dejaron historia hecha, no pasamos ignorados o anónimos. Lo curioso entonces sería que si las cosas son así, que nuestros dirigentes no pueden implementar las reformas o los planes buenos y útiles para la iglesia, porque los patrocinadores y escritores de este blog nos adelantamos; entonces resultará al fin y al cabo que seríamos nosotros quienes realmente estaríamos dirigiendo a la iglesia, porque nuestros dirigentes no podrían hacer nada, o harían lo contrario a nuestras opiniones o propuestas. Entonces ellos se estarían guiando por nosotros y el peso de nuestra opinión es lo que les llevaría a hacer o a dejar de hacer algo. No se estarían fijando, ni se estarían guiando por las necesidades reales de la iglesia. ¿Qué se tendrá que escribir de nosotros entonces en esa historia? ¿Qué fuimos unos atravesados? Cada cual lo pensará a su manera.
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