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Mayo 1
Fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel, Salmo 78.1-72
Pueblo mío, atiende a mi enseñanza;
¡inclínate a escuchar lo que te digo!
2 Voy a hablar por medio de refranes;
diré cosas que han estado en secreto
desde tiempos antiguos.
3 Lo que hemos oído y sabemos
y nuestros padres nos contaron,
4 no lo ocultaremos a nuestros hijos.
Con las generaciones futuras alabaremos al Señor
y hablaremos de su poder y maravillas.
5 Dios estableció una ley para Jacob;
puso una norma de conducta en Israel,
y ordenó a nuestros antepasados
que la enseñaran a sus descendientes,
6 para que la conocieran las generaciones futuras,
los hijos que habían de nacer,
y que ellos, a su vez, la enseñaran a sus hijos;
7 para que tuvieran confianza en Dios
y no olvidaran lo que él había hecho;
para que obedecieran sus mandamientos
8 y no fueran como sus antepasados,
rebeldes y necios,
faltos de firmeza en su corazón y espíritu;
¡generación infiel a Dios!
9 Los de la tribu de Efraín,
que estaban armados con arcos y flechas,
dieron la espalda el día del combate;
10 no respetaron su alianza con Dios
ni quisieron obedecer sus enseñanzas.
11 Se olvidaron de lo que él había hecho,
de las maravillas que les hizo ver.
12 Dios hizo maravillas delante de sus padres
en la región de Soan, que está en Egipto:
13 partió en dos el mar, y los hizo pasar por él,
deteniendo el agua como un muro.
14 De día los guió con una nube,
y de noche con luz de fuego.
15 En el desierto partió en dos las peñas,
y les dio a beber agua en abundancia.
16 ¡Dios hizo brotar de la peña
un torrente de aguas caudalosas!
17 Pero ellos siguieron pecando contra Dios;
se rebelaron contra el Altísimo en el desierto.
18 Quisieron ponerle a prueba
pidiendo comida a su antojo.
19 Hablaron contra él, diciendo:
«¿Acaso puede Dios servir una mesa en el desierto?
20 Es verdad que Dios partió la peña,
que de ella brotó agua como un río,
y que la tierra se inundó;
pero, ¿podrá dar también pan?
¿Podrá dar carne a su pueblo?»
21 Cuando el Señor oyó esto, se enojó;
¡su furor, como un fuego,
se encendió contra Jacob!
22 Porque no confiaron en Dios
ni creyeron en su ayuda.
23 Sin embargo, Dios dio órdenes a las nubes
y abrió las puertas del cielo;
24 ¡hizo llover sobre su pueblo el maná,
trigo del cielo, para que comieran!
25 ¡El hombre comió pan de ángeles!
¡Dios les dio de comer en abundancia!
26 El viento del este y el viento del sur
soplaron en el cielo;
¡Dios los trajo con su poder!
27 Hizo llover carne sobre su pueblo;
¡llovieron aves como arena del mar!
28 Dios las hizo caer en medio del campamento
y alrededor de las tiendas de campaña.
29 Y comieron hasta hartarse,
y así Dios les cumplió su deseo.
30 Pero aún no habían calmado su apetito,
todavía tenían la comida en la boca,
31 cuando el furor de Dios cayó sobre ellos
y mató a los hombres más fuertes.
¡Hizo morir a los mejores hombres de Israel!
32 A pesar de todo, volvieron a pecar;
no creyeron en las maravillas de Dios.
33 Por eso Dios puso fin a sus vidas
como si fueran un suspiro
y en medio de un terror espantoso.
34 Si Dios los hacía morir, entonces lo buscaban;
se volvían a él y lo buscaban sin descanso;
35 entonces se acordaban del Dios altísimo
que los protegía y los rescataba.
36 Pero con su boca y su lengua
le decían hermosas mentiras,
37 pues nunca le fueron sinceros
ni fieles a su alianza.
38 Pero Dios tenía compasión,
perdonaba su maldad y no los destruía;
muchas veces hizo a un lado el enojo
y no se dejó llevar por la furia.
39 Dios se acordó de que eran simples hombres;
de que eran como el viento, que se va y no vuelve.
40 ¡Cuántas veces desobedecieron a Dios
y le causaron dolor en el desierto!
41 Pero volvían a ponerlo a prueba;
¡entristecían al Santo de Israel!
42 No se acordaron de aquel día
cuando Dios, con su poder, los salvó del enemigo;
43 cuando en los campos de Soan, en Egipto,
hizo cosas grandes y asombrosas;
44 cuando convirtió en sangre los ríos,
y los egipcios no pudieron beber de ellos.
45 Mandó sobre ellos tábanos y ranas,
que todo lo devoraban y destruían;
46 entregó a la langosta las cosechas
por las que ellos habían trabajado.
47 Con granizo y escarcha
destruyó sus higueras y sus viñas.
48 Sus vacas y sus ovejas murieron
bajo el granizo y los rayos.
49 Dios les envió la furia de su enojo:
furor, condenación y angustia,
como mensajeros de calamidades.
50 ¡Dio rienda suelta a su furor!
No les perdonó la vida,
sino que los entregó a la muerte;
51 ¡hizo morir en Egipto mismo
al primer hijo de toda familia egipcia!
52 Sacó a Israel como a un rebaño de ovejas;
llevó a su pueblo a través del desierto.
53 Los llevó con paso seguro
para que no tuvieran miedo,
pero a sus enemigos el mar los cubrió.
54 Dios trajo a su pueblo a su tierra santa,
¡a las montañas que él mismo conquistó!
55 Quitó a los paganos de la vista de Israel;
repartió la tierra en lotes entre sus tribus,
y las hizo vivir en sus campamentos.
56 Pero ellos pusieron a prueba al Dios altísimo
rebelándose contra él
y desobedeciendo sus mandatos;
57 pues, lo mismo que sus padres,
lo abandonaron y le fueron infieles;
¡se torcieron igual que un arco falso!
58 Lo hicieron enojar con sus altares paganos;
adorando ídolos, lo provocaron a celos.
59 Dios se enojó al ver esto,
y rechazó por completo a Israel,
60 y abandonó el santuario de Siló,
que era su casa entre los hombres.
61 Permitió que sus enemigos capturaran
el símbolo de su gloria y su poder.
62 Tan furioso estaba contra su pueblo,
que los entregó a la espada del enemigo.
63 Los muchachos murieron quemados;
¡no hubo canción de bodas para las novias!
64 Los sacerdotes murieron a filo de espada,
y sus viudas no los lloraron.
65 Pero despertó el Señor, como de un sueño,
como guerrero que vuelve en sí del vino,
66 y derrotó a sus enemigos, y los hizo huir;
¡los cubrió de vergüenza para siempre!
67 Rechazó además a la casa de José,
y no escogió a la tribu de Efraín;
68 eligió en cambio a la tribu de Judá
y a su amado monte Sión.
69 Construyó un santuario, alto como el cielo,
y lo afirmó para siempre, como a la tierra.
70 Escogió a su siervo David,
el que era pastor de ovejas;
71 lo quitó de andar tras los rebaños,
para que cuidara a su pueblo,
para que fuera pastor de Israel.
72 Y David cuidó del pueblo de Dios;
los cuidó y los dirigió
con mano hábil y corazón sincero.
Lamento por la destrucción de Jerusalén , Salmo 79.1-13
¡Oh Dios,
los paganos han invadido tu propiedad!
¡Han profanado tu santo templo
y han convertido en ruinas a Jerusalén!
2 ¡Han dejado los cadáveres de tus siervos,
de los que te fueron fieles,
para que sirvan de alimento
a los buitres y a los animales salvajes!
3 Como agua han derramado su sangre
por toda Jerusalén,
y no hay quien los entierre.
4 Somos la burla de nuestros vecinos;
el hazmerreír de cuantos nos rodean.
5 Oh Señor,
¿hasta cuándo estarás enojado?
¿Arderá siempre tu enojo como el fuego?
6 ¡Descarga tu furia sobre los reinos paganos
que no te conocen ni te invocan!
7 Porque ellos devoraron a Jacob
y convirtieron en ruinas el país.
8 No nos hagas pagar a nosotros
por la maldad de nuestros antepasados;
¡que venga tu ternura pronto a nuestro encuentro,
porque estamos abatidos!
9 Oh Dios, Salvador nuestro,
¡ayúdanos, líbranos y perdónanos,
por la gloria de tu nombre!
10 No tienen por qué decir los paganos:
«¿Dónde está su Dios?»
¡Permítenos ver vengada la muerte de tus siervos!
¡Que los paganos también lo sepan!
11 Atiende las quejas de los presos,
y salva con tu gran poder
a los sentenciados a muerte.
12 Oh Señor,
véngate siete veces de nuestros vecinos
por las ofensas que te han hecho;
13 y nosotros, que somos tu pueblo,
que somos ovejas de tus prados,
gracias te daremos siempre,
¡cantaremos tus alabanzas por todos los siglos!
Mayo 2
Súplica por la restauración, Salmo 80.1-19
Pastor de Israel,
que guías a José como a un rebaño,
que tienes tu trono sobre los querubines,
¡escucha!
¡Mira con buenos ojos a Efraín,
2 (3) Benjamín y Manasés!
¡Despierta y ven a salvarnos con tu poder!
3 (4) Oh Dios,
¡haz que volvamos a ser lo que fuimos!
¡Míranos con buenos ojos y estaremos a salvo!
4 (5) Señor, Dios todopoderoso,
¿hasta cuándo estarás enojado
con la oración de tu pueblo?
5 (6) Nos has dado lágrimas por comida;
por bebida, lágrimas en abundancia.
6 (7) Nos has convertido en la burla de nuestros vecinos,
y nuestros enemigos se ríen de nosotros.
7 (8) Dios todopoderoso,
¡haz que volvamos a ser lo que fuimos!
¡Míranos con buenos ojos y estaremos a salvo!
8 (9) De Egipto sacaste una vid;
arrojaste a los paganos y la plantaste.
9 (10) Limpiaste el terreno para ella,
y la vid echó raíces y llenó el país.
10 (11) Cubrió los montes con su sombra,
y con sus ramas los árboles más altos.
11 (12) Se extendieron sus ramas hasta el mar,
y hasta el río Éufrates sus retoños.
12 (13) ¿Por qué has derribado su cerca,
dejando que le arranquen uvas los que van por el camino?
13 (14) El jabalí la destroza;
¡los animales salvajes la devoran!
14 (15) Dios todopoderoso, regresa, por favor;
mira atentamente desde el cielo
y ten consideración de esta vid,
15 (16) de la vid que tú mismo plantaste,
del retoño que tú mismo afirmaste.
16 (17) Destruye con tu furor
a quienes la cortan y la queman;
17 (18) pero ayuda al hombre que has escogido,
al retoño de hombre que tú mismo afirmaste,
18 (19) y nunca más nos apartaremos de ti.
¡Danos vida, y sólo a ti te invocaremos!
19 (20) Oh Señor, Dios todopoderoso,
¡haz que volvamos a ser lo que fuimos!
¡Míranos con buenos ojos y estaremos a salvo!
Bondad de Dios y perversidad de Israel, Salmo 81.1-16
¡Canten alegres a Dios, que es nuestra fuerza!
¡Alaben con gritos de alegría al Dios de Jacob!
2 (3) Canten al son del pandero,
de la dulce arpa y del salterio.
3 (4) Toquen la trompeta al llegar la luna nueva,
y también al llegar la luna llena,
que es el día de nuestra gran fiesta.
4 (5) Porque éste es el mandamiento
que el Dios de Jacob dio a Israel;
5 (6) es el mandato dado a José
cuando Dios salió contra Egipto.
Oí una voz que yo no conocía:
6 (7) «Te he quitado la carga de los hombros,
te he aliviado del trabajo duro.
7 (8) En tu angustia me llamaste, y te salvé;
te contesté desde la nube que tronaba;
te puse a prueba junto a las aguas de Meribá.
8 (9) Escucha, pueblo mío, mi advertencia;
¡ojalá me obedezcas, Israel!
9 (10) No tengas dioses extranjeros;
no adores dioses extraños.
10 (11) Yo soy el Señor, tu Dios,
el que te sacó de la tierra de Egipto;
abre tu boca, y yo te satisfaré.
11 (12) »Pero mi pueblo no quiso oírme;
¡Israel no quiso obedecerme!
12 (13) Por eso los dejé seguir con su capricho,
y vivieron como mejor les pareció.
13 (14) ¡Si mi pueblo me hubiera escuchado!
¡Si Israel hubiera seguido mis caminos,
14 (15) en un abrir y cerrar de ojos
yo habría humillado a sus enemigos
y castigado a sus contrarios!»
15 (16) Los que odian al Señor caerían aterrados,
y su condenación quedaría sellada.
16 (17) Dios alimentaría a su pueblo con lo mejor del trigo,
y con miel silvestre apagaría su sed.
Amonestación contra los juicios injustos, Salmo 82.1-8
Dios se alza en la asamblea divina
y dicta sentencia en medio de los dioses:
2 «¿Hasta cuándo harán ustedes juicios falsos
y se pondrán de parte de los malvados?
3 ¡Hagan justicia al débil y al huérfano!
¡Hagan justicia al pobre y al necesitado!
4 ¡Libren a los débiles y pobres,
y defiéndanlos de los malvados!
5 »Pero ustedes no saben, no entienden;
andan en la oscuridad.
Tiemblan los cimientos de la tierra.
6 Yo dije que ustedes son dioses;
que todos son hijos del Altísimo.
7 Sin embargo, morirán como todo hombre,
¡caerán como cualquier tirano!»
8 ¡Oh Dios, dispónte a juzgar la tierra,
pues tú eres el dueño de todas las naciones!
Plegaria pidiendo la destrucción de los enemigos de Israel, Salmo 83.1-18
Oh Dios, ¡no te quedes en silencio!,
¡no te quedes inmóvil y callado!
2 (3) Mira a tus enemigos, a los que te odian:
alborotan y se rebelan contra ti.
3 (4) Han hecho planes astutos
en contra de tu pueblo,
¡en contra de tus protegidos!
4 (5) Han pensado venir a destruirnos
para que dejemos de existir como nación,
para que no vuelva a recordarse el nombre de Israel.
5 (6) Han hecho un pacto en contra tuya,
han conspirado como un solo hombre:
6 (7) los campamentos de Edom y de Ismael,
los descendientes de Agar y de Moab,
7 (8) Guebal, Amón y Amalec,
los filisteos, los que viven en Tiro,
8 (9) y hasta los asirios se han unido a ellos,
y son el brazo fuerte de los hijos de Lot.
9 (10) Haz con ellos como hiciste con Madián,
como hiciste con Sísara,
como hiciste con Jabín en el arroyo de Quisón,
10 (11) que fueron destruidos en Endor,
¡que fueron convertidos en estiércol de la tierra!
11 (12) Haz con sus hombres importantes
como hiciste con Oreb y con Zeeb;
haz con todos sus jefes
como hiciste con Zébah y con Salmuná,
12 (13) que quisieron apropiarse de los pastizales de Dios.
13 (14) Dios mío, haz que rueden como zarzas,
como hojas secas arrastradas por el viento;
14 (15) y así como el fuego quema el bosque
y consume los montes con sus llamas,
15 (16) ¡así persíguelos con tus tormentas
y espántalos con tus tempestades!
16 (17) ¡Avergüénzalos, Señor,
para que recurran a ti!
17 (18) Que sean avergonzados para siempre;
¡que se avergüencen y mueran!
18 (19) ¡Que sepan que sólo tú eres el Señor,
que sólo tú eres el Altísimo
sobre toda la tierra!
Etán (Aparentemente también se llamaba Jedutún) 1 Crónicas 6.44-48
44 (29) A la izquierda de Hemán se colocaba su pariente de los descendientes de Merarí: Etán, que fue hijo de Quisí, que fue hijo de Abdí, que fue hijo de Maluc, 45 (30) que fue hijo de Hasabías, que fue hijo de Amasías, que fue hijo de Hilquías, 46 (31) que fue hijo de Amsí, que fue hijo de Baní, que fue hijo de Sémer, 47 (32) que fue hijo de Mahli, que fue hijo de Musí, que fue hijo de Merarí, que fue hijo de Leví.
48 (33) Sus otros parientes descendientes de Leví quedaron a cargo de todo el servicio del templo de Dios.
1 Crónicas 25.3
3 Los seis hijos de Jedutún: Guedalías, Serí, Isaías, Simí, Hasabías y Matatías. El que los dirigía era su padre Jedutún, el cual comunicaba mensajes proféticos acompañado de arpa para dar gracias y alabar a Dios.
Salmo de Etán ezraíta
Pacto de Dios con David, Salmo 89.1-52
Señor, siempre diré en mi canto
que tú eres bondadoso;
constantemente contaré
que tú eres fiel.
2 (3) Proclamaré que tu amor es eterno;
que tu fidelidad es invariable,
invariable como el mismo cielo.
3 (4) Hiciste una alianza con David;
prometiste a tu siervo escogido:
4 (5) «Haré que tus descendientes
reinen siempre en tu lugar.»
5 (6) Oh Señor,
todos los seres celestiales
alaban tu fidelidad y tus maravillas.
6 (7) ¡Ningún dios, nadie en el cielo
puede compararse a ti, Señor!
7 (8) Dios grande y terrible,
rodeado de seres celestiales.
8 (9) Señor, Dios todopoderoso,
todo el poder es tuyo y la verdad te rodea;
¡no hay nadie igual a ti!
9 (10) Tú dominas el mar embravecido
y aquietas sus olas encrespadas;
10 (11) aplastaste al monstruo marino
como si fuera un cadáver;
dispersaste a tus enemigos
con la fuerza de tu brazo.
11 (12) El cielo y la tierra son tuyos;
tú formaste el mundo y todo lo que hay en él.
12 (13) Tú creaste el norte y el sur;
los montes Tabor y Hermón cantan alegres a tu nombre.
13 (14) Tu brazo es poderoso;
tu mano derecha es fuerte y victoriosa.
14 (15) Tu trono está afirmado en la justicia y el derecho;
el amor y la fidelidad salen a tu encuentro.
15 (16) Oh Señor,
feliz el pueblo que sabe alabarte con alegría
y camina alumbrado por tu luz,
16 (17) que en tu nombre se alegra todo el tiempo
y se entusiasma por tu rectitud.
17 (18) En verdad, tú eres su fuerza y hermosura;
nuestro poder aumenta por tu buena voluntad.
18 (19) ¡Nuestro escudo es el Señor!
¡Nuestro Rey es el Santo de Israel!
19 (20) En otro tiempo hablaste en una visión,
y dijiste a tus siervos fieles:
«He escogido a un valiente de mi pueblo,
lo he puesto en alto y lo he ayudado.
20 (21) ¡He encontrado a mi siervo David!
Con mi aceite sagrado lo he designado rey,
21 (22) y nunca le faltará mi ayuda.
Con mi poder lo fortaleceré,
22 (23) y no lo atacarán sus enemigos
ni lo vencerán los malvados.
23 (24) Aplastaré a sus enemigos;
¡los quitaré de su vista!
¡Destrozaré a los que lo odian!
24 (25) Él contará con mi amor y fidelidad,
y por mí aumentará su poder.
25 (26) Afirmaré su poder y dominio
desde el Mediterráneo hasta el Éufrates.
26 (27) Él me dirá: “Tú eres mi Padre;
eres mi Dios, que me salva y me protege.”
27 (28) Y yo le daré los derechos de hijo mayor,
por encima de los reyes del mundo.
28 (29) Mi amor por él será constante,
y mi alianza con él será firme.
29 (30) Sus descendientes reinarán en su lugar
siempre, mientras el cielo exista.
30 (31) »Pero si ellos abandonan mi enseñanza
y no viven de acuerdo con mis mandatos,
31 (32) si faltan a mis leyes
y no obedecen mis mandamientos,
32 (33) castigaré su rebelión y maldad
con golpes de vara;
33 (34) pero no dejaré de amar a David,
ni faltaré a mi fidelidad hacia él.
34 (35) No romperé mi alianza
ni faltaré a mi palabra.
35 (36) Una vez le he jurado por mi santidad,
y no le mentiré:
36 (37) sus descendientes reinarán en su lugar,
siempre, mientras el sol exista.
37 (38) ¡Siempre firmes, como la luna!
¡Siempre firmes, mientras el cielo exista!»
38 (39) Sin embargo, has rechazado y despreciado
al rey que tú escogiste;
¡te has enojado con él!
39 (40) Has roto la alianza con tu siervo;
has arrojado al suelo su corona.
40 (41) Abriste brechas en todos sus muros;
¡convertiste en ruinas sus ciudades!
41 (42) Todo el mundo pasa y roba lo que quiere;
sus vecinos se burlan de él.
42 (43) Has hecho que sus enemigos
levanten la mano alegres y triunfantes.
43 (44) Le quitaste el filo a su espada
y no lo sostuviste en la batalla.
44 (45) Has apagado su esplendor;
has arrojado su trono por los suelos;
45 (46) le has quitado años de vida
y lo has llenado de vergüenza.
46 (47) Oh Señor,
¿hasta cuándo estarás escondido?
¿Arderá siempre tu enojo, como el fuego?
47 (48) Señor, recuerda que mi vida es corta;
que el hombre, que tú has creado, vive poco tiempo.
48 (49) ¡Nadie puede vivir y no morir nunca!
¡Nadie puede librarse del poder de la muerte!
49 (50) Señor,
¿dónde está tu amor primero,
que en tu fidelidad prometiste a David?
50 (51) Señor, recuerda que a tus siervos
los ofende mucha gente;
que llevo esos insultos en mi pecho.
51 (52) Oh Señor,
¡así nos ofenden tus enemigos!
¡Así ofenden a tu escogido a cada paso!
52 (53) Bendito sea el Señor por siempre.
¡Amén!
Mayo 3
En tiempos de David, los hijos de Coré, es decir, sus descendientes, los coreítas, (Nm. 26.11) pasaron a cumplir diversas funciones en la adoración (1 Cr. 6.37; 26.1)
SALMOS DE LOS HIJOS DE CORÉ
Mi alma tiene sed de Dios, Salmo 42.1-11
Como ciervo sediento en busca de un río,
así, Dios mío, te busco a ti.
2 (3) Tengo sed de Dios, del Dios de la vida.
¿Cuándo volveré a presentarme ante Dios?
3 (4) Día y noche, mis lágrimas son mi alimento,
mientras a todas horas me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»
4 (5) Cuando pienso en estas cosas,
doy rienda suelta a mi dolor.
Recuerdo cuando yo iba con la gente,
conduciéndola al templo de Dios
entre gritos de alegría y gratitud.
¡Qué gran fiesta entonces!
5 (6) ¿Por qué voy a desanimarme?
¿Por qué voy a estar preocupado?
Mi esperanza he puesto en Dios,
a quien todavía seguiré alabando.
¡Él es mi Dios y Salvador!
6 (7) Me siento muy desanimado.
Por eso pienso tanto en ti
desde la región del río Jordán,
desde los montes Hermón y Misar.
7 (8) Se escucha en los precipicios
el eco atronador de tus cascadas;
los torrentes de agua que tú mandas
han pasado sobre mí.
8 (9) De día el Señor me envía su amor,
y de noche no cesa mi canto
ni mi oración al Dios de mi vida.
9 (10) Le digo a Dios, mi defensor:
«¿Por qué me has olvidado?
¿Por qué tengo que andar triste
y oprimido por mis enemigos?»
10 (11) Hasta los huesos me duelen
por las ofensas de mis enemigos,
que a todas horas me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»
11 (12) ¿Por qué voy a desanimarme?
¿Por qué voy a estar preocupado?
Mi esperanza he puesto en Dios,
a quien todavía seguiré alabando.
¡Él es mi Dios y Salvador!
Plegaria pidiendo vindicación y liberación, Salmo 43.1-5
Oh Dios, hazme justicia;
¡ponte de mi parte contra esta gente pagana!
¡Ponme a salvo del mentiroso y del malvado,
2 porque tú eres mi Dios y protector!
¿Por qué me has alejado de ti?
¿Por qué tengo que andar triste
y oprimido por mis enemigos?
3 Envía tu luz y tu verdad,
para que ellas me enseñen el camino
que lleva a tu santo monte,
al lugar donde tú vives.
4 Llegaré entonces a tu altar, oh Dios,
y allí te alabaré al son del arpa,
pues tú, mi Dios, llenas mi vida de alegría.
5 ¿Por qué voy a desanimarme?
¿Por qué voy a estar preocupado?
Mi esperanza he puesto en Dios,
a quien todavía seguiré alabando.
¡Él es mi Dios y Salvador!
Liberaciones pasadas y pruebas presentes, Salmo 44.1-26
Oh Dios,
hemos oído con nuestros oídos,
y nuestros padres nos han contado
lo que tú hiciste en sus días,
en aquellos tiempos pasados:
2 (3) con tu propia mano
echaste fuera a los paganos,
castigaste a las naciones
y estableciste allí a nuestros padres.
3 (4) Pues no fue su brazo ni su espada
lo que les dio la victoria;
ellos no conquistaron la tierra.
¡Fue tu poder y tu fuerza!
¡Fue el resplandor de tu presencia,
porque tú los amabas!
4 (5) ¡Mi Rey! ¡Mi Dios!
Tú diste las victorias a tu pueblo;
5 (6) por ti vencimos a nuestros enemigos;
¡en tu nombre aplastamos a los que nos atacaban!
6 (7) Porque no confiaría yo en mi arco,
ni mi espada podría darme la victoria;
7 (8) fuiste tú quien nos hizo vencer a nuestros enemigos,
quien puso en ridículo a los que nos odiaban.
8 (9) ¡Siempre estaremos orgullosos de ti, oh Dios,
y siempre alabaremos tu nombre!
9 (10) Pero nos has rechazado;
nos has cubierto de vergüenza.
Ya no sales con nuestros ejércitos.
10 (11) Nos has hecho dar la espalda a nuestros enemigos;
los que nos odian nos roban
y se llevan lo que quieren.
11 (12) Nos has entregado
cual si fuéramos ovejas para el matadero;
nos has dispersado entre los paganos;
12 (13) has vendido a tu pueblo muy barato,
y nada has ganado con venderlo.
13 (14) Nos has convertido en objeto de insultos;
nuestros vecinos nos ofenden y ridiculizan.
14 (15) Has hecho que los paganos se burlen de nosotros;
al vernos, mueven burlones la cabeza.
15 (16) No hay momento en que no me vea humillado;
se me cae la cara de vergüenza
16 (17) por culpa del enemigo, que trata de vengarse
y que me ofende y ultraja.
17 (18) Esto que nos ha pasado
no fue por haberte olvidado.
¡No hemos faltado a tu alianza!
18 (19) No hemos pensado abandonarte
ni hemos dejado tus caminos.
19 (20) Sin embargo, tú nos has aplastado
en lugares de miseria.
¡Nos has cubierto de terrible oscuridad!
20 (21) Si te hubiéramos olvidado, oh Dios,
y adorado en tu lugar a un dios extraño,
21 (22) tú te habrías dado cuenta,
pues conoces los más íntimos secretos.
22 (23) Pero por causa tuya estamos siempre
expuestos a la muerte;
nos tratan como a ovejas para el matadero.
23 (24) ¿Por qué duermes, Señor?
¡Despierta, despierta!
¡No nos rechaces para siempre!
24 (25) ¿Por qué te escondes?
¿Por qué te olvidas de nosotros,
que sufrimos tanto, tanto?
25 (26) Estamos rendidos y humillados,
arrastrando nuestros cuerpos por el suelo.
26 (27) ¡Levántate,
ven a ayudarnos
y sálvanos por tu gran amor!
Cántico de las bodas del rey, Salmo 45.1-17
Palabras hermosas bullen en mi mente;
mi lengua es como la pluma de un buen escritor.
¡Voy a recitar mi poesía ante el rey!
2 (3) ¡Eres el más hermoso de los hombres!
¡El encanto brota de tus labios!
Por eso Dios te bendijo para siempre.
3 (4) ¡Ponte la espada a la cintura, valiente!
¡Ella es tu adorno esplendoroso!
4 (5) Tu gloria consiste en avanzar triunfante,
luchando en favor de la verdad
y haciendo justicia a los humildes.
¡Tu mano derecha realiza grandes proezas!
5 (6) Los pueblos caen a tus pies, oh rey;
tus flechas son agudas y se clavan
en el corazón de tus enemigos.
6 (7) Tu reinado, oh Dios, es eterno,
y es un reinado de justicia.
7 (8) Amas el bien y odias el mal.
Por eso te ha escogido Dios, tu Dios,
y te ha colmado de alegría
más que a tus compañeros.
8 (9) Toda tu ropa es perfume de mirra, áloe y canela;
con música de instrumentos de cuerda
te alegran en los palacios de marfil.
9 (10) Entre las damas de tu corte hay princesas;
a la derecha de tu trono está la reina,
adornada con el oro más fino.
10 (11) Escucha, hijita;
fíjate bien en lo que voy a decirte:
Olvídate de tu familia y de tu gente,
11 (12) pues el rey desea tu belleza;
él es tu señor, y debes obedecerlo.
12 (13) Princesa de Tiro,
los más ricos del pueblo
procuran con regalos ganarse tu favor.
13 (14) ¡Aquí entra la princesa, en toda su hermosura!
¡Su vestido es de brocado de oro!
14 (15) Espléndidamente vestida la llevan ante el rey,
seguida de sus damas de honor,
del cortejo de sus amigas.
15 (16) Avanzan con gran alegría;
alegres entran en el palacio del rey.
16 (17) Tus hijos, oh rey,
ocuparán el trono de tus antepasados,
y harás que gobiernen en todo el país.
17 (18) Yo haré que tu nombre se recuerde
en cada nueva generación,
y que los pueblos te alaben por siempre.
Dios es nuestro amparo y Fortaleza, Salmo 46.1-11
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza;
nuestra ayuda en momentos de angustia.
2 (3) Por eso no tendremos miedo,
aunque se deshaga la tierra,
aunque se hundan los montes en el fondo del mar,
3 (4) aunque ruja el mar y se agiten sus olas,
aunque tiemblen los montes a causa de su furia.
4 (5) Un río alegra con sus brazos la ciudad de Dios,
la más santa de las ciudades del Altísimo.
5 (6) Dios está en medio de ella, y la sostendrá;
Dios la ayudará al comenzar el día.
6 (7) Las naciones rugen, los reinos tiemblan,
la tierra se deshace cuando él deja oír su voz.
7 (8) ¡El Señor todopoderoso está con nosotros!
¡El Dios de Jacob es nuestro refugio!
8 (9) Vengan a ver las cosas sorprendentes
que el Señor ha hecho en la tierra:
9 (10) ha puesto fin a las guerras
hasta el último rincón del mundo;
ha roto los arcos,
ha hecho pedazos las lanzas,
¡ha prendido fuego a los carros de guerra!
10 (11) «¡Ríndanse! ¡Reconozcan que yo soy Dios!
¡Yo estoy por encima de las naciones!
¡Yo estoy por encima de toda la tierra!»
11 (12) ¡El Señor todopoderoso está con nosotros!
¡El Dios de Jacob es nuestro refugio!
Dios, el rey de toda la tierra, Salmo 47.1-10
¡Aplaudan, pueblos todos!
¡Aclamen a Dios con gritos de alegría!
2 (3) Porque el Señor, el Altísimo, es terrible;
es el gran Rey de toda la tierra.
3 (4) Destrozó pueblos y naciones
y los sometió a nuestro yugo.
4 (5) Nos ha escogido nuestra herencia,
que es orgullo de Jacob, a quien amó.
5 (6) ¡Dios el Señor ha subido a su trono
entre gritos de alegría y toques de trompeta!
6 (7) ¡Canten, canten himnos a Dios!
¡Canten, canten himnos a nuestro Rey!
7 (8) ¡Canten un poema a Dios,
porque él es el Rey de toda la tierra!
8 (9) ¡Dios es el Rey de las naciones!
¡Dios está sentado en su santo trono!
9 (10a) Los hombres importantes de las naciones
se unen al pueblo del Dios de Abraham,
10 (10b) pues de Dios son los poderes del mundo.
¡Él está por encima de todo!
Hermosura y gloria de Sión, Salmo 48.1-14
¡El Señor es grande!
¡Nuestro Dios es digno de alabanza
en su ciudad y en su santo monte!
2 (3) ¡Qué hermosa altura la del monte Sión,
allá, en el extremo norte!
¡Es la alegría de toda la tierra!
¡Es la ciudad del gran Rey!
3 (4) Dios está en los palacios de Jerusalén;
Dios se ha dado a conocer como un refugio seguro.
4 (5) Pues los reyes se reunieron
y juntos avanzaron contra ella;
5 (6) pero al ver la ciudad se sorprendieron,
se inquietaron y huyeron.
6 (7) El miedo se adueñó de ellos:
se retorcían de dolor, como mujer de parto;
7 (8) como el viento del este, que destroza los barcos de Tarsis.
8 (9) En la ciudad de nuestro Dios,
el Señor todopoderoso,
hemos visto con nuestros ojos
lo mismo que nos habían contado:
¡Dios afirmará para siempre a Jerusalén!
9 (10) Oh Dios,
en medio de tu templo
pensamos en tu gran amor.
10 (11) Oh Dios,
por toda la tierra eres alabado
como corresponde a tu nombre.
Con tu poder haces plena justicia.
11 (12) ¡Que se alegre el monte Sión!
¡Que salten de alegría las ciudades de Judá
por tus justas decisiones!
12 (13) Caminen alrededor de Sión
y cuenten las torres que tiene;
13 (14) fíjense en su muralla y en sus palacios,
para que puedan contar
a las generaciones futuras
14 (15) que así es nuestro Dios
por toda la eternidad.
¡Él es nuestro guía eternamente!
Mayo 4
La insensatez de confiar en las riquezas, Salmo 49.1-20
Oigan bien esto,
pueblos y habitantes de todo el mundo,
2 (3) lo mismo los ricos que los pobres,
lo mismo los poderosos que los humildes.
3 (4) Voy a hablar con sabiduría
y expresaré pensamientos profundos;
4 (5) pondré atención a los refranes,
y diré mi secreto al son del arpa.
5 (6) ¿Por qué voy a tener miedo
cuando vengan los días malos,
cuando me encuentre rodeado
de la maldad de mis enemigos?
6 (7) Ellos confían en sus riquezas
y se jactan de sus muchos bienes,
7 (8) pero nadie puede salvarse a sí mismo
ni pagarle a Dios porque le salve la vida.
8 (9) ¡No hay dinero que pueda comprar la vida de un hombre,
9 (10) para que viva siempre y se libre de la muerte!
10 (11) Pues se ve que todos mueren por igual,
lo mismo los sabios que los tontos,
y se quedan para otros sus riquezas.
11 (12) Aunque dieron su nombre a sus tierras,
el sepulcro será su hogar eterno;
¡allí se quedarán para siempre!
12 (13) El hombre no es eterno, por muy rico que sea;
muere lo mismo que los animales.
13 (14) Así acaban los que en sí mismos confían;
así terminan los que a sí mismos se alaban.
14 (15) Para esa gente, la muerte es el pastor
que los conduce al sepulcro
como si fueran ovejas.
Cuando llegue la mañana,
los buenos triunfarán sobre ellos;
su fuerza irá decayendo
y el sepulcro será su hogar.
15 (16) Pero Dios me salvará del poder de la muerte,
pues me llevará con él.
16 (17) No te inquietes si alguien se hace rico
y aumenta el lujo de su casa,
17 (18) pues cuando muera no podrá llevarse nada,
ni su lujo le seguirá al sepulcro.
18 (19) Aunque se sienta feliz mientras vive,
y la gente lo alabe por ser rico,
19 (20) llegará el día en que se muera,
y no volverá a ver la luz.
20 (21) El hombre no es eterno, por muy rico que sea;
muere lo mismo que los animales.
Anhelo por la casa de Dios, Salmo 84.1-12
¡Cuán hermoso es tu santuario,
Señor todopoderoso!
2 (3) ¡Con qué ansia y fervor
deseo estar en los atrios de tu templo!
¡Con todo el corazón
canto alegre al Dios de la vida!
3 (4) Aun el gorrión y la golondrina
hallan lugar en tus altares
donde hacerles nido a sus polluelos,
oh Señor todopoderoso,
Rey mío y Dios mío.
4 (5) ¡Felices los que viven en tu templo
y te alaban sin cesar!
5 (6) ¡Felices los que en ti encuentran ayuda,
los que desean peregrinar hasta tu monte!
6 (7) Cuando pasen por el valle de las Lágrimas
lo convertirán en manantial,
y aun la lluvia lo llenará de bendiciones;
7 (8) irán sus fuerzas en aumento,
y en Sión verán al Dios supremo.
8 (9) Señor, Dios todopoderoso,
Dios de Jacob,
¡escucha mi oración!
9 (10) Mira, oh Dios, con buenos ojos
a aquel que es nuestro escudo,
a quien tú has escogido como rey.
10 (11) ¡Más vale estar un día en tus atrios,
que mil fuera de ellos!
Prefiero ser portero del templo de mi Dios,
que vivir en lugares de maldad.
11 (12) Porque Dios el Señor nos alumbra y nos protege;
el Señor ama y honra a los que viven sin tacha,
y nada bueno les niega.
12 (13) Señor todopoderoso,
¡felices los que en ti confían!
Súplica por la misericordia de Dios sobre Israel, Salmo 85.1-13
Señor,
tú has sido muy bueno con este país tuyo;
has cambiado la suerte de Jacob;
2 (3) has perdonado la maldad de tu pueblo
y todos sus pecados;
3 (4) has calmado por completo
tu enojo y tu furor.
4 (5) Dios y Salvador nuestro,
¡sálvanos también ahora
y no sigas enojado con nosotros!
5 (6) ¿Acaso vas a prolongar por siempre
tu enojo contra nosotros?
6 (7) ¿No volverás a darnos vida,
para que tu pueblo se alegre por ti?
7 (8) Oh Señor,
¡muéstranos tu amor, y sálvanos!
8 (9) Escucharé lo que el Señor va a decir;
pues va a hablar de paz a su pueblo,
a los que le son fieles,
para que no vuelvan a hacer locuras.
9 (10) En verdad, Dios está muy cerca,
para salvar a los que le honran;
su gloria vivirá en nuestra tierra.
10 (11) El amor y la verdad se darán cita,
la paz y la justicia se besarán,
11 (12) la verdad brotará de la tierra
y la justicia mirará desde el cielo.
12 (13) El Señor mismo traerá la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
13 (14) La justicia irá delante de él,
y le preparará el camino.
El privilegio de morar en Sión, Salmo 87.1-7
Los cimientos de la ciudad de Dios
están sobre los montes santos.
2 El Señor ama las puertas de Sión
más que a todas las casas de Jacob.
3 Ciudad de Dios,
qué cosas tan hermosas se dicen de ti:
4 «Entre los pueblos que me conocen
puedo nombrar a Egipto y Babilonia,
Filistea, Tiro y Etiopía;
todos ellos nacieron en ti.»
5 De la ciudad de Sión dirán:
«Éste y aquél nacieron en ella.»
El Altísimo mismo la ha afirmado.
6 El Señor escribe en el libro
donde constan los nombres de los pueblos:
«Éste nació en ella.»
7 Y los que cantan y los que bailan dicen:
«Mi hogar está en ti.»
SALMOS DE DAVID PARA JEDUTÚN (¿Etán?)
El carácter transitorio de la vida, Salmo 39.1-13
Yo había prometido cuidar mi conducta,
y no pecar con mi lengua,
y ponerle un freno a mis labios
mientras hubiera malvados delante de mí.
2 (3) Y me hacía el mudo: no decía nada.
¡Ni siquiera hablaba de lo bueno!
Pero mi dolor iba en aumento;
3 (4) ¡el corazón me ardía en el pecho!
Pensando en ello, un fuego se encendió dentro de mí,
y dije entonces con voz fuerte:
4 (5) «Señor, hazme saber qué fin tendré
y cuánto tiempo voy a vivir,
para que comprenda cuán breve es mi vida.
5 (6) Me has dado una vida muy corta;
no es nada mi vida delante de ti.
¡Todo hombre dura lo que un suspiro!
6 (7) ¡Todo hombre pasa como una sombra!
De nada le sirve amontonar riquezas,
pues no sabe quién se quedará con ellas.
7 (8) Y así, Señor, ¿qué puedo ya esperar?
¡Mi esperanza está en ti!
8 (9) Líbrame de mis pecados;
no dejes que los necios se burlen de mí.
9 (10) »Me hice el mudo y no abrí la boca,
porque tú eres el que actúa.
10 (11) Aparta de mí tus golpes;
estoy acabado por los golpes de tu brazo.
11 (12) Tú corriges al hombre castigando su maldad,
y reduces a polvo lo que más ama.
¡Todo hombre es un suspiro!
12 (13) »Señor, escucha mi oración,
¡presta oído a mis lamentos!,
¡no te quedes callado ante mis lágrimas!
Yo soy para ti un extranjero,
un ave de paso, como mis antepasados.
13 (14) Deja ya de mirarme, dame un momento de respiro,
antes que me vaya y deje de existir.»
Dios, el único refugio, Salmo 62.1-12
Sólo en Dios encuentro paz;
mi salvación viene de él.
2 (3) Sólo él me salva y me protege.
No caeré, porque él es mi refugio.
3 (4) ¿Hasta cuándo me atacarán ustedes
y tratarán de echarme abajo,
cual si fuera una pared que se derrumba
o una cerca a punto de caer al suelo?
4 (5) Sólo piensan en derribarme;
su mayor placer es la mentira.
Me alaban con los labios,
pero me maldicen con el pensamiento.
5 (6) Sólo en Dios encuentro paz;
pues mi esperanza viene de él.
6 (7) Sólo él me salva y me protege.
No caeré, porque él es mi refugio.
7 (8) De Dios dependen mi salvación y mi honor;
él es mi protección y mi refugio.
8 (9) ¡Pueblo mío, confía siempre en él!
¡Háblenle en oración con toda confianza!
¡Dios es nuestro refugio!
9 (10) El hombre es pura ilusión,
tanto el pobre como el rico;
si en una balanza los pesaran juntos,
pesarían menos que nada.
10 (11) No confíen en la violencia;
¡no se endiosen con el pillaje!
Si llegan a ser ricos,
no pongan su confianza en el dinero.
11-12 (12-13) Más de una vez he escuchado
esto que Dios ha dicho:
que el poder y el amor le pertenecen,
y que él recompensa a cada uno
conforme a lo que haya hecho.
SALMOS DE DAVID PARA EL MÚSICO PRINCIPAL
Oración vespertina de confianza en Dios, Salmo 4-1.8
Dios y defensor mío,
¡contéstame cuando te llame!
Tú, que en mi angustia me diste alivio,
¡ten compasión de mí y escucha mi oración!
2 (3) Ustedes, que se creen grandes señores,
¿hasta cuándo ofenderán mi honor?,
¿hasta cuándo desearán y buscarán
lo que no tiene sentido,
lo que sólo es falsedad?
3 (4) Sepan que el Señor prefiere al hombre que le es fiel;
sepan que el Señor me escucha cuando lo llamo.
4 (5) ¡Tiemblen y no pequen más!
Ya acostados, y en silencio,
examinen su propia conciencia;
5 (6) ofrezcan sacrificios sinceros
y confíen en el Señor.
6 (7) Muchos dicen: «¿Quién nos mostrará la dicha?»
¡Señor, míranos con buenos ojos!
7 (8) Tú has puesto en mi corazón más alegría
que en quienes tienen trigo y vino en abundancia.
8 (9) Yo me acuesto tranquilo y me duermo en seguida,
pues tú, Señor, me haces vivir confiado.
Mayo 5
Plegaria pidiendo protección, Salmo 5.1-12
Señor, Rey mío y Dios mío,
escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
oye mis súplicas,
pues a ti elevo mi oración.
3 (4) De mañana escuchas mi voz;
muy temprano te expongo mi caso,
y quedo esperando tu respuesta.
4 (5) No eres tú un Dios que se complace en lo malo;
los malvados no pueden vivir a tu lado,
5 (6) ni en tu presencia hay lugar para los orgullosos.
Tú odias a los malhechores,
6 (7) destruyes a los mentirosos y rechazas a los traidores y asesinos.
7 (8) En cambio yo, por tu gran amor,
puedo entrar en tu templo;
¡puedo adorarte con toda reverencia
mirando hacia tu santo templo!
8 (9) Señor, por causa de mis enemigos
guíame en tu justicia,
llévame por el buen camino.
9 (10) Ellos nunca hablan con sinceridad;
¡están corrompidos por dentro!
Sepulcro abierto es su garganta;
¡su lengua es mentirosa!
10 (11) ¡Castígalos, Dios mío!
¡Haz que fracasen sus intrigas!
Recházalos por sus muchos pecados,
porque se han rebelado contra ti.
11 (12) Alégrense los que buscan tu protección;
canten siempre de alegría
porque tú los proteges.
Los que te aman, se alegran por causa tuya,
12 (13) pues tú, Señor, bendices al que es fiel;
tu bondad lo rodea como un escudo.
Oración pidiendo misericordia en tiempo de prueba, Salmo 6.1-10
Señor,
no me reprendas en tu enojo,
no me castigues en tu furor.
2 (3) Señor, ten compasión de mí,
pues me siento sin fuerzas.
Señor, devuélveme la salud,
pues todo el cuerpo me tiembla.
3 (4) ¡Estoy temblando de miedo!
Y tú, Señor, ¿cuándo vendrás?
4 (5) Ven, Señor, ¡salva mi vida!,
¡sálvame, por tu amor!
5 (6) Nadie que esté muerto puede acordarse de ti;
¿quién podrá alabarte en el sepulcro?
6 (7) Estoy cansado de llorar.
Noche tras noche lloro tanto
que inundo de lágrimas mi almohada.
7 (8) El dolor me nubla la vista;
¡se me nubla por culpa de mis enemigos!
8 (9) ¡Apártense de mí, malhechores,
que el Señor ha escuchado mis sollozos!
9 (10) El Señor ha escuchado mis ruegos,
¡el Señor ha aceptado mi oración!
10 (11) Mis enemigos, muertos de miedo,
quedarán en ridículo;
¡en un abrir y cerrar de ojos huirán avergonzados!
La gloria de Dios y la honra del hombre, Salmo 8.1-9
Señor, soberano nuestro,
¡tu nombre domina en toda la tierra!,
¡tu gloria se extiende más allá del cielo!
2 (3) Con la alabanza de los pequeños,
de los niñitos de pecho,
has construido una fortaleza
por causa de tus enemigos,
para acabar con rebeldes y adversarios.
3 (4) Cuando veo el cielo que tú mismo hiciste,
y la luna y las estrellas que pusiste en él,
4 (5) pienso:
¿Qué es el hombre?
¿Qué es el ser humano?
¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?
5 (6) Pues lo hiciste casi como un dios,
lo rodeaste de honor y dignidad,
6 (7) le diste autoridad sobre tus obras,
lo pusiste por encima de todo:
7 (8) sobre las ovejas y los bueyes, sobre los animales salvajes,
8 (9) sobre las aves que vuelan por el cielo,
sobre los peces que viven en el mar,
¡sobre todo lo que hay en el mar!
9 (10) Señor, soberano nuestro,
¡tu nombre domina en toda la tierra!
Acción de gracias por la justicia de Dios, Salmo 9.1-20
Oh Señor,
quiero alabarte con todo el corazón
y contar tus muchas maravillas.
2 (3) Oh Altísimo,
por ti quiero gritar lleno de alegría;
¡quiero cantar himnos a tu nombre!
3 (4) Mis enemigos huyen delante de ti;
caen y mueren.
4 (5) Tú eres juez justo:
te has sentado en tu trono, para hacerme justicia.
5 (6) Has reprendido a los paganos,
has destruido a los malvados,
¡has borrado su recuerdo para siempre!
6 (7) El enemigo ha muerto,
y con él han muerto sus ciudades;
tú las destruiste,
y no quedó de ellas ni el recuerdo.
7 (8) Pero el Señor es Rey por siempre;
ha afirmado su trono para el juicio:
8 (9) juzgará al mundo con justicia,
dictará a los pueblos justa sentencia.
9 (10) El Señor protege a los oprimidos;
él los protege en tiempos de angustia.
10 (11) Señor,
los que te conocen, confían en ti,
pues nunca abandonas a quienes te buscan.
11 (12) Canten himnos al Señor, que reina en Sión;
anuncien a los pueblos lo que ha hecho.
12 (13) Dios se acuerda de los afligidos
y no olvida sus lamentos;
castiga a quienes les hacen violencia.
13 (14) Señor, ten compasión de mí,
mira cómo me afligen los que me odian,
¡sácame de las puertas de la muerte!
14 (15) Y así, a las puertas de Jerusalén,
diré a todo el mundo que tú eres digno de alabanza,
y que yo soy feliz porque me has salvado.
15 (16) Los paganos caen en su propia trampa;
sus pies quedan atrapados
en la red que ellos mismos escondieron.
16 (17) El Señor se ha dado a conocer:
¡ha hecho justicia!
El malvado queda preso
en la trampa tendida por él mismo.
17 (18) Los malvados y paganos,
los que se olvidan de Dios,
acabarán en el reino de la muerte;
18 (19) pues no siempre serán olvidados los pobres,
ni para siempre se perderá su esperanza.
19 (20) Levántate, Señor;
no consientas la altanería del hombre;
¡juzga a los paganos en tu presencia!
20 (21) Hazles sentir temor, Señor;
¡hazles saber que no son más que hombres!
Plegaria pidiendo la destrucción de los malvados, Salmo 10.1-18
Señor, ¿por qué te quedas tan lejos?,
¿por qué te escondes en tiempos de angustia?
2 Con altanería, el malvado
persigue rabiosamente al humilde;
pero ha de quedar atrapado
en las trampas que él mismo ha puesto.
3 El malvado se jacta de sus propios deseos;
el ambicioso maldice y desprecia al Señor.
4 Levanta insolente la nariz, y dice:
«No hay Dios. No hay quien me pida cuentas.»
Eso es todo lo que piensa.
5 Siempre tiene éxito en lo que hace.
Para él, tus juicios están lejos,
muy lejos de su vista.
Se burla de sus enemigos,
6 y piensa que nadie lo hará caer,
que jamás tendrá problemas.
7 Su boca está llena de maldiciones,
de mentiras y de ofensas;
sus palabras ocultan opresión y maldad.
8 Se pone al acecho, por las aldeas,
y a escondidas mata al inocente.
No pierde de vista al indefenso:
9 como si fuera un león en su cueva,
espía al pobre desde su escondite,
esperando el momento de caer sobre él,
y cuando lo atrapa, lo arrastra en su red.
10 Se agacha, se encoge,
y caen en sus garras los indefensos.
11 El malvado cree que Dios se olvida,
que se tapa la cara y que nunca ve nada.
12 ¡Levántate, Señor, levanta tu brazo!
¡No olvides a los afligidos!
13 ¿Por qué, Dios mío, han de burlarse los malos,
pensando que no habrás de pedirles cuentas?
14 Tú mismo has visto su irritante maldad;
¡la has visto, y les darás su merecido!
A ti se acogen los indefensos;
tú eres la ayuda de los huérfanos.
15 ¡Rómpeles el brazo a los malvados!
¡Pídeles cuentas de su maldad
hasta que no quede nada pendiente!
16 El Señor es el Rey eterno;
¡los paganos serán echados de su país!
17 Señor, tú escuchas la oración de los humildes,
tú los animas y los atiendes.
18 Haz justicia al huérfano y al oprimido:
¡que el hombre, hecho de tierra,
no vuelva a sembrar el terror!
El refugio del justo, Salmo 11.1-7
o busco mi refugio en el Señor.
Es por demás que me digan:
«Huye a los montes, como las aves.
2 Fíjate en los malvados:
ponen la flecha en la cuerda,
tensan el arco
y, desde un lugar escondido,
disparan contra los hombres honrados.
3 Y cuando las bases mismas se vienen abajo,
¿qué puede hacer el hombre honrado?»
4 El Señor está en su santo templo.
El Señor tiene su trono en el cielo,
y con ojos bien abiertos
vigila atentamente a los hombres.
5 El Señor vigila a justos y a malvados,
y odia con toda su alma
a los que aman la violencia.
6 El Señor hará llover sobre los malos
brasas, fuego y azufre,
y traerá un viento que todo lo quemará.
¡El Señor les dará su merecido!
7 El Señor es justo
y ama lo que es justo;
¡por eso lo verán cara a cara los sinceros!
Oración pidiendo ayuda contra los malos, Salmo 12.1-8
Sálvanos, Señor, pues ya no hay creyentes fieles;
ya no hay hombres sinceros.
2 (3) Unos a otros se mienten;
hablan con hipocresía y doble sentido.
3 (4) Arranca, Señor, de raíz
a los hipócritas y fanfarrones,
4 (5) a los que dicen:
«Con tener boca nos basta;
nuestra lengua nos defiende.
¿Quién se atreve a darnos órdenes?»
5 (6) Esto ha dicho el Señor:
«A los pobres y débiles
se les oprime y se les hace sufrir.
Por eso voy ahora a levantarme,
y les daré la ayuda que tanto anhelan.»
6 (7) Las promesas del Señor son puras;
¡son como la plata más pura,
refinada en el horno siete veces!
7 (8) Tú, Señor, nos cuidarás;
¡siempre nos protegerás de tales gentes!
8 (9) Los malvados rondan por todos lados
y todo el mundo alaba la maldad.
Plegaria pidiendo ayuda en la aflicción, Salmo 13.1-6
Señor,
¿hasta cuándo me olvidarás?
¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo te esconderás de mí?
2 (3) ¿Hasta cuándo mi alma y mi corazón
habrán de sufrir y estar tristes todo el día?
¿Hasta cuándo habré de estar sometido al enemigo?
3 (4) Señor, Dios mío,
¡mírame, respóndeme, llena mis ojos de luz!
¡Que no caiga yo en el sueño de la muerte!
4 (5) ¡Que no diga mi enemigo: «Lo he vencido»!
¡Que no se alegre si yo fracaso!
5 (6a) Yo confío en tu amor;
mi corazón se alegra porque tú me salvas.
6 (6b) ¡Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho!
Mayo 6
Necedad y corrupción del hombre, Salmo 14.1-7
Los necios piensan que no hay Dios:
todos se han pervertido;
han hecho cosas horribles;
¡no hay nadie que haga lo bueno!
2 Desde el cielo mira el Señor a los hombres
para ver si hay alguien con entendimiento,
alguien que busque a Dios.
3 Pero todos se han ido por mal camino;
todos por igual se han pervertido.
¡Ya no hay quien haga lo bueno!
¡No hay ni siquiera uno!
4 No tienen entendimiento los malhechores,
los que se comen a mi pueblo como quien come pan,
los que no invocan el nombre del Señor.
5 Temblarán llenos de miedo,
pues Dios está con los que lo obedecen.
6 Se burlan de los anhelos del humilde,
pero el Señor lo protege.
7 ¡Ojalá que del monte Sión
venga la salvación de Israel!
Cuando el Señor haga cambiar la suerte de su pueblo,
se alegrarán los descendientes de Jacob,
todo el pueblo de Israel.
Insensatez y maldad de los hombres, Salmo 53.1-6
Los necios piensan que no hay Dios:
todos se han pervertido,
han hecho cosas malvadas;
¡no hay nadie que haga lo bueno!
2 (3) Desde el cielo, Dios mira a los hombres
para ver si hay alguien con entendimiento,
alguien que busque a Dios.
3 (4) Pero todos se han desviado,
todos por igual se han pervertido.
¡Ya no hay quien haga lo bueno!
¡No hay ni siquiera uno!
4 (5) No tienen entendimiento los malhechores,
los que se comen a mi pueblo como quien come pan,
los que no invocan el nombre de Dios.
5 (6) Aunque no haya razón para temblar,
ellos temblarán de miedo,
porque Dios esparce los huesos del enemigo.
Quedarán en ridículo, porque Dios los rechaza.
6 (7) ¡Ojalá que del monte Sión
venga la salvación de Israel!
Cuando Dios cambie la suerte de su pueblo,
se alegrarán los descendientes de Jacob,
todo el pueblo de Israel.
Las obras y la palabra de Dios, Salmo 19.1-14
El cielo proclama la gloria de Dios;
de su creación nos habla la bóveda celeste.
2 (3) Los días se lo cuentan entre sí;
las noches hacen correr la voz.
3 (4) Aunque no se escuchan palabras
ni se oye voz alguna,
4 (5) su mensaje llega a toda la tierra,
hasta el último rincón del mundo.
Allí Dios puso un lugar para el sol,
5 (6) y éste sale como un novio de la habitación nupcial,
y se alegra como un atleta al emprender su camino.
6 (7) Sale el sol por un lado del cielo
y da la vuelta hasta llegar al otro,
sin que nada pueda huir de su calor.
7 (8) La enseñanza del Señor es perfecta,
porque da nueva vida.
El mandato del Señor es fiel,
porque hace sabio al hombre sencillo.
8 (9) Los preceptos del Señor son justos,
porque traen alegría al corazón.
El mandamiento del Señor es puro
y llena los ojos de luz.
9 (10) El temor del Señor es limpio
y permanece para siempre.
Los decretos del Señor son verdaderos,
todos ellos son justos,
10 (11) ¡son de más valor que el oro fino!,
¡son más dulces que la miel del panal!
11 (12) Son también advertencias a este siervo tuyo,
y le es provechoso obedecerlas.
12 (13) ¿Quién se da cuenta de sus propios errores?
¡Perdona, Señor, mis faltas ocultas!
13 (14) Quítale el orgullo a tu siervo;
no permitas que el orgullo me domine.
Así seré un hombre sin tacha;
estaré libre de gran pecado.
14 (15) Sean aceptables a tus ojos
mis palabras y mis pensamientos,
oh Señor, refugio y libertador mío.
Oración pidiendo la Victoria, Salmo 20.1-9
Que el Señor te escuche cuando estés angustiado;
que el Dios mismo de Jacob te defienda.
2 (3) Que te envíe auxilio y ayuda
desde el santuario de Sión.
3 (4) Que se acuerde de todas tus ofrendas
y acepte con agrado tus holocaustos.
4 (5) Que cumpla todos tus deseos
y lleve a cabo todos tus planes.
5 (6) Celebraremos así tu victoria,
y levantaremos banderas
en el nombre del Dios nuestro.
¡Que el Señor cumpla todas tus peticiones!
6 (7) Estoy convencido de que el Señor
dará la victoria al rey que ha escogido;
de que le contestará desde su santo cielo,
dándole grandes victorias con su poder.
7 (8) Unos cuentan con sus carros de guerra
y otros cuentan con sus caballos;
pero nosotros contamos con el Señor nuestro Dios.
8 (9) A ellos se les doblan las rodillas, y caen,
pero nosotros seguimos firmes y en pie.
9 (10) Señor, ¡dale la victoria al rey!
¡Respóndenos cuando te llamemos!
Alabanza por haber sido librado del enemigo, Salmo 21.1-13
Señor,
el rey está alegre porque le has dado fuerzas;
¡está muy alegre porque le has dado la victoria!
2 (3) Has cumplido sus deseos;
no le has negado sus peticiones.
3 (4) Lo recibiste con grandes bendiciones
y le pusiste una corona de oro.
4 (5) Te pidió vida, y se la diste:
vida larga y duradera.
5 (6) Gracias a tu ayuda, es grande su poder;
le has dado honor y dignidad.
6 (7) Lo has bendecido para siempre;
con tu presencia lo llenas de alegría.
7 (8) Tú, oh rey, jamás caerás, pues confías en el Señor;
¡confías en el amor del Altísimo!
8 (9) Tu poder alcanzará a todos tus enemigos;
tu derecha alcanzará a los que te odian;
9 (10) los pondrás en un horno encendido
cuando aparezcas para juzgar.
El Señor, en su furor,
los consumirá con un fuego destructor.
10 (11) Borrarás del mundo y de entre los hombres
a sus hijos y sus descendientes.
11 (12) Aunque quieran hacerte daño
y hagan planes contra ti,
no se saldrán con la suya,
12 (13) pues tú los pondrás en fuga;
con tu arco apuntarás contra ellos.
13 (14) ¡Levántate con tu poder, Señor!
¡Celebraremos con himnos tus victorias!
Un grito de angustia y un canto de alabanza, Salmo 22.1-31
Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?,
¿por qué no vienes a salvarme?,
¿por qué no atiendes a mis lamentos?
2 (3) Dios mío,
día y noche te llamo, y no respondes;
¡no hay descanso para mí!
3 (4) Pero tú eres santo;
tú reinas, alabado por Israel.
4 (5) Nuestros padres confiaron en ti;
confiaron, y tú los libertaste;
5 (6) te pidieron ayuda, y les diste libertad;
confiaron en ti, y no los defraudaste.
6 (7) Pero yo no soy un hombre, sino un gusano;
¡soy el hazmerreír de la gente!
7 (8) Los que me ven, se burlan de mí;
me hacen muecas, mueven la cabeza
8 (9) y dicen:
«Éste confiaba en el Señor;
pues que el Señor lo libre.
Ya que tanto lo quiere, que lo salve.»
9 (10) Y así es:
tú me hiciste nacer del vientre de mi madre;
en su pecho me hiciste descansar.
10 (11) Desde antes que yo naciera,
fui puesto bajo tu cuidado;
desde el vientre de mi madre,
mi Dios eres tú.
11 (12) No te alejes de mí,
pues estoy al borde de la angustia
y no tengo quien me ayude.
12 (13) Mis enemigos me han rodeado como toros,
como bravos toros de Basán;
13 (14) rugen como leones feroces,
abren la boca y se lanzan contra mí.
14 (15) Soy como agua que se derrama;
mis huesos están dislocados.
Mi corazón es como cera
que se derrite dentro de mí.
15 (16) Tengo la boca seca como una teja;
tengo la lengua pegada al paladar.
¡Me has hundido hasta el polvo de la muerte!
16 (17) Como perros, una banda de malvados
me ha rodeado por completo;
me han desgarrado las manos y los pies.
17 (18) ¡Puedo contarme los huesos!
Mis enemigos no me quitan la vista de encima;
18 (19) se han repartido mi ropa entre sí,
y sobre ella echan suertes.
19 (20) Pero tú, Señor, que eres mi fuerza,
¡no te alejes!, ¡ven pronto en mi ayuda!
20 (21) Líbrame de morir a filo de espada,
no dejes que me maten esos perros,
21 (22) sálvame de la boca de esos leones,
¡defiéndeme de los cuernos de esos toros!
22 (23) Yo hablaré de ti a mis hermanos,
te alabaré en sus reuniones.
23 (24) Ustedes, los que honran al Señor, ¡alábenlo!
¡Glorifíquenlo todos los descendientes de Jacob!
¡Adórenlo todos los descendientes de Israel!
24 (25) Pues él no desprecia ni pasa por alto
el sufrimiento de los pobres,
ni se esconde de ellos.
¡Él los oye cuando le piden ayuda!
25 (26) En presencia de tu pueblo numeroso
alabaré tu fidelidad;
delante de los que te honran
te cumpliré mis promesas.
26 (27) Coman, ustedes los oprimidos,
hasta que estén satisfechos;
alaben al Señor, ustedes que lo buscan,
y vivan muchos años.
27 (28) Razas y naciones todas,
gente de todos los rincones de la tierra:
acuérdense del Señor, y vengan a él;
¡arrodíllense delante de él!
28 (29) Porque el Señor es el Rey,
y él gobierna las naciones.
29 (30) Inclínense y adórenlo sólo a él
todos los que viven en abundancia,
todos los que han de volver al polvo,
pues en sí mismos no tienen vida.
30 (31) Mis descendientes adorarán al Señor
y hablarán de él toda la vida;
31 (32) a los que nazcan después, les contarán
de su justicia y de sus obras.
Mayo 7
Declaración de confianza, Salmo 31.1-24
Señor, en ti busco protección;
¡no me defraudes jamás!
¡Ponme a salvo, pues tú eres justo!
2 (3) Dígnate escucharme;
¡date prisa, líbrame ya!
Sé tú mi roca protectora,
¡sé tú mi castillo de refugio y salvación!
3 (4) ¡Tú eres mi roca y mi castillo!
¡Guíame y protégeme; haz honor a tu nombre!
4 (5) ¡Sácame de la trampa que me han tendido,
pues tú eres mi protector!
5 (6) En tus manos encomiendo mi espíritu;
¡rescátame, Señor, Dios de la verdad!
6 (7) Odio a los que adoran ídolos inútiles.
He puesto mi confianza en el Señor.
7 (8) Tu amor me trae gozo y alegría.
Tú has visto mis tristezas,
conoces mis aflicciones;
8 (9) no me entregaste en manos del enemigo;
¡me hiciste poner pie en lugar seguro!
9 (10) Señor, ten compasión de mí,
pues estoy en peligro.
El dolor debilita mis ojos,
mi cuerpo, ¡todo mi ser!
10 (11) ¡El dolor y los lamentos
acaban con los años de mi vida!
La tristeza acaba con mis fuerzas;
¡mi cuerpo se está debilitando!
11 (12) Soy el hazmerreír de mis enemigos,
objeto de burla de mis vecinos,
horror de quienes me conocen.
¡Huyen de mí cuantos me ven en la calle!
12 (13) Me han olvidado por completo,
como si ya estuviera muerto.
Soy como un jarro hecho pedazos.
13 (14) Puedo oír que la gente cuchichea:
«Hay terror por todas partes.»
Como un solo hombre, hacen planes contra mí;
¡hacen planes para quitarme la vida!
14 (15) Pero yo, Señor, confío en ti;
yo he dicho: «¡Tú eres mi Dios!»
15 (16) Mi vida está en tus manos;
¡líbrame de mis enemigos, que me persiguen!
16 (17) Mira con bondad a este siervo tuyo,
y sálvame, por tu amor.
17 (18) A ti clamo, Señor;
¡no me hundas en la vergüenza!
¡Hunde en la vergüenza a los malvados;
húndelos en el silencio del sepulcro!
18 (19) Queden en silencio los labios mentirosos,
que hablan con burla y desprecio,
y ofenden al hombre honrado.
19 (20) ¡Qué grande es tu bondad para aquellos que te honran!
La guardas como un tesoro
y, a la vista de los hombres,
la repartes a quienes confían en ti.
20 (21) Con la protección de tu presencia
los libras de los planes malvados del hombre;
bajo tu techo los proteges
de los insultos de sus enemigos.
21 (22) Bendito sea el Señor, que con su amor
hizo grandes cosas por mí
en momentos de angustia.
22 (23) En mi inquietud llegué a pensar
que me habías echado de tu presencia;
pero cuando te pedí ayuda,
tú escuchaste mis gritos.
23 (24) Amen al Señor, todos sus fieles.
El Señor cuida de los sinceros,
pero a los altaneros
les da con creces su merecido.
24 (25) Den ánimo y valor a sus corazones
todos los que confían en el Señor.
La misericordia de Dios, Salmo 36.1-12
La maldad habla al malvado
en lo íntimo de su corazón.
Jamás tiene él presente
que hay que temer a Dios.
2 (3) Se cree tan digno de alabanzas,
que no encuentra odiosa su maldad.
3 (4) Es malhablado y mentiroso,
perdió el buen juicio, dejó de hacer el bien.
4 (5) Acostado en su cama, planea hacer lo malo;
tan aferrado está a su mal camino
que no quiere renunciar a la maldad.
5 (6) Pero tu amor, Señor, llega hasta el cielo;
tu fidelidad alcanza al cielo azul.
6 (7) Tu justicia es como las grandes montañas;
tus decretos son como el mar grande y profundo.
Tú, Señor, cuidas de hombres y animales.
7 (8) ¡Qué maravilloso es tu amor, oh Dios!
¡Bajo tus alas, los hombres buscan protección!
8 (9) Quedan completamente satisfechos
con la abundante comida de tu casa;
tú les das a beber de un río delicioso,
9 (10) porque en ti está la fuente de la vida
y en tu luz podemos ver la luz.
10 (11) Brinda siempre tu amor y tu justicia
a los que te conocen,
a los hombres honrados.
11 (12) No dejes que me pisoteen los orgullosos
ni que me zarandeen los malvados.
12 (13) ¡Vean cómo caen los malhechores!
¡Caen para no volver a levantarse!
Alabanza por la liberación divina, Salmo 40.1-17
Puse mi esperanza en el Señor,
y él se inclinó para escuchar mis gritos;
2 (3) me salvó de la fosa mortal,
me libró de hundirme en el pantano.
Afirmó mis pies sobre una roca;
dio firmeza a mis pisadas.
3 (4) Hizo brotar de mis labios un nuevo canto,
un canto de alabanza a nuestro Dios.
Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos
y pusieron su confianza en el Señor.
4 (5) ¡Feliz el hombre que confía en el Señor
y no busca a los insolentes
ni a los que adoran a dioses falsos!
5 (6) Señor y Dios mío,
muchas son las maravillas que tú has hecho
y las consideraciones que nos tienes.
¡Nada es comparable a ti!
Quisiera anunciarlas, hablar de ellas,
pero son más de las que puedo contar.
6 (7) Tú no te complaces en los sacrificios
ni en las ofrendas de cereales;
tampoco has pedido holocaustos
ni ofrendas para quitar el pecado.
En cambio, me has abierto los oídos.
7 (8) Por eso he dicho: Aquí estoy,
tal como el libro dice de mí.
8 (9) A mí me agrada hacer tu voluntad, Dios mío;
¡llevo tu enseñanza en el corazón!
9 (10) En presencia de tu pueblo numeroso
he dado a conocer lo que es justo.
¡Tú bien sabes, Señor, que no he guardado silencio!
10 (11) No me he quedado callado acerca de tu justicia;
he hablado de tu fidelidad y salvación.
Jamás he ocultado tu amor y tu verdad
ante tu pueblo numeroso.
11 (12) Y tú, Señor, ¡no me niegues tu ternura!
¡Que siempre me protejan tu amor y tu fidelidad!
12 (13) Pues me han pasado tantas desgracias
que ni siquiera las puedo contar.
Me han atrapado mis propias maldades;
¡hasta he perdido la vista!
Son más que los pelos de mi cabeza,
y hasta el ánimo he perdido.
13 (14) Señor, por favor, ¡ven a librarme!
Señor, ¡ven pronto en mi ayuda!
14 (15) ¡Que sean puestos en completo ridículo
los que tratan de acabar con mi vida!
¡Que huyan en forma vergonzosa
los que quieren hacerme daño!
15 (16) ¡Que huyan avergonzados
los que se burlan de mí!
16 (17) Pero que todos los que te buscan
se llenen de alegría;
que cuantos desean tu salvación
digan siempre: «¡El Señor es grande!»
17 (18) Y a mí, que estoy pobre y afligido,
no me olvides, Señor.
Tú eres quien me ayuda y me liberta;
¡no te tardes, Dios mío!
Súplica por la liberación, Salmo 70.1-5
Dios mío, ¡ven a librarme!
Señor, ¡ven pronto en mi ayuda!
2 (3) ¡Que sean puestos en ridículo
los que tratan de matarme!
¡Que huyan en forma vergonzosa
los que quieren hacerme daño!
3 (4) ¡Que huyan avergonzados
los que se burlan de mí!
4 (5) Pero que todos los que te buscan
se llenen de alegría;
que los que desean tu salvación
digan siempre: «¡Dios es grande!»
5 (6) Y a mí, que estoy pobre y afligido,
Dios mío, ¡ven pronto a ayudarme!
Tú eres quien me ayuda y me liberta;
¡no te tardes, Señor!
Oración pidiendo salud, Salmo 41.1-13
Dichoso el que piensa en el débil y pobre;
el Señor lo librará en tiempos malos.
2 (3) El Señor lo protegerá,
le dará vida y felicidad en la tierra,
y no lo abandonará al capricho de sus enemigos.
3 (4) El Señor le dará fuerzas en el lecho del dolor;
¡convertirá su enfermedad en salud!
4 (5) Yo he dicho:
«Señor, tenme compasión;
cúrame, aunque he pecado contra ti.»
5 (6) Mis enemigos me desean lo peor:
«¿Cuándo morirá y se perderá su recuerdo?»
6 (7) Vienen a verme, y no son sinceros;
guardan en su memoria todo lo malo,
y al salir a la calle lo dan a saber.
7 (8) Los que me odian se juntan y hablan de mí;
piensan que estoy sufriendo por mi culpa,
8 (9) y dicen:
«Su enfermedad es cosa del demonio;
ha caído en cama y no volverá a levantarse.»
9 (10) Aun mi mejor amigo, en quien yo confiaba,
el que comía conmigo, se ha vuelto contra mí.
10 (11) Pero tú, Señor, tenme compasión;
haz que me levante y les dé su merecido.
11 (12) En esto conoceré que te he agradado:
en que mi enemigo no cante victoria sobre mí.
12 (13) En cuanto a mí, que he vivido una vida sin tacha,
tómame en tus manos,
manténme siempre en tu presencia.
13 (14) ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
ahora y siempre!
¡Amén!
Plegaria pidiendo la destrucción de enemigos traicioneros, Salmo 55.1-23
Dios mío, escucha mi oración;
no desatiendas mi súplica.
2-3 (3-4) Hazme caso, contéstame;
en mi angustia te invoco.
Me hacen temblar la voz del enemigo
y los gritos de los malvados.
Me han cargado de aflicciones;
me atacan rabiosamente.
4 (5) El corazón me salta en el pecho;
el terror de la muerte ha caído sobre mí.
5 (6) Me ha entrado un temor espantoso;
¡estoy temblando de miedo!
6 (7) Y digo:
«Ojalá tuviera yo alas como de paloma;
volaría entonces y podría descansar.
7 (8) Volando me iría muy lejos;
me quedaría a vivir en el desierto.
8 (9) Correría presuroso a protegerme
de la furia del viento y de la tempestad.»
9 (10) Destrúyelos, Señor, confunde su lenguaje,
pues tan sólo veo violencia y discordia,
10 (11) que día y noche rondan la ciudad.
Hay en ella maldad e intrigas;
hay en ella corrupción;
11 (12) sus calles están llenas de violencia y engaño.
12 (13) No me ha ofendido un enemigo,
lo cual yo podría soportar;
ni se ha alzado contra mí el que me odia,
de quien yo podría esconderme.
13 (14) ¡Has sido tú, mi propio camarada,
mi más íntimo amigo,
14 (15) con quien me reunía en el templo de Dios
para conversar amigablemente,
con quien caminaba entre la multitud!
15 (16) ¡Que sorprenda la muerte a mis enemigos!
¡Que caigan vivos en el sepulcro,
pues la maldad está en su corazón!
16 (17) Pero yo clamaré a Dios;
el Señor me salvará.
17 (18) Me quejaré y lloraré
mañana, tarde y noche,
y él escuchará mi voz.
18 (19) En las batallas me librará;
me salvará la vida,
aunque sean muchos mis adversarios.
19 (20) Dios, el que reina eternamente,
me oirá y los humillará,
pues ellos no cambian de conducta
ni tienen temor de Dios.
20 (21) Levantan la mano contra sus amigos;
no cumplen su promesa de amistad.
21 (22) Usan palabras más suaves que la mantequilla,
pero sus pensamientos son de guerra.
Usan palabras más suaves que el aceite,
pero no son sino espadas afiladas.
22 (23) Deja tus preocupaciones al Señor,
y él te mantendrá firme;
nunca dejará que caiga
el hombre que lo obedece.
23 (24) Dios mío,
los asesinos y mentirosos no vivirán
ni la mitad de su vida;
tú harás que caigan al fondo del sepulcro,
pero yo confío en ti.
Mayo 8
Plegaria pidiendo el castigo de los malos, Salmo 58.1-11
Ustedes, los poderosos,
¿en verdad dictan sentencias justas
y juzgan rectamente a los hombres?
2 (3) Al contrario, actúan con mala intención;
abren camino a la violencia en el país.
3 (4) Los malvados se pervierten desde el vientre;
los mentirosos se descarrían desde antes de nacer.
4 (5) Son venenosos como víboras;
son como una serpiente venenosa
que se hace la sorda, que se tapa los oídos
5 (6) para no oír la música del mago,
del experto en encantamientos.
6 (7) Dios mío, ¡rómpeles los dientes!
Señor, ¡rómpeles los colmillos a esos leones!
7 (8) Que desaparezcan, como el agua que se escurre;
que se sequen, como la hierba del camino;
8 (9) que se deshagan, como el caracol en su baba,
¡como el niño abortado que nunca vio la luz!,
9 (10) que ardan como espinos antes que se den cuenta;
que sean arrancados con furia, como hierba verde.
10 (11) El que es fiel se alegrará de verse vengado;
¡empapará sus pies en la sangre del malvado!
11 (12) Y entonces se dirá:
«¡Vale la pena ser fiel!
¡Hay un Dios que juzga al mundo!»
Confianza en la protección de Dios, Salmo 61.1-8
Dios mío, escucha mis gritos de dolor,
¡atiende a mi oración!
2 (3) Desde el último rincón de la tierra clamo a ti,
pues mi corazón desfallece.
Ponme a salvo sobre una alta roca,
3 (4) pues tú eres mi refugio.
¡Eres como una torre fuerte
que me libra del enemigo!
4 (5) Quiero vivir en tu casa para siempre,
protegido debajo de tus alas.
5 (6) Tú, Dios mío, has escuchado mis promesas,
y me has dado la herencia
de los que honran tu nombre.
6 (7) Concédele al rey una larga vida;
que viva muchos, muchísimos años,
7 (8) y que reine siempre con tu bendición.
Cuídalo con tu amor y fidelidad;
8 (9) así alabaré tu nombre en todo tiempo
y cumpliré mis promesas día tras día.
Plegaria pidiendo protección contra enemigos ocultos, Salmo 64.1-10
Dios mío, escucha mi queja;
protege mi vida de terribles enemigos.
2 (3) Escóndeme de los malvados
y de sus planes secretos;
líbrame de la conspiración de los malvados,
3 (4) que afilan su lengua como espada
y lanzan como flechas palabras venenosas.
4 (5) Desde su escondite disparan contra el inocente;
disparan por sorpresa y sin temor.
5 (6) Se animan entre sí a hacer lo malo;
planean poner trampas escondidas
y piensan que nadie podrá verlos,
6 (7) que nadie investigará sus maldades.
Pero aquel que puede conocer
los pensamientos más íntimos del hombre,
hará la investigación.
7 (8) Dios los herirá con sus flechas,
los herirá por sorpresa;
8 (9) caerán por sus propias palabras,
y quienes los vean se burlarán de ellos.
9 (10) Todos entonces honrarán a Dios
y hablarán de sus acciones;
comprenderán lo que él ha hecho.
10 (11) El hombre bueno se alegrará en el Señor
y buscará protección en él,
y todos los hombres honrados
se sentirán satisfechos.
La generosidad de Dios en la naturaleza, Salmo 65.1-13
Oh Dios de Sión,
¡tú eres digno de alabanza!,
¡tú mereces que te cumplan lo prometido,
2 (3) pues escuchas la oración!
Todo el mundo viene a ti.
3 (4) Nuestras maldades nos dominan,
pero tú perdonas nuestros pecados.
4 (5) Feliz el hombre a quien escoges
y lo llevas a vivir cerca de ti,
en las habitaciones de tu templo.
¡Que seamos colmados con lo mejor de tu casa,
con la santidad de tu templo!
5 (6) Dios y Salvador nuestro,
tú nos respondes
con maravillosos actos de justicia;
la tierra entera confía en ti,
y también el mar lejano;
6 (7) tú mantienes firmes las montañas
con tu poder y tu fuerza.
7 (8) Tú calmas el estruendo de las olas
y el alboroto de los pueblos;
8 (9) aun los que habitan en lejanas tierras
tiemblan ante tus maravillas;
por ti hay gritos de alegría
del oriente al occidente.
9 (10) Tú tienes cuidado de la tierra;
le envías lluvia y la haces producir;
tú, con arroyos caudalosos,
haces crecer los trigales.
¡Así preparas el campo!
10 (11) Tú empapas los surcos de la tierra
y nivelas sus terrones;
ablandas la tierra con lluvias abundantes
y bendices sus productos.
11 (12) Tú colmas el año de bendiciones,
tus nubes derraman abundancia;
12 (13) los pastos del desierto están verdes
y los montes se visten de gala;
13 (14) los llanos se cubren de rebaños,
los valles se revisten de trigales;
¡todos cantan y gritan de alegría!
Un grito de angustia, Salmo 69.1-36
Sálvame, Dios mío,
porque estoy a punto de ahogarme;
2 (3) me estoy hundiendo en un pantano profundo
y no tengo dónde apoyar los pies.
He llegado a lo más hondo del agua
y me arrastra la corriente.
3 (4) Ya estoy ronco de tanto gritar;
la garganta me duele;
¡mis ojos están cansados
de tanto esperar a mi Dios!
4 (5) Son más los que me odian sin motivo
que los pelos de mi cabeza;
han aumentado mis enemigos,
los que sin razón me destruyen
y me exigen que devuelva lo que no he robado.
5 (6) Dios mío, tú sabes cuán necio he sido;
no puedo esconderte mis pecados.
6 (7) Señor, Dios todopoderoso,
¡que no pasen vergüenza por mi culpa
los que confían en ti!
Dios de Israel,
¡que no se decepcionen por mi causa
los que con ansia te buscan!
7 (8) Por ti he soportado ofensas;
mi cara se ha cubierto de vergüenza;
8 (9) ¡soy como un extraño y desconocido
para mis propios hermanos!
9 (10) Me consume el celo por tu casa;
en mí han recaído las ofensas
de los que te insultan.
10 (11) Cuando lloro y ayuno, se burlan de mí;
11 (12) si me visto de luto, soy el hazmerreír de todos.
12 (13) Ando de boca en boca,
y los borrachos me hacen canciones.
13 (14) Pero yo, Señor, a ti clamo.
Dios mío, ¡ayúdame ahora!
Por tu gran amor, ¡respóndeme!
Por tu constante ayuda, ¡sálvame!
14 (15) ¡No dejes que me hunda en el lodo!
¡Ponme a salvo de los que me odian
y de las aguas profundas!
15 (16) ¡No dejes que me arrastre la corriente!
¡No dejes que el profundo remolino
me trague y se cierre tras de mí!
16 (17) Señor, respóndeme;
¡tú eres bueno y todo amor!
Por tu inmensa ternura, fíjate en mí;
17 (18) ¡no rechaces a este siervo tuyo!
¡Respóndeme pronto, que estoy en peligro!
18 (19) Acércate a mí, y sálvame;
¡líbrame de mis enemigos!
19 (20) Tú conoces las ofensas,
la vergüenza y la deshonra que he sufrido;
tú sabes quiénes son mis enemigos.
20 (21) Las ofensas me han roto el corazón;
¡estoy sin ánimo y sin fuerzas!
Inútilmente he buscado
quien me consuele y compadezca.
21 (22) En mi comida pusieron veneno,
y cuando tuve sed me dieron a beber vinagre.
22 (23) ¡Que su mesa y sus comidas de amistad
se conviertan en trampa para ellos!
23 (24) ¡Haz que se queden ciegos
y que siempre les tiemblen las piernas!
24 (25) Descarga tu enojo sobre ellos;
¡que tu furia encendida los alcance!
25 (26) Que su campamento se vuelva un desierto,
y que nadie viva en sus tiendas;
26 (27) pues persiguen al que has afligido
y se burlan del dolor del que has herido.
27 (28) Devuélveles mal por mal;
¡que no alcancen tu perdón!
28 (29) ¡Bórralos del libro de la vida!
¡No los pongas en la lista de los justos!
29 (30) Pero a mí, que estoy enfermo y afligido,
levántame, Dios mío, y sálvame.
30 (31) Alabaré con cantos el nombre de Dios;
lo alabaré con gratitud,
31 (32) y el Señor quedará más complacido
que si le ofreciera un toro en sacrificio
o un novillo con cuernos y pezuñas.
32 (33) Al ver esto, se alegrarán los afligidos
y se animará el corazón de los que buscan a Dios;
33 (34) pues el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a los suyos que están presos.
34 (35) ¡Alaben al Señor el cielo, la tierra y el mar,
y todos los seres que en ellos viven!
35-36 (36-37) Pues Dios salvará a Sión
y reconstruirá las ciudades de Judá.
Los hijos de sus siervos heredarán la ciudad;
allí vivirán y tomarán posesión de ella;
¡los que aman su nombre la habitarán!
El Dios del Sinaí y del santuario, Salmo 68.1-35
Cuando Dios entra en acción,
sus enemigos se dispersan;
los que le odian huyen de su presencia;
2 (3) desaparecen como el humo en el aire,
se derriten como la cera en el fuego;
¡ante Dios están perdidos los malvados!
3 (4) Pero los buenos se alegran;
ante Dios se llenan de gozo,
¡saltan de alegría!
4 (5) Canten ustedes a Dios,
canten himnos a su nombre;
alaben al que cabalga sobre las nubes.
¡Alégrense en el Señor!
¡Alégrense en su presencia!
5 (6) Dios, que habita en su santo templo,
es padre de los huérfanos
y defensor de las viudas;
6 (7) Dios da a los solitarios un hogar donde vivir,
libera a los prisioneros y les da prosperidad;
pero los rebeldes vivirán en tierra estéril.
7 (8) Oh Dios, cuando saliste al frente de tu pueblo
marchando a través del desierto,
8 (9) la tierra tembló,
la lluvia cayó del cielo,
el Sinaí tembló delante de Dios,
delante del Dios de Israel.
9 (10) Oh Dios, tú hiciste llover en abundancia;
tu pueblo estaba agotado, y tú le diste fuerza.
10 (11) Tu pueblo se estableció allí
y tú, oh Dios, por tu bondad,
le diste al pobre lo necesario.
11 (12) El Señor dio un mensaje;
muchas mujeres lo anunciaban:
12 (13) «¡Están huyendo los reyes y sus ejércitos!»
En casa, las mujeres se repartían
lo que se le había quitado al enemigo,
13 (14) pero ustedes se quedaron entre los rediles.
¡Alas de paloma cubiertas de plata!
¡Sus plumas cubiertas de oro fino!
14 (15) Cuando el Todopoderoso hizo huir a los reyes,
nevaba sobre el monte Salmón.
15 (16) ¡Qué altos son los montes de Basán,
y qué elevadas sus cumbres!
16 (17) Ustedes, que son montes tan altos,
¿por qué miran con envidia
el monte donde Dios quiso residir?
¡El Señor vivirá allí para siempre!
17 (18) Dios cuenta por millones sus carros de combate;
del Sinaí vino en ellos a su templo.
18 (19) Oh Dios, subiste a lo alto llevando cautivos;
recibiste tributo entre los hombres
y hasta los rebeldes se rindieron a ti, Señor.
19 (20) ¡Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador,
que día tras día lleva nuestras cargas!
20 (21) Nuestro Dios es un Dios que salva
y que puede librarnos de la muerte.
21 (22) Dios partirá la cabeza de sus enemigos,
la cabeza de los que siguen pecando.
22 (23) El Señor ha dicho:
«Te haré volver de Basán;
te haré volver del mar profundo,
23 (24) para que bañes tus pies
en la sangre de tus enemigos
y tus perros se la beban.»
24 (25) Oh Dios, mi Dios y Rey,
en tu santuario se ven las procesiones
que celebran en tu honor.
25 (26) Los cantores van al frente
y los músicos detrás,
y en medio las jovencitas
van tocando panderetas.
26 (27) ¡Bendigan todos ustedes a Dios el Señor!
¡Bendígalo todo Israel reunido!
27 (28) Al frente de ellos va Benjamín, el menor,
con muchos jefes de Judá,
de Zabulón y de Neftalí.
28 (29) Dios mío, demuestra tu poder;
¡reafirma lo que has hecho por nosotros!
29 (30) Desde tu alto templo, en Jerusalén,
adonde los reyes te traen regalos,
30 (31) reprende a Egipto, a esa bestia de los juncos,
a esa manada de toros bravos y de becerros
que en su afán de riquezas humillan a los pueblos;
¡dispersa a la gente que ama la guerra!
31 (32) De Egipto vendrán embajadores;
Etiopía levantará sus manos a Dios.
32 (33) ¡Canten a Dios, reinos de la tierra,
canten himnos al Señor,
33 (34) al que cabalga en los cielos,
en los cielos eternos!
Escuchen cómo resuena su voz,
su voz poderosa.
34 (35) Reconozcan el poder de Dios:
su majestad se extiende sobre Israel,
su poder alcanza el cielo azul.
35 (36) Maravilloso es Dios en su santuario;
el Dios de Israel da poder y fuerza a su pueblo.
¡Bendito sea Dios!
Mayo 9
Clamor de venganza, Salmo 109.1-31
Oh Dios,
no te quedes callado ante mi oración,
2 pues labios mentirosos y malvados
hablan mal de mí,
y es falso lo que de mí dicen.
3 Sus expresiones de odio me rodean;
¡me atacan sin motivo!
4 A cambio de mi amor, me atacan;
pero yo hago oración.
5 Me han pagado mal por bien,
y a cambio de mi amor, me odian.
6 Pon como juez suyo a un malvado,
y que lo acuse su propio abogado;
7 que lo declaren culpable en el juicio;
que lo condene su propia defensa.
8 ¡Que viva poco tiempo
y que otro se apodere de sus bienes!
9 ¡Que sus hijos queden huérfanos
y viuda su esposa!
10 ¡Que sus hijos anden vagando y pidiendo limosna!
¡Que los echen de las ruinas de su casa!
11 Que se lleve el prestamista
todo lo que le pertenecía.
Que gente extraña le arrebate
el fruto de su trabajo.
12 Que no haya quien tenga compasión
de él ni de sus hijos huérfanos.
13 Que se acabe su descendencia,
que se borre para siempre su apellido.
14 Que se acuerde el Señor de la maldad de su padre
y nunca borre el pecado de su madre;
15 que el Señor los tenga siempre presentes
y borre de la tierra su recuerdo.
16 Nunca pensó en ser compasivo;
a los pobres y humildes y afligidos
los persiguió hasta matarlos.
17 Ya que prefirió la maldición, ¡que lo maldigan!
No quiso bendición, ¡pues que nunca lo bendigan!
18 Que lo cubra la maldición como un vestido;
que le entre en el vientre y en los huesos
cual si fuera agua o aceite;
19 ¡que lo cubra como un vestido
y lo oprima como un cinto!
20 ¡Así pague el Señor a mis enemigos
y a los que hablan mal de mí!
21 Pero tú, Señor,
haz honor a tu nombre, y trátame bien.
¡Sálvame, por la bondad de tu amor!
22 Estoy muy pobre y afligido,
tengo herido el corazón,
23 me voy desvaneciendo como una sombra,
¡el viento me arrastra como a una langosta!
24 De no comer me tiemblan las rodillas;
adelgazo por falta de alimento.
25 ¡Soy el hazmerreír de la gente!
¡Al verme, mueven burlones la cabeza!
26 Ayúdame, Señor y Dios mío;
¡sálvame, por tu amor!
27 Que sepan que tú, Señor,
has hecho esto con tu mano.
28 No importa que me maldigan,
con tal que tú me bendigas.
Que ellos se avergüencen
mientras tu siervo se alegra.
29 ¡Que mis enemigos se llenen de vergüenza!
¡Que los cubra la vergüenza como una capa!
30 Con mis labios daré al Señor gracias infinitas;
¡lo alabaré en medio de mucha gente!
31 Porque él aboga en favor del pobre
y lo pone a salvo de los que lo condenan.
Omnipresencia y omnisciencia de Dios, Salmo 139.1-24
Señor, tú me has examinado y me conoces;
2 tú conoces todas mis acciones;
aun de lejos te das cuenta de lo que pienso.
3 Sabes todas mis andanzas,
¡sabes todo lo que hago!
4 Aún no tengo la palabra en la lengua,
y tú, Señor, ya la conoces.
5 Por todos lados me has rodeado;
tienes puesta tu mano sobre mí.
6 Sabiduría tan admirable está fuera de mi alcance;
¡es tan alta que no alcanzo a comprenderla!
7 ¿A dónde podría ir, lejos de tu espíritu?
¿A dónde huiría, lejos de tu presencia?
8 Si yo subiera a las alturas de los cielos,
allí estás tú;
y si bajara a las profundidades de la tierra,
también estás allí;
9 si levantara el vuelo hacia el oriente,
o habitara en los límites del mar occidental,
10 aun allí me alcanzaría tu mano;
¡tu mano derecha no me soltaría!
11 Si pensara esconderme en la oscuridad,
o que se convirtiera en noche la luz que me rodea,
12 la oscuridad no me ocultaría de ti,
y la noche sería tan brillante como el día.
¡La oscuridad y la luz son lo mismo para ti!
13 Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo;
tú me formaste en el vientre de mi madre.
14 Te alabo porque estoy maravillado,
porque es maravilloso lo que has hecho.
¡De ello estoy bien convencido!
15 No te fue oculto el desarrollo de mi cuerpo
mientras yo era formado en lo secreto,
mientras era formado en lo más profundo de la tierra.
16 Tus ojos vieron mi cuerpo en formación;
todo eso estaba escrito en tu libro.
Habías señalado los días de mi vida
cuando aún no existía ninguno de ellos.
17 Oh Dios,
qué profundos me son tus pensamientos;
¡infinito es el conjunto de ellos!
18 Si yo quisiera contarlos, serían más que la arena;
y si acaso terminara, aún estaría contigo.
19 Oh Dios,
quítales la vida a los malvados
y aleja de mí a los asesinos,
20 a los que hablan mal de ti
y se levantan en vano en contra tuya.
21 Señor,
¿no odio acaso a los que te odian
y desprecio a los que te desafían?
22 ¡Los odio con toda mi alma!
¡Los considero mis enemigos!
23 Oh Dios,
examíname, reconoce mi corazón;
ponme a prueba, reconoce mis pensamientos;
24 mira si voy por el camino del mal,
y guíame por el camino eterno.
Súplica de protección contra los perseguidores, Salmo 140.1-13
Señor, líbrame de los malvados;
protégeme de los violentos,
2 (3) de los que traman el mal
y a todas horas provocan peleas.
3 (4) Su lengua es aguda, como de serpiente;
sus palabras son como veneno de víbora.
4 (5) Señor, protégeme del poder de los malvados,
protégeme de los violentos,
de los que hacen planes para que yo caiga.
5 (6) Esos orgullosos me han puesto una trampa;
me han tendido red y lazos;
me han puesto trampas junto al camino.
6 (7) Le he dicho al Señor: «Tú eres mi Dios;
¡escucha, pues, mi grito suplicante!
7 (8) Señor, Señor, mi Salvador poderoso,
tú proteges mi cabeza en el combate.»
8-9 (9-10) Señor, no concedas al malvado sus deseos;
no dejes que sus planes sigan adelante.
Los que me rodean levantan la cabeza;
¡que caiga sobre ellos la maldición que lanzan!
10 (11) Que caigan sobre ellos carbones encendidos;
que los echen en pozos, de donde no salgan más.
11 (12) Que no permanezca en la tierra el deslenguado;
que el mal persiga al violento y lo destruya.
12 (13) Yo sé que el Señor hace justicia al pobre
y defiende el derecho del afligido.
13 (14) Los hombres honrados alabarán tu nombre;
¡los hombres rectos vivirán en tu presencia!
OTROS SALMOS DE DAVID
El reino del ungido de Jehová, Salmo 2.1-12
¿Por qué se alborotan los pueblos paganos?
¿Por qué hacen planes sin sentido?
2 Los reyes y gobernantes de la tierra
se rebelan, y juntos conspiran
contra el Señor y su rey escogido.
3 Y gritan:
«¡Vamos a quitarnos sus cadenas!
¡Vamos a librarnos de sus ataduras!»
4 El Señor, el que reina en el cielo,
se ríe de ellos;
5 luego, enojado, los asusta;
lleno de furor les dice:
6 «Ya he consagrado a mi rey sobre Sión, mi monte santo.»
7 Voy a anunciar la decisión del Señor:
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo;
yo te he engendrado hoy.
8 Pídeme que te dé las naciones como herencia
y hasta el último rincón del mundo en propiedad,
y yo te los daré.
9 Con cetro de hierro destrozarás a los reyes;
¡los harás pedazos como a ollas de barro!»
10 Reyes y gobernantes de la tierra, entiendan esto,
¡aprendan bien esta lección!
11-12 Adoren al Señor con alegría y reverencia;
inclínense ante él con temblor,
no sea que se enoje
y ustedes mueran en el camino,
pues su furor se enciende fácilmente.
¡Felices los que buscan protección en él!
Plegaria pidiendo vindicación, Salmo 7.1-17
Señor, mi Dios, en ti busco protección;
¡sálvame de todos los que me persiguen!
¡Líbrame, pues son como leones;
no sea que me despedacen
y no haya quien me salve!
3 (4) Señor, mi Dios,
¿en cuál de estas cosas he incurrido?
¿Acaso he cometido un crimen?
4 (5) ¿Acaso he pagado a mi amigo mal por bien?
¿Acaso he oprimido sin razón a mi enemigo?
5 (6) De ser así, que mi enemigo me persiga;
que me alcance y me arrastre por el suelo,
y que haga rodar por el suelo mi honor.
6 (7) ¡Levántate, Señor, con furor!
¡Haz frente a la furia de mis enemigos!
Tú, que has decretado hacer justicia,
¡ponte de mi parte!
7 (8) Rodéate del conjunto de las naciones
y pon tu trono en lo alto, por encima de ellas.
8 (9) Señor, tú juzgas a las naciones:
júzgame conforme a mi honradez;
júzgame conforme a mi inocencia.
9 (10) Dios justo,
que examinas los pensamientos
y los sentimientos más profundos,
¡pon fin a la maldad de los malvados,
pero al hombre honrado manténlo firme!
10 (11) Mi protección es el Dios altísimo,
que salva a los de corazón sincero.
11 (12) Dios es un juez justo
que condena la maldad en todo tiempo.
12 (13) Si el hombre no se vuelve a Dios,
Dios afilará su espada;
ya tiene su arco tenso,
13 (14) ya apunta sus flechas encendidas,
¡ya tiene listas sus armas mortales!
14 (15) Miren al malvado:
tiene dolores de parto,
está preñado de maldad
y dará a luz mentira.
15 (16) Ha hecho una fosa muy honda,
y en su propia fosa caerá.
16 (17) ¡Su maldad y su violencia
caerán sobre su propia cabeza!
17 (18) Alabaré al Señor porque él es justo;
cantaré himnos al nombre del Señor,
al nombre del Altísimo.
Mayo 10
Los que habitarán en el monte santo de Dios, Salmo 15.1-5
Señor,
¿quién puede residir en tu santuario?,
¿quién puede habitar en tu santo monte?
2 Sólo el que vive sin tacha y practica la justicia;
el que dice la verdad de todo corazón;
3 el que no habla mal de nadie;
el que no hace daño a su amigo
ni ofende a su vecino;
4 el que mira con desprecio a quien desprecio merece,
pero honra a quien honra al Señor;
el que cumple sus promesas aunque le vaya mal;
5 el que presta su dinero sin exigir intereses;
el que no acepta soborno en contra del inocente.
El que así vive, jamás caerá.
Una herencia escogida, Salmo 16.1-11
¡Cuida, oh Dios, de mí, pues en ti busco protección!
2 Yo te he dicho:
«Tú eres mi Señor, mi bien;
nada es comparable a ti.»
3 Los dioses del país son poderosos,
según dicen los que en ellos se complacen,
4 los que aumentan el número de sus ídolos
y los siguen con gran devoción.
¡Jamás tomaré parte en sus sangrientos sacrificios!
¡Jamás pronunciaré sus nombres con mis labios!
5 Tú, Señor, eres mi todo;
tú me colmas de bendiciones;
mi vida está en tus manos.
6 Primoroso lugar me ha tocado en suerte;
¡hermosa es la herencia que me ha correspondido!
7 Bendeciré al Señor, porque él me guía,
y en lo íntimo de mi ser me corrige por las noches.
8 Siempre tengo presente al Señor;
con él a mi derecha, nada me hará caer.
9 Por eso, dentro de mí,
mi corazón está lleno de alegría.
Todo mi ser vivirá confiadamente,
10 pues no me dejarás en el sepulcro,
¡no abandonarás en la fosa a tu amigo fiel!
11 Me mostrarás el camino de la vida.
Hay gran alegría en tu presencia;
hay dicha eterna junto a ti.
Plegaria pidiendo protección contra los opresores, Salmo 17.1-15
Señor, escucha mi causa justa,
atiende a mi clamor,
presta oído a mi oración,
pues no sale de labios mentirosos.
2 ¡Que venga de ti mi sentencia,
pues tú sabes lo que es justo!
3 Tú has penetrado mis pensamientos;
de noche has venido a vigilarme;
me has sometido a pruebas de fuego,
y no has encontrado maldad en mí.
No he dicho cosas indebidas,
4 como hacen los demás;
me he alejado de caminos de violencia,
de acuerdo con tus mandatos.
5 He seguido firme en tus caminos;
jamás me he apartado de ellos.
6 Oh Dios, a ti mi voz elevo,
porque tú me contestas;
préstame atención, escucha mis palabras.
7 Dame una clara muestra de tu amor,
tú, que salvas de sus enemigos
a los que buscan protección en tu poder.
8 Cuídame como a la niña de tus ojos;
protégeme bajo la sombra de tus alas
9 de los malvados que me atacan,
¡de los enemigos mortales que me rodean!
10 Son engreídos, hablan con altanería;
11 han seguido de cerca mis pasos
esperando el momento de echarme por tierra.
12 Parecen leones, feroces leones
que agazapados en su escondite
esperan con ansias dar el zarpazo.
13 Levántate, Señor, ¡enfréntate con ellos!
¡Hazles doblar las rodillas!
Con tu espada, ponme a salvo del malvado;
14 con tu poder, Señor, líbrame de ellos;
¡arrójalos de este mundo,
que es su herencia en esta vida!
Deja que ellos se llenen de riquezas,
que sus hijos coman hasta que revienten,
y que aún sobre para sus nietos.
15 Pero yo, en verdad, quedaré satisfecho
con mirarte cara a cara,
¡con verme ante ti cuando despierte!
Jehová es mi pastor, Salmo 23.1-6
El Señor es mi pastor;
nada me falta.
2 En verdes praderas me hace descansar,
a las aguas tranquilas me conduce,
3 me da nuevas fuerzas
y me lleva por caminos rectos,
haciendo honor a su nombre.
4 Aunque pase por el más oscuro de los valles,
no temeré peligro alguno,
porque tú, Señor, estás conmigo;
tu vara y tu bastón me inspiran confianza.
5 Me has preparado un banquete
ante los ojos de mis enemigos;
has vertido perfume en mi cabeza,
y has llenado mi copa a rebosar.
6 Tu bondad y tu amor me acompañan
a lo largo de mis días,
y en tu casa, oh Señor, por siempre viviré.
El rey de Gloria, Salmo 24.1-10
Del Señor es el mundo entero,
con todo lo que en él hay,
con todo lo que en él vive.
2 Porque el Señor puso las bases de la tierra
y la afirmó sobre los mares y los ríos.
3 ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede permanecer en su santo templo?
4 El que tiene las manos y la mente
limpias de todo pecado;
el que no adora ídolos
ni hace juramentos falsos.
5 El Señor, su Dios y Salvador,
lo bendecirá y le hará justicia.
6 Así deben ser los que buscan al Señor,
los que buscan la presencia del Dios de Jacob.
7 ¡Ábranse, puertas eternas!
¡Quédense abiertas de par en par,
y entrará el Rey de la gloria!
8 ¿Quién es este Rey de la gloria?
¡Es el Señor, el fuerte y valiente!
¡Es el Señor, valiente en la batalla!
9 ¡Ábranse, puertas eternas!
¡Quédense abiertas de par en par,
y entrará el Rey de la gloria!
10 ¿Quién es este Rey de la gloria?
¡Es el Señor todopoderoso!
¡Él es el Rey de la gloria!
David implora dirección, perdón y protección, Salmo 25.1-22
Señor, a ti dirijo mi oración;
2 mi Dios, en ti confío:
no dejes que me hunda en la vergüenza.
¡Que no se rían de mí mis enemigos!
3 ¡Que no sea jamás avergonzado
ninguno de los que en ti confían!
¡Que sean puestos en vergüenza
los que sin motivo se rebelan contra ti!
4 Señor,
muéstrame tus caminos;
guíame por tus senderos;
5 guíame, encamíname en tu verdad,
pues tú eres mi Dios y Salvador.
¡En ti confío a todas horas!
6 Señor,
acuérdate del amor y la ternura
que siempre nos has manifestado,
7 pero no te acuerdes de mis pecados
ni del mal que hice en mi juventud.
Señor, acuérdate de mí,
por tu gran amor y bondad.
8 El Señor es bueno y justo;
él corrige la conducta de los pecadores
9 y guía por su camino a los humildes;
¡los instruye en la justicia!
10 Él siempre procede con amor y fidelidad,
con los que cumplen su alianza
y sus mandamientos.
11 Señor, es grande mi maldad;
perdóname, haz honor a tu nombre.
12 Al hombre que honra al Señor,
él le muestra el camino que debe seguir;
13 lo rodea de bienestar
y da a sus descendientes posesión del país.
14 El Señor es amigo de quienes lo honran,
y les da a conocer su alianza.
15 Siempre dirijo mis ojos al Señor,
porque él me libra de todo peligro.
16 Mírame, Señor, y ten compasión de mí,
porque estoy solo y afligido.
17 Mi corazón se aflige más y más;
líbrame de mis angustias.
18 Mira mis tristezas y trabajos,
y perdona mis pecados.
19 Mira cuántos enemigos tengo
que sienten por mí un odio mortal.
20 ¡Cuídame, sálvame la vida!
¡No dejes que me hunda en la vergüenza,
pues en ti busco protección!
21 Que me protejan mi honradez y mi inocencia,
pues en ti he puesto mi confianza.
22 ¡Dios mío,
salva a Israel de todas sus angustias!
Declaración de integridad, Salmo 26.1-12
Señor, hazme justicia,
pues mi vida no tiene tacha.
En ti, Señor, confío firmemente;
2 examíname, ¡ponme a prueba!,
¡pon a prueba mis pensamientos
y mis sentimientos más profundos!
3 Yo tengo presente tu amor
y te he sido fiel;
4 jamás conviví con los mentirosos
ni me junté con los hipócritas.
5 Odio las reuniones de los malvados;
¡jamás conviví con los perversos!
6 Lavadas ya mis manos y limpias de pecado,
quiero, Señor, acercarme a tu altar,
7 y entonar cantos de alabanza,
y proclamar tus maravillas.
8 Yo amo, Señor, el templo donde vives,
el lugar donde reside tu gloria.
9 No me quites la vida junto con los pecadores;
no me hagas correr la suerte de los asesinos,
10 de esos que tienen las manos
llenas de maldad y soborno.
11 Pero mi vida es intachable;
¡sálvame, ten compasión de mí!
12 Mis pies están en terreno firme;
¡bendeciré al Señor en presencia de su pueblo!
Mayo 11
Jehová es mi luz y mi salvación, Salmo 27.1-14
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿de quién podré tener miedo?
El Señor defiende mi vida,
¿a quién habré de temer?
2 Los malvados, mis enemigos,
se juntan para atacarme y destruirme;
pero ellos son los que tropiezan y caen.
3 Aunque un ejército me rodee,
mi corazón no tendrá miedo;
aunque se preparen para atacarme,
yo permaneceré tranquilo.
4 Sólo una cosa he pedido al Señor,
sólo una cosa deseo:
estar en el templo del Señor
todos los días de mi vida,
para adorarlo en su templo
y contemplar su hermosura.
5 Cuando lleguen los días malos,
el Señor me dará abrigo en su templo;
bajo su sombra me protegerá.
¡Me pondrá a salvo sobre una roca!
6 Entonces podré levantar la cabeza
por encima de mis enemigos;
entonces podré ofrecer sacrificios en el templo,
y gritar de alegría, y cantar himnos al Señor.
7 A ti clamo, Señor: escúchame.
Ten compasión de mí, ¡respóndeme!
8 El corazón me dice:
«Busca la presencia del Señor.»
Y yo, Señor, busco tu presencia.
9 ¡No te escondas de mí!
¡No me rechaces con ira!
¡Mi única ayuda eres tú!
No me dejes solo y sin amparo,
pues tú eres mi Dios y salvador.
10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
tú, Señor, te harás cargo de mí.
11 Señor, muéstrame tu camino;
guíame por el buen camino
a causa de mis enemigos;
12 no me entregues a su voluntad,
pues se han levantado contra mí
testigos falsos y violentos.
13 Pero yo estoy convencido
de que llegaré a ver la bondad del Señor
a lo largo de esta vida.
14 ¡Ten confianza en el Señor!
¡Ten valor, no te desanimes!
¡Sí, ten confianza en el Señor!
Plegaria pidiendo ayuda, y alabanza por la respuesta, Salmo 28.1-9
Señor, mi protector,
a ti clamo.
¡No te niegues a responderme!
Pues si te niegas a responderme,
ya puedo contarme entre los muertos.
2 Oye mis gritos cuando te pido ayuda,
cuando extiendo mis manos hacia tu santo templo.
3 No me arrastres junto con los malvados,
no me hagas correr la suerte de los malhechores,
que por fuera se muestran amistosos
pero por dentro son todo maldad.
4 Dales su merecido,
conforme a sus malas acciones;
págales con la misma moneda,
conforme al mal que han cometido.
5 Ya que no tienen presentes
las cosas que hizo el Señor,
¡que él los destruya y no los vuelva a levantar!
6 ¡Bendito sea el Señor, que ha escuchado mis ruegos!
7 El Señor es mi poderoso protector;
en él confié plenamente, y él me ayudó.
Mi corazón está alegre;
cantaré y daré gracias al Señor.
8 El Señor es la fuerza de su pueblo;
es ayuda y refugio de su rey escogido.
9 Salva a tu pueblo, Señor;
bendice a los tuyos.
Cuídalos como un pastor;
¡llévalos en tus brazos para siempre!
Poder y gloria de Jehová, Salmo 29.1-11
Alaben al Señor, seres celestiales:
alaben el poder y la gloria del Señor,
2 alaben el glorioso nombre del Señor,
adoren al Señor en su hermoso santuario.
3 La voz del Señor resuena sobre el mar;
el Dios glorioso hace tronar:
¡el Señor está sobre el mar inmenso!
4 La voz del Señor resuena con fuerza;
la voz del Señor resuena imponente;
5 la voz del Señor desgaja los cedros.
¡El Señor desgaja los cedros del Líbano!
6 Hace temblar los montes Líbano y Sirión;
¡los hace saltar como toros y becerros!
7 La voz del Señor lanza llamas de fuego;
8 la voz del Señor hace temblar al desierto;
¡el Señor hace temblar al desierto de Cadés!
9 La voz del Señor sacude las encinas
y deja sin árboles los bosques.
En su templo, todos le rinden honor.
10 El Señor gobierna las lluvias;
¡el Señor gobierna cual rey eterno!
11 El Señor da fuerza a su pueblo;
el Señor bendice a su pueblo con paz.
La dicha del perdón, Salmo 32.1-11
Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados
le han sido perdonados por completo.
2 Feliz el hombre que no es mal intencionado
y a quien el Señor no acusa de falta alguna.
3 Mientras no confesé mi pecado,
mi cuerpo iba decayendo
por mi gemir de todo el día,
4 pues de día y de noche
tu mano pesaba sobre mí.
Como flor marchita por el calor del verano,
así me sentía decaer.
5 Pero te confesé sin reservas
mi pecado y mi maldad;
decidí confesarte mis pecados,
y tú, Señor, los perdonaste.
6 Por eso, en momentos de angustia
los fieles te invocarán,
y aunque las aguas caudalosas se desborden,
no llegarán hasta ellos.
7 Tú eres mi refugio:
me proteges del peligro,
me rodeas de gritos de liberación.
8 El Señor dice:
«Mis ojos están puestos en ti.
Yo te daré instrucciones,
te daré consejos,
te enseñaré el camino que debes seguir.
9 No seas como el mulo o el caballo,
que no pueden entender
y hay que detener su brío
con el freno y con la rienda,
pues de otra manera no se acercan a ti.»
10 Los malvados tendrán muchos dolores,
pero el amor del Señor envuelve
a los que en él confían.
11 Alégrense en el Señor,
hombres buenos y honrados;
¡alégrense y griten de alegría!
Plegaria pidiendo ser librado de los enemigos, Salmo 35.1-28
Señor, opónte a los que se oponen a mí;
ataca a los que me atacan.
2 Toma tu escudo y ven en mi ayuda;
3 toma tu lanza y haz frente a los que me persiguen;
¡dime que eres tú mi salvador!
4 Huyan avergonzados
los que quieren matarme;
huyan avergonzados
los que quieren hacerme daño;
5 ¡sean como paja que se lleva el viento,
arrojados por el ángel del Señor!
6 ¡Sea su camino oscuro y resbaladizo,
perseguidos por el ángel del Señor!
7 Sin motivo me pusieron una trampa;
sin motivo hicieron un hoyo
para que yo cayera en él.
8 ¡Que los sorprenda la desgracia!
¡Que caigan en su propia trampa!
¡Que caigan en desgracia!
9 Entonces me alegraré en el Señor,
porque él me habrá salvado.
10 De todo corazón diré:
«¿Quién como tú, Señor?
A los pobres y necesitados los libras
de quienes son más fuertes que ellos,
de quienes los explotan.»
11 Se levantan testigos malvados
y me preguntan cosas que yo no sé.
12 Me han pagado mal por bien,
y esto me causa mucha tristeza;
13 pues cuando ellos se enfermaban
yo me afligía por ellos,
me ponía ropas ásperas y ayunaba,
y en mi interior no dejaba de orar.
14 Andaba yo triste y decaído,
como si estuviera de luto por mi madre,
por un amigo o por mi propio hermano.
15 Pero cuando caí,
todos juntos se rieron de mí;
como si fueran gente extraña y desconocida,
me maltrataron sin cesar.
16 Me atormentaron, se burlaron de mí,
me lanzaron miradas cargadas de odio.
17 Señor, ¿cuánto tiempo seguirás viendo esto?
¡Sálvame la vida, mi única vida,
de esos leones que andan rugiendo!
18 Te daré gracias ante tu pueblo numeroso;
¡te alabaré ante la gran multitud!
19 Que no se alegren de mí mis enemigos;
que no se guiñen el ojo los que me odian sin razón.
20 Pues ellos no buscan la paz,
sino que hacen planes traicioneros
contra la gente pacífica del país;
21 abren tamaña boca contra mí, y dicen:
«¡Miren lo que hemos llegado a ver!»
22 ¡A ti te consta, Señor!
¡No te quedes en silencio!
¡No te alejes de mí!
23 Levántate, Señor y Dios mío, ¡despierta!
Hazme justicia, ponte de mi parte.
24 Júzgame, Señor y Dios mío,
de acuerdo con tu justicia.
¡Que no se rían de mí!
25 Que no digan ni piensen:
«¡Esto es lo que queríamos!
¡Lo hemos arruinado por completo!»
26 Que queden cubiertos de vergüenza
los que se alegran de mi desgracia;
que queden totalmente cubiertos de vergüenza
los que se creen superiores a mí.
27 Pero que se alegren y griten de alegría
los que quieren verme victorioso;
que digan constantemente:
«¡El Señor es grande,
y le agrada el bienestar de su siervo!»
28 Con mi lengua hablaré de tu justicia;
¡todo el día te alabaré!
Mayo 12
El camino de los malos, Salmo 37.1-40
No te enojes por causa de los malvados,
ni sientas envidia de los malhechores,
2 pues pronto se secan, como el heno;
¡se marchitan como la hierba!
3 Confía en el Señor y haz lo bueno,
vive en la tierra y manténte fiel.
4 Ama al Señor con ternura,
y él cumplirá tus deseos más profundos.
5 Pon tu vida en las manos del Señor;
confía en él, y él vendrá en tu ayuda.
6 Hará brillar tu rectitud y tu justicia
como brilla el sol de mediodía.
7 Guarda silencio ante el Señor;
espera con paciencia a que él te ayude.
No te irrites por el que triunfa en la vida,
por el que hace planes malvados.
8 Deja el enojo, abandona el furor;
no te enojes, porque eso empeora las cosas.
9 Pues los malvados serán arrojados del país,
pero los que confían en el Señor
tomarán posesión de él.
10 Dentro de poco no habrá malvados;
por más que los busques, no volverás a encontrarlos.
11 Pero los humildes heredarán la tierra
y disfrutarán de completa paz.
12 El malvado trama hacer daño al hombre bueno,
y le lanza miradas cargadas de odio.
13 Pero el Señor se ríe, porque sabe
que al malvado se le acerca su hora.
14 Los malvados sacan la espada y tensan el arco
para hacer caer a los pobres y humildes,
¡para matar a los de buena conducta!
15 Pero su propia espada se les clavará en el corazón,
y sus arcos quedarán hechos pedazos.
16 Lo poco que tiene el hombre bueno
es mejor que la mucha riqueza de los malos.
17 Porque el Señor pondrá fin a los malos,
pero sostendrá a los buenos.
18 El Señor cuida de los que viven sin tacha,
y la herencia de ellos durará para siempre.
19 En épocas malas, cuando haya hambre,
no pasarán vergüenza, pues tendrán suficiente comida.
20 Los malvados arderán como hierba seca;
los enemigos del Señor se desvanecerán como el humo.
21 El malvado pide prestado y no paga,
pero el hombre bueno es compasivo y generoso.
22 Los que el Señor bendice heredarán la tierra,
pero los que él maldice serán destruidos.
23 El Señor dirige los pasos del hombre
y lo pone en el camino que a él le agrada;
24 aun cuando caiga, no quedará caído,
porque el Señor lo tiene de la mano.
25 Yo fui joven, y ya soy viejo,
pero nunca vi desamparado al hombre bueno
ni jamás vi a sus hijos pedir limosna.
26 A todas horas siente compasión, y da prestado;
sus hijos son una bendición.
27 Aléjate de la maldad y haz lo bueno,
y tendrás siempre un lugar donde vivir.
28 Pues el Señor ama la justicia
y no abandona a quienes le son fieles;
pero destruye a los malvados
y los deja sin descendencia.
29 Los hombres buenos heredarán la tierra
y vivirán en ella para siempre.
30 El hombre bueno habla con sabiduría;
el hombre bueno habla con justicia.
31 Lleva en el corazón la enseñanza de su Dios;
¡jamás resbalarán sus pies!
32 El malvado espía al hombre bueno,
con la intención de matarlo;
33 pero el Señor no dejará que caiga en sus manos,
ni dejará tampoco que lo declaren culpable.
34 Tú, confía en el Señor, y obedécelo,
pues él te enaltecerá y te dará el país como herencia.
¡Con tus ojos verás la destrucción de los malvados!
35 He visto al malvado, lleno de altanería,
extenderse como un árbol frondoso;
36 pero se fue, dejó de existir;
lo busqué, y no pude encontrarlo.
37 Fíjate en el hombre honrado y sin tacha:
el futuro de ese hombre es la paz.
38 Pero los rebeldes serán destruidos por completo;
el futuro de los malos será su destrucción.
39 La ayuda a los hombres buenos viene del Señor,
que es su refugio en tiempos difíciles.
40 El Señor los ayuda a escapar.
Los hace escapar de los malvados, y los salva,
porque en él buscaron protección.
Oración de un penitente, Salmo 38.1-22
Señor, no me reprendas en tu enojo
ni me castigues en tu furor.
2 (3) Pues en mí se han clavado tus flechas;
¡tu mano has descargado sobre mí!
3 (4) Por tu enojo debido a mis pecados,
todo mi cuerpo está enfermo;
¡no tengo un solo hueso sano!
4 (5) Mis maldades me tienen abrumado;
son una carga que no puedo soportar.
5 (6) Por causa de mi necedad,
mis heridas se pudren y apestan.
6 (7) Todo el día ando triste,
cabizbajo y deprimido.
7 (8) La espalda me arde de fiebre;
¡tengo enfermo todo el cuerpo!
8 (9) Estoy completamente molido y sin fuerzas;
¡mis quejas son quejas del corazón!
9 (10) Señor, tú conoces todos mis deseos,
¡mis suspiros no son un secreto para ti!
10 (11) Mi corazón late de prisa,
las fuerzas me abandonan,
¡aun la vista se me nubla!
11 (12) Mis mejores amigos, y hasta mis parientes,
se mantienen a distancia, lejos de mis llagas.
12 (13) Los que me quieren matar, me ponen trampas;
los que me quieren perjudicar, hablan de arruinarme
y a todas horas hacen planes traicioneros.
13 (14) Pero yo me hago el sordo, como si no oyera;
como si fuera mudo, no abro la boca.
14 (15) Soy como el que no oye
ni puede decir nada en su defensa.
15 (16) Yo espero de ti, Señor y Dios mío,
que seas tú quien les conteste.
16 (17) Tan sólo pido que no se rían de mí,
que no canten victoria cuando yo caiga.
17 (18) En verdad, estoy a punto de caer;
mis dolores no me dejan ni un momento.
18 (19) ¡Voy a confesar mis pecados,
pues me llenan de inquietud!
19 (20) Mis enemigos han aumentado;
muchos son los que me odian sin motivo.
20 (21) Me han pagado mal por bien;
porque busco hacer el bien se ponen en contra mía.
21 (22) Señor, ¡no me dejes solo!
Dios mío, ¡no te alejes de mí!
22 (23) Dios y Salvador mío, ¡ven pronto en mi ayuda!
Oración pidiendo la continuada misericordia de Dios, Salmo 86.1-17
Señor, dígnate escucharme,
porque estoy muy triste y pobre;
2 protégeme, pues te soy fiel.
Tú eres mi Dios;
¡salva a este siervo tuyo que en ti confía!
3 Señor, ten compasión de mí,
que a ti clamo a todas horas.
4 Señor, alegra el ánimo de este siervo tuyo,
pues a ti dirijo mi oración.
5 Porque tú, Señor, eres bueno y perdonas;
eres todo amor con los que te invocan.
6 Señor, escucha mi oración,
¡atiende mi plegaria!
7 En mi angustia clamo a ti,
porque tú me respondes.
8 ¡No hay dios comparable a ti, Señor!
¡No hay nada que iguale a tus obras!
9 Oh Señor,
tú has formado a todas las naciones,
y ellas vendrán a ti para adorarte
y para glorificar tu nombre.
10 Porque sólo tú eres Dios;
¡tú eres grande y haces maravillas!
11 Oh Señor, enséñame tu camino,
para que yo lo siga fielmente.
Haz que mi corazón honre tu nombre.
12 Mi Señor y Dios,
te alabaré con todo el corazón
y glorificaré siempre tu nombre.
13 ¡Inmenso es tu amor por mí!
¡Me has librado de caer en el sepulcro!
14 Oh Dios,
una banda de insolentes y violentos,
que no te tienen presente,
se han puesto en contra mía y quieren matarme.
15 Pero tú, Señor,
eres Dios tierno y compasivo,
paciente, todo amor y verdad.
16 Mírame, ¡ten compasión de mí!
¡Salva a este siervo tuyo! ¡Dale tu fuerza!
17 Dame una clara prueba de tu bondad,
y que al verla se avergüencen los que me odian.
¡Tú, Señor, me das ayuda y consuelo!
Cántico de alabanza y de adoración, Salmo 95.1-11
Vengan, cantemos al Señor con alegría;
cantemos a nuestro protector y Salvador.
2 Entremos a su presencia con gratitud,
y cantemos himnos en su honor.
3 Porque el Señor es Dios grande,
el gran Rey de todos los dioses.
4 Él tiene en su mano
las regiones más profundas de la tierra;
suyas son las más altas montañas.
5 El mar le pertenece, pues él lo formó;
¡con sus propias manos formó la tierra seca!
6 Vengan, adoremos de rodillas;
arrodillémonos delante del Señor,
pues él nos hizo.
7 Él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo;
somos ovejas de sus prados.
Escuchen hoy lo que él les dice:
8 «No endurezcan su corazón, como en Meribá;
como aquel día en Masá, en el desierto,
9 cuando me pusieron a prueba sus antepasados,
aunque habían visto mis obras.
10 Cuarenta años estuve enojado
con aquella generación,
y dije: “Esta gente anda muy descarriada;
¡no obedecen mis mandatos!”
11 Por eso juré en mi furor
que no entrarían en el lugar de mi reposo.»
Mayo 13
Promesa de vivir rectamente, Salmo 101.1-8
Quiero alabar el amor y la justicia;
quiero, Señor, cantarte himnos;
2 quiero vivir con rectitud.
¿Cuándo vendrás a mí?
Será intachable mi conducta
aun en mi propio palacio;
3 no pondré jamás la mira
en propósitos perversos.
Odio a quienes son desleales a Dios;
¡jamás permitiré que se me acerquen!
4 Alejaré de mí los pensamientos perversos:
¡no quiero hacer nada malo!
5 Haré callar a aquellos
que a escondidas hablan mal de su vecino;
¡no soporto al altanero y arrogante!
6 Pondré mis ojos en los hombres leales,
para que vivan junto a mí;
sólo estará a mi servicio
el que lleve una vida recta.
7 Para el tramposo no habrá lugar en mi palacio;
¡ningún mentiroso podrá estar en mi presencia!
8 Día tras día reduciré al silencio
a todos los malvados del país;
¡arrojaré de la ciudad del Señor
a todos los malhechores!
Alabanza por las bendiciones de Dios, Salmo 103.1-22
Bendeciré al Señor con toda mi alma;
bendeciré con todo mi ser su santo nombre.
2 Bendeciré al Señor con toda mi alma;
no olvidaré ninguno de sus beneficios.
3 Él es quien perdona todas mis maldades,
quien sana todas mis enfermedades,
4 quien libra mi vida del sepulcro,
quien me colma de amor y ternura,
5 quien me satisface con todo lo mejor
y me rejuvenece como un águila.
6 El Señor juzga con verdadera justicia
a los que sufren violencia.
7 Dio a conocer sus caminos y sus hechos
a Moisés y al pueblo de Israel.
8 El Señor es tierno y compasivo;
es paciente y todo amor.
9 No nos reprende en todo tiempo ni su rencor es eterno;
10 no nos ha dado el pago que merecen
nuestras maldades y pecados;
11 tan inmenso es su amor por los que lo honran
como inmenso es el cielo sobre la tierra.
12 Nuestros pecados ha alejado de nosotros,
como ha alejado del oriente el occidente.
13 El Señor es, con los que lo honran,
tan tierno como un padre con sus hijos;
14 pues él sabe de qué estamos hechos:
sabe bien que somos polvo.
15 La vida del hombre es como la hierba;
brota como una flor silvestre:
16 tan pronto la azota el viento, deja de existir,
y nadie vuelve a saber de ella.
17 Pero el amor del Señor es eterno
para aquellos que lo honran;
su justicia es infinita
por todas las generaciones,
18 para los que cumplen con su alianza
y no se olvidan de obedecer sus mandatos.
19 El Señor ha puesto su trono en el cielo,
y su reino domina sobre todo.
20 ¡Bendigan al Señor, ángeles poderosos!
Ustedes, que cumplen sus órdenes,
que están atentos a obedecerlo.
21 ¡Bendigan al Señor todos sus ejércitos,
que lo sirven y hacen su voluntad!
22 ¡Bendiga al Señor la creación entera,
en todos los lugares de su reino!
¡Bendeciré al Señor con toda mi alma!
Jehová da dominio al rey, Salmo 110.1-7
El Señor dijo a mi señor:
«Siéntate a mi derecha,
hasta que yo haga de tus enemigos
el estrado de tus pies.»
2 Desde Sión, el Señor te entrega
el cetro, símbolo de tu poder.
¡Domina, pues, a tus enemigos!
3 Tu pueblo se te entrega
en el día de tu victoria.
Sobre los montes santos,
y como el rocío que nace de la aurora,
tu juventud se renueva de día en día.
4 El Señor ha hecho un juramento,
y no va a desdecirse:
«Tú eres sacerdote para siempre,
de la misma clase que Melquisedec.»
5 El Señor está a tu mano derecha;
en el día de su furor, destruirá reyes;
6 dictará sentencia contra las naciones;
amontonará cadáveres;
¡estrellará cabezas en toda la tierra!
7 En el camino, beberá agua de un arroyo,
y el agua le dará nuevas fuerzas.
Oración por la paz de Jerusalén, Salmo 122.1-9
¡Qué alegría cuando me dicen:
«Vamos al templo del Señor»!
2 Jerusalén,
¡ya estamos dentro de tus puertas!
3 Jerusalén, ciudad construida
para que en ella se reúna la comunidad.
4 A ella vienen las tribus del Señor
para alabar su nombre,
como se le ordenó a Israel.
5 En ella están los tribunales de justicia,
los tribunales de la casa real de David.
6 Digan ustedes de corazón:
«Que haya paz en ti, Jerusalén;
que vivan tranquilos los que te aman.
7 Que haya paz en tus murallas;
que haya seguridad en tus palacios.»
8 Y ahora, por mis hermanos y amigos diré:
«Que haya paz en ti.
9 Por el templo del Señor nuestro Dios,
procuraré tu bien.»
Alabanza por haber sido librado de los enemigos, Salmo 124.1-8
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
—que lo diga ahora Israel—,
2 si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
cuando los hombres se levantaron para atacarnos,
3 nos habrían tragado vivos
al encenderse su furor contra nosotros.
4 Entonces las aguas nos habrían arrastrado;
¡un río habría pasado sobre nosotros!
5 ¡Entonces las aguas turbulentas
habrían pasado sobre nosotros!
6 ¡Bendito sea el Señor,
que no dejó que nos despedazaran con sus dientes!
7 Nos hemos escapado de la trampa
como un ave que escapa del cazador;
la trampa se rompió, y nosotros escapamos.
8 La ayuda nos viene del Señor,
creador del cielo y de la tierra.
Confiando en Dios como un niño, Salmo 131.1-3
Señor, no es orgulloso mi corazón,
ni son altaneros mis ojos,
ni voy tras cosas grandes y extraordinarias
que están fuera de mi alcance.
2 Al contrario, estoy callado y tranquilo,
como un niño recién amamantado
que está en brazos de su madre.
¡Soy como un niño recién amamantado!
3 Israel, espera en el Señor ahora y siempre.
La bienaventuranza del amor fraternal, Salmo 133.1-3
Señor, no es orgulloso mi corazón,
ni son altaneros mis ojos,
ni voy tras cosas grandes y extraordinarias
que están fuera de mi alcance.
2 Al contrario, estoy callado y tranquilo,
como un niño recién amamantado
que está en brazos de su madre.
¡Soy como un niño recién amamantado!
3 Israel, espera en el Señor ahora y siempre.
Acción de gracias por el favor de Jehová, Salmo 138.1-8
Te daré gracias, Señor, de todo corazón;
te cantaré himnos delante de los dioses.
2 Me arrodillaré en dirección a tu santo templo
para darte gracias por tu amor y tu verdad,
pues has puesto tu nombre y tu palabra
por encima de todas las cosas.
3 Cuando te llamé, me respondiste,
y aumentaste mis fuerzas.
4 Todos los reyes del mundo te alabarán
al escuchar tus promesas.
5 Alabarán al Señor por lo que él ha dispuesto,
porque grande es la gloria del Señor.
6 Aunque el Señor está en lo alto,
se fija en el hombre humilde,
y de lejos reconoce al orgulloso.
7 Cuando me encuentro en peligro,
tú me mantienes con vida;
despliegas tu poder y me salvas
de la furia de mis enemigos.
8 ¡El Señor llevará a feliz término
su acción en mi favor!
Señor, tu amor es eterno;
¡no dejes incompleto lo que has emprendido!
Oración a fin de ser guardado del mal, Salmo 141.1-10
A ti clamo, Señor: ¡ven pronto!,
¡escucha mi voz cuando te invoco!
2 Sea mi oración como incienso en tu presencia,
y mis manos levantadas, como ofrenda de la tarde.
3 Señor, ponle a mi boca un guardián;
vigílame cuando yo abra los labios.
4 Aleja mi pensamiento de la maldad;
no me dejes andar en malas acciones
ni tomar parte en banquetes de malhechores.
5 Es un favor que el hombre honrado me castigue,
un perfume delicado que me reprenda.
Tales cosas no rechazaré;
a pesar de sus golpes, seguiré orando.
6 Los jefes de los malvados serán despeñados,
y verán que mis palabras eran agradables.
7 Sus huesos serán esparcidos junto al sepulcro,
como cuando se abren surcos en la tierra.
8 Señor, Señor, mis ojos están puestos en ti.
En ti busco protección: no me abandones.
9 Líbrame de la trampa que me han puesto;
líbrame de la trampa de los malhechores.
10 Que caigan los malvados en su propia red,
mientras yo sigo adelante.
Súplica de liberación y dirección, Salmo 143.1-12
Señor, escucha mi oración;
pon atención a mi súplica.
¡Respóndeme, pues tú eres justo y fiel!
2 No llames a cuentas a tu siervo,
porque ante ti nadie es inocente.
3 Mis enemigos me persiguen,
me han aplastado contra el suelo;
me obligan a vivir en la oscuridad,
como los que han muerto hace tiempo.
4 Me encuentro totalmente deprimido;
turbado tengo el corazón.
5 Me acuerdo de tiempos anteriores,
y pienso en todo lo que has hecho.
6 Hacia ti tiendo las manos,
sediento de ti, cual tierra seca.
7 Señor, ¡respóndeme pronto,
pues ya se me acaba el aliento!
No me niegues tu ayuda,
porque entonces seré como los muertos.
8 Por la mañana hazme saber de tu amor,
porque en ti he puesto mi confianza.
Hazme saber cuál debe ser mi conducta,
porque a ti dirijo mis anhelos.
9 Líbrame, Señor, de mis enemigos,
porque en ti busco refugio.
10 Enséñame a hacer tu voluntad,
porque tú eres mi Dios.
¡Que tu buen espíritu me lleve
por un camino recto!
11 Por tu nombre, Señor, ¡hazme vivir!
Porque eres justo, ¡sácame de la angustia!
12 Porque eres fiel, ¡destruye a mis enemigos!
¡destruye a todos mis enemigos, pues yo soy tu siervo!
Mayo 14
Oración pidiendo socorro y prosperidad, Salmo 144.1-15
¡Bendito sea el Señor, mi protector!
Él es quien me entrena y me prepara
para combatir en la batalla;
2 él es mi amigo fiel, mi lugar de protección,
mi más alto escondite, mi libertador;
él es mi escudo, y con él me protejo;
él es quien pone a los pueblos bajo mi poder.
3 Señor,
¿qué es el hombre, para que pienses en él?
¿Qué es el ser humano, para que tanto lo estimes?
4 El hombre es como un suspiro;
su vida pasa como una sombra.
5 Señor,
descorre la cortina de los cielos, y baja;
toca los montes para que echen humo;
6 lanza tus flechas, los relámpagos,
y haz huir en desorden a tus enemigos.
7 Extiende tu mano desde lo alto,
y líbrame del mar inmenso;
líbrame del poder de gente extraña,
8 de los que dicen mentiras
y levantan su derecha para jurar en falso.
9 Señor,
voy a cantarte una canción nueva;
voy a cantarte himnos con el salterio.
10-11 Tú, que das la victoria a los reyes;
tú, que libraste a tu siervo David,
líbrame de la espada mortal;
líbrame del poder de gente extraña,
de los que dicen mentiras
y levantan su derecha para jurar en falso.
12 Nuestros hijos crecen como plantas en un jardín;
nuestras hijas son cual columnas labradas
que sostienen la estructura del templo.
13 Nuestros graneros están llenos,
repletos de toda clase de alimentos.
Nuestros rebaños aumentan por millares,
por miles y miles en nuestros campos.
14 Nuestras vacas quedan preñadas,
y no tienen su cría antes de tiempo.
No hay gritos de alarma en nuestras calles.
15 ¡Feliz el pueblo que tiene todo esto!
¡Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor!
Alabanza por la bondad y el poder de Dios, Salmo 145.1-21
Hablaré de tu grandeza, mi Dios y Rey;
bendeciré tu nombre por siempre.
2 Diariamente te bendeciré;
alabaré tu nombre por siempre.
3 El Señor es grande y muy digno de alabanza;
su grandeza excede nuestro entendimiento.
4 De padres a hijos se alabarán tus obras,
se anunciarán tus hechos poderosos.
5 Se hablará de tu majestad gloriosa,
y yo hablaré de tus maravillas.
6 Se hablará de tus hechos poderosos y terribles,
y yo hablaré de tu grandeza.
7 Se hablará de tu bondad inmensa,
y a gritos se dirá que tú eres justo.
8 El Señor es tierno y compasivo,
es paciente y todo amor.
9 El Señor es bueno para con todos,
y con ternura cuida sus obras.
10 ¡Que te alaben, Señor, todas tus obras!
¡Que te bendigan tus fieles!
11 ¡Que hablen del esplendor de tu reino!
¡Que hablen de tus hechos poderosos!
12 ¡Que se haga saber a los hombres tu poder
y el gran esplendor de tu reino!
13 Tu reino es un reino eterno,
tu dominio es por todos los siglos.
14 El Señor sostiene a los que caen
y levanta a los que desfallecen.
15 Los ojos de todos esperan de ti
que tú les des su comida a su tiempo.
16 Abres tu mano, y con tu buena voluntad
satisfaces a todos los seres vivos.
17 El Señor es justo en sus caminos,
bondadoso en sus acciones.
18 El Señor está cerca de los que lo invocan,
de los que lo invocan con sinceridad.
19 Él cumple los deseos de los que lo honran;
cuando le piden ayuda, los oye y los salva.
20 El Señor protege a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.
21 ¡Que mis labios alaben al Señor!
¡Que todos bendigan su santo nombre,
ahora y siempre!
OTROS SALMOS
El justo y los pecadores, Salmo 1.1-6
Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni va por el camino de los pecadores,
ni hace causa común con los que se burlan de Dios,
2 sino que pone su amor en la ley del Señor
y en ella medita noche y día.
3 Ese hombre es como un árbol
plantado a la orilla de un río,
que da su fruto a su tiempo
y jamás se marchitan sus hojas.
¡Todo lo que hace, le sale bien!
4 Con los malvados no pasa lo mismo,
pues son como paja que se lleva el viento.
5 Por eso los malvados caerán bajo el juicio de Dios
y no tendrán parte en la comunidad de los justos.
6 El Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malos lleva al desastre.
Alabanzas al Creador y Preservador, Salmo 33.1-22
Aclamen al Señor, hombres buenos;
en labios de los buenos, la alabanza es hermosa.
2 Den gracias al Señor al son del arpa,
cántenle himnos con música de salterio,
3 cántenle un nuevo canto,
¡toquen con arte al aclamarlo!
4 La palabra del Señor es verdadera;
sus obras demuestran su fidelidad.
5 El Señor ama lo justo y lo recto;
¡su amor llena toda la tierra!
6 Por la palabra del Señor
fueron hechos los cielos,
por el soplo de su boca,
todos los astros.
7 Él junta y almacena
las aguas del mar profundo.
8 Honren al Señor todos en la tierra;
¡hónrenlo todos los habitantes del mundo!
9 Pues él habló, y todo fue hecho;
él ordenó, y todo quedó firme.
10 El Señor hace fracasar por completo
los proyectos de los pueblos paganos,
11 pero los proyectos del Señor
permanecen firmes para siempre.
12 Feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que ha escogido como suyo.
13 El Señor mira desde el cielo
y ve a todos los hombres;
14 desde el lugar donde vive
observa a los que habitan la tierra;
15 él es quien formó sus corazones
y quien vigila todo lo que hacen.
16 Ningún rey se salva por su gran ejército,
ni se salvan los valientes por su mucha fuerza;
17 los caballos no sirven para salvar a nadie;
aunque son muy poderosos, no pueden salvar.
18 Pero el Señor cuida siempre
de quienes lo honran y confían en su amor,
19 para salvarlos de la muerte
y darles vida en épocas de hambre.
20 Nosotros confiamos en el Señor;
¡él nos ayuda y nos protege!
21 Nuestro corazón se alegra en el Señor;
confiamos plenamente en su santo nombre.
22 ¡Que tu amor, Señor, nos acompañe,
tal como esperamos de ti!
Alabanza por los hechos poderosos de Dios, Salmo 66.1-20
Canten a Dios con alegría,
habitantes de toda la tierra;
2 canten himnos a su glorioso nombre;
cántenle gloriosas alabanzas.
3 Díganle a Dios:
«Tus obras son maravillosas.
Por tu gran poder
tus enemigos caen aterrados ante ti;
4 todo el mundo te adora
y canta himnos a tu nombre.»
5 Vengan a ver las obras de Dios,
las maravillas que ha hecho por los hombres:
6 convirtió el mar en tierra seca,
y nuestros antepasados cruzaron el río a pie;
¡alegrémonos en Dios!
7 Con su poder, gobierna para siempre;
vigila su mirada a las naciones,
para que los rebeldes
no se levanten contra él.
8 ¡Naciones, bendigan a nuestro Dios!,
¡hagan resonar himnos de alabanza!
9 Porque nos ha mantenido con vida;
no nos ha dejado caer.
10 Dios nuestro, tú nos has puesto a prueba,
¡nos has purificado como a la plata!
11 Nos has hecho caer en la red;
nos cargaste con un gran peso.
12 Dejaste que un cualquiera nos pisoteara;
hemos pasado a través de agua y fuego,
pero al fin nos has dado respiro.
13 Entraré en tu templo y te ofreceré holocaustos;
así cumpliré mis promesas,
14 las promesas que te hice
cuando me hallaba en peligro.
15 Te presentaré holocaustos de animales engordados;
te ofreceré toros y machos cabríos,
y sacrificios de carneros.
16 ¡Vengan todos ustedes,
los que tienen temor de Dios!
¡Escuchen, que voy a contarles
lo que ha hecho por mí!
17 Con mis labios y mi lengua
lo llamé y lo alabé.
18 Si yo tuviera malos pensamientos,
el Señor no me habría escuchado;
19 ¡pero él me escuchó y atendió mis oraciones!
20 ¡Bendito sea Dios,
que no rechazó mi oración
ni me negó su amor!
Mayo 15
Exhortación a las naciones, para que alaben a Dios, Salmo 67.1-7
Que el Señor tenga compasión y nos bendiga,
que nos mire con buenos ojos,
2 (3) para que todas las naciones de la tierra
conozcan su voluntad y salvación.
3 (4) Oh Dios,
que te alaben los pueblos;
¡que todos los pueblos te alaben!
4 (5) Que las naciones griten de alegría,
pues tú gobiernas los pueblos con justicia;
¡tú diriges las naciones del mundo!
5 (6) Oh Dios,
que te alaben los pueblos;
¡que todos los pueblos te alaben!
6 (7) La tierra ha dado su fruto;
¡nuestro Dios nos ha bendecido!
7 (8) ¡Que Dios nos bendiga!
¡Que le rinda honor el mundo entero!
Oración de un anciano, Salmo 71.1-24
Señor, en ti busco protección;
¡no me defraudes jamás!
2 ¡Líbrame, ponme a salvo,
pues tú eres justo!
Dígnate escucharme, y sálvame.
3 Sé tú mi roca protectora,
¡sé tú mi castillo de refugio y salvación!
¡Tú eres mi roca y mi castillo!
4 Dios mío,
líbrame de las manos del malvado,
de las manos del criminal y del violento,
5 pues tú, Señor, desde mi juventud
eres mi esperanza y mi seguridad.
6 Aún estaba yo en el vientre de mi madre
y ya me apoyaba en ti.
¡Tú me hiciste nacer!
¡Yo te alabaré siempre!
7 He sido motivo de asombro para muchos,
pero tú eres mi refugio.
8 Todo el día están llenos mis labios
de alabanzas a tu gloria;
9 no me desprecies cuando ya sea viejo;
no me abandones cuando ya no tenga fuerzas.
10 Mis enemigos, los que quieren matarme,
se han aliado y hacen planes contra mí.
11 Dicen: «¡Persíganlo y agárrenlo,
pues Dios lo ha abandonado
y nadie puede salvarlo!»
12 No te alejes de mí, Dios mío;
¡ven pronto a ayudarme!
13 ¡Que sean avergonzados y destruidos
los enemigos de mi vida!
¡Que sean puestos en ridículo
los que quieren mi desgracia!
14 Pero yo esperaré en todo momento,
y más y más te alabaré;
15 todo el día anunciaré con mis labios
que tú nos has salvado y nos has hecho justicia.
¡Esto es algo que no alcanzo a comprender!
16 Contaré las grandes cosas que tú, Señor, has hecho;
¡proclamaré que sólo tú eres justo!
17 Dios mío,
tú me has enseñado desde mi juventud,
y aún sigo anunciando tus grandes obras.
18 Dios mío, no me abandones
aun cuando ya esté yo viejo y canoso,
pues aún tengo que hablar de tu gran poder
a esta generación y a las futuras.
19 Tu justicia, oh Dios, llega hasta el cielo;
tú has hecho grandes cosas;
¡no hay nadie como tú!
20 Aunque me has hecho ver
muchas desgracias y aflicciones,
me harás vivir de nuevo;
me levantarás de lo profundo de la tierra,
21 aumentarás mi grandeza
y volverás a consolarme.
22 Yo, por mi parte,
cantaré himnos y alabaré tu lealtad
al son del arpa y del salterio,
Dios mío, Santo de Israel.
23 Mis labios se alegrarán al cantarte,
lo mismo que todo mi ser, que tú has salvado.
24 También mi lengua dirá a todas horas
que tú eres justo,
pues los que querían mi desgracia
han quedado cubiertos de vergüenza.
Morando bajo la sombra del Omnipotente, Salmo 91.1-16
El que vive bajo la sombra protectora
del Altísimo y Todopoderoso,
2 dice al Señor: «Tú eres mi refugio,
mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!»
3 Sólo él puede librarte
de trampas ocultas y plagas mortales,
4 pues te cubrirá con sus alas,
y bajo ellas estarás seguro.
¡Su fidelidad te protegerá como un escudo!
5 No tengas miedo a los peligros nocturnos,
ni a las flechas lanzadas de día,
6 ni a las plagas que llegan con la oscuridad,
ni a las que destruyen a pleno sol;
7 pues mil caerán muertos a tu izquierda
y diez mil a tu derecha,
pero a ti nada te pasará.
8 Solamente lo habrás de presenciar:
verás a los malvados recibir su merecido.
9 Ya que has hecho del Señor tu refugio,
del Altísimo tu lugar de protección,
10 no te sobrevendrá ningún mal
ni la enfermedad llegará a tu casa;
11 pues él mandará que sus ángeles
te cuiden por dondequiera que vayas.
12 Te levantarán con sus manos
para que no tropieces con piedra alguna.
13 Podrás andar entre leones,
entre monstruos y serpientes.
14 «Yo lo pondré a salvo,
fuera del alcance de todos,
porque él me ama y me conoce.
15 Cuando me llame, le contestaré;
¡yo mismo estaré con él!
Lo libraré de la angustia
y lo colmaré de honores;
16 lo haré disfrutar de una larga vida:
¡lo haré gozar de mi salvación!»
Alabanza por la bondad de Dios, Salmo 92.1-15
Altísimo Señor,
¡qué bueno es darte gracias
y cantar himnos en tu honor!
2 (3) Anunciar por la mañana y por la noche
tu gran amor y fidelidad,
3 (4) al son de instrumentos de cuerda,
con música suave de arpa y de salterio.
4 (5) Oh Señor,
¡tú me has hecho feliz con tus acciones!
¡Tus obras me llenan de alegría!
5 (6) Oh Señor,
¡qué grandes son tus obras!,
¡qué profundos tus pensamientos!
6 (7) ¡Sólo los necios no pueden entenderlo!
7 (8) Si los malvados y malhechores
crecen como la hierba, y prosperan,
es sólo para ser destruidos para siempre.
8 (9) Pero tú, Señor, por siempre estás en lo alto.
9 (10) Una cosa es cierta, Señor:
que tus enemigos serán destruidos;
que todos los malhechores serán dispersados.
10 (11) Tú aumentas mis fuerzas
como las fuerzas de un toro,
y viertes perfume sobre mi cabeza.
11 (12) He de ver cómo caen mis enemigos;
¡he de oír las quejas de esos malvados!
12 (13) Los buenos florecen como las palmas
y crecen como los cedros del Líbano.
13 (14) Están plantados en el templo del Señor;
florecen en los atrios de nuestro Dios.
14 (15) Aun en su vejez, darán fruto;
siempre estarán fuertes y lozanos,
15 (16) y anunciarán que el Señor, mi protector,
es recto y no hay en él injusticia.
La magestad de Jehová, Salmo 93.1-5
¡El Señor es Rey!
¡El Señor se ha vestido de esplendor
y se ha rodeado de poder!
Él afirmó el mundo, para que no se mueva.
2 Desde entonces, Señor, tu trono está firme.
¡Tú siempre has existido!
3 Oh Señor,
los ríos braman y levantan grandes olas;
4 pero tú, Señor, en las alturas,
eres más poderoso que las olas
y que el rugir de los mares.
5 Oh Señor,
tus mandatos son muy firmes.
¡La santidad es el adorno eterno de tu templo!
Oración clamando por venganza, Salmo 94.1-23
¡Muéstrate, Señor, Dios de las venganzas!
2 Tú eres el Juez del mundo;
¡levántate contra los orgullosos
y dales su merecido!
3 ¿Hasta cuándo, Señor,
hasta cuándo se alegrarán los malvados?
4 Todos esos malhechores
son insolentes y altaneros;
¡son unos fanfarrones!
5 Oh Señor,
ellos destrozan a tu pueblo;
¡humillan a los tuyos!
6 Matan viudas y extranjeros;
asesinan huérfanos.
7 Dicen que el Señor no ve,
que el Dios de Jacob no se da cuenta.
8 ¡Entiendan, gente torpe y necia!
¿Cuándo podrán comprender?
9 ¿Acaso no habrá de oír
el que ha hecho los oídos?
¿Y acaso no habrá de ver
el que ha formado los ojos?
10 ¿Acaso no ha de castigar
el que corrige a las naciones?
¿Y acaso no ha de saber
el que instruye en el saber al hombre?
11 El Señor sabe que el hombre
sólo piensa tonterías.
12 Oh Señor,
feliz aquel a quien corriges
y le das tus enseñanzas
13 para que tenga tranquilidad
cuando lleguen los días malos,
mientras que al malvado
se le prepara la fosa.
14 El Señor no abandonará a su pueblo,
ni dejará solos a los suyos.
15 La justicia volverá a los tribunales,
y todo hombre honrado la seguirá.
16 ¿Quién se levantará a defenderme
de los malvados y malhechores?
17 Si el Señor no me hubiera ayudado,
yo estaría ya en el silencio de la muerte.
18 Cuando alguna vez dije: «Mis pies resbalan»,
tu amor, Señor, vino en mi ayuda.
19 En medio de las preocupaciones
que se agolpan en mi mente,
tú me das consuelo y alegría.
20 Tú no puedes ser amigo de jueces injustos,
que actúan mal y en contra de la ley;
21 que conspiran contra el inocente y honrado,
y lo condenan a muerte.
22 Pero el Señor es mi refugio;
mi Dios es la roca que me defiende.
23 El Señor hará que los malvados
sean destruidos por su propia maldad.
¡Nuestro Dios los destruirá!
Mayo 16
El dominio y el poder de Jehová, Salmo 97.1-12
¡Alégrese toda la tierra!
¡Alégrense las islas numerosas!
¡El Señor es Rey!
2 Está rodeado de espesas nubes;
la justicia y el derecho sostienen su trono;
3 el fuego va delante de él
y quema a los enemigos que lo rodean.
4 Sus relámpagos iluminan el mundo;
¡la tierra tiembla al verlos!
5 Las montañas se derriten como cera
ante el Señor, ante el dueño de toda la tierra.
6 Los cielos anuncian su justicia;
todos los pueblos ven su gloria.
7 Quedan humillados los que adoran ídolos,
los que se sienten orgullosos de ellos.
¡Todos los dioses se inclinan ante él!
8 Oh Señor,
Sión y las ciudades de Judá
se alegran mucho por tus decretos;
9 pues tú, Señor altísimo,
estás por encima de toda la tierra
y mucho más alto que todos los dioses.
10 El Señor ama a los que odian el mal;
protege la vida de los que le son fieles;
los libra de caer en manos de malvados.
11 La luz brilla para el hombre bueno;
la alegría es para la gente honrada.
12 ¡Alégrense en el Señor, hombres buenos,
y alaben su santo nombre!
Alabanza por la justicia de Dios, Salmo 98.1-9
¡Canten al Señor una canción nueva,
pues ha hecho maravillas!
¡Ha alcanzado la victoria
con su gran poder, con su santo brazo!
2 El Señor ha anunciado su victoria,
ha mostrado su justicia
a la vista de las naciones;
3 ha tenido presentes su amor y su lealtad
hacia el pueblo de Israel.
¡Hasta el último rincón del mundo ha sido vista
la victoria de nuestro Dios!
4 Canten a Dios con alegría,
habitantes de toda la tierra;
den rienda suelta a su alegría
y cántenle himnos.
5 Canten himnos al Señor al son del arpa,
al son de los instrumentos de cuerda.
6 Canten con alegría ante el Señor, el Rey,
al son de los instrumentos de viento.
7 Que brame el mar y todo lo que contiene,
el mundo y sus habitantes;
8 que aplaudan los ríos;
que se unan las montañas en gritos de alegría
9 delante del Señor,
que viene a gobernar la tierra.
Él gobernará a los pueblos del mundo
con rectitud e igualdad.
Fidelidad de Jehová para con Israel, Salmo 99.1-9
¡El Señor es Rey!
¡Él tiene su trono sobre los querubines!
Tiemblen las naciones, y aun la tierra entera.
2 El Señor es grande en el monte Sión;
el Señor está por encima de todos los pueblos.
3 Sea alabado su nombre, grande y terrible;
¡Dios es santo!
4 Tú eres un Rey poderoso que ama la justicia;
tú mismo estableciste la igualdad.
Has tratado a los hijos de Jacob
con justicia y rectitud.
5 ¡Alaben al Señor, nuestro Dios,
y arrodíllense delante de sus pies!
¡Dios es santo!
6 Moisés y Aarón están entre sus sacerdotes;
Samuel está entre los que alabaron su nombre.
El Señor les respondía
cuando ellos pedían su ayuda.
7 Dios habló con ellos
desde la columna de nube,
y ellos cumplieron sus mandatos
y la ley que les dio.
8 Señor, Dios nuestro, ¡tú les respondías!
Fuiste para ellos un Dios de perdón,
pero también castigaste sus maldades.
9 Alaben al Señor nuestro Dios,
¡arrodíllense ante su santo monte!
¡Nuestro Dios, el Señor, es santo!
Exhortación a la gratitud, Salmo 100.1-5
Canten al Señor con alegría,
habitantes de toda la tierra!
2 Con alegría adoren al Señor;
¡con gritos de alegría vengan a su presencia!
3 Reconozcan que el Señor es Dios;
él nos hizo y somos suyos;
¡somos pueblo suyo y ovejas de su prado!
4 Vengan a las puertas y a los atrios de su templo
con himnos de alabanza y gratitud.
¡Denle gracias, bendigan su nombre!
5 Porque el Señor es bueno;
su amor es eterno
y su fidelidad no tiene fin.
Dios cuida de su creación, Salmo 104.1-35
¡Bendeciré al Señor con toda mi alma!
¡Cuán grande eres, Señor y Dios mío!
Te has vestido de gloria y esplendor;
2 te has envuelto en un manto de luz.
¡Tú extendiste el cielo como un velo!
3 ¡Tú afirmaste sobre el agua
los pilares de tu casa, allá en lo alto!
Conviertes las nubes en tu carro;
¡viajas sobre las alas del viento!
4 Los vientos son tus mensajeros,
y las llamas de fuego tus servidores.
5 Pusiste la tierra sobre sus bases
para que nunca se mueva de su lugar.
6 El mar profundo cubría la tierra
como si fuera un vestido.
El agua cubría las montañas.
7 Pero tú la reprendiste, y se fue;
huyó de prisa al escuchar tu voz de trueno.
8 Subiendo a los montes
y bajando a los valles,
se fue al lugar que le habías señalado,
9 al límite que le ordenaste no cruzar,
para que no volviera a cubrir la tierra.
10 Tú envías el agua de los manantiales
a los ríos que corren por las montañas.
11 De esa agua beben los animales salvajes;
con ella apagan su sed los asnos del monte.
12 A la orilla de los ríos
anidan las aves del cielo;
¡allí cantan, entre las ramas de los árboles!
13 Tú eres quien riega los montes
desde tu casa, allá en lo alto;
con los torrentes del cielo satisfaces a la tierra.
14 Haces crecer los pastos para los animales,
y las plantas que el hombre cultiva
para sacar su pan de la tierra,
15 el pan que le da fuerzas,
y el vino, que alegra su vida
y hace brillar su cara más que el aceite.
16 Sacian su sed los árboles,
los cedros del Líbano que el Señor plantó.
17 En ellos anidan las aves más pequeñas,
y en los pinos viven las cigüeñas.
18 Los montes altos son para las cabras,
y en las peñas se esconden los tejones.
19 Hiciste la luna para medir el tiempo;
el sol sabe cuándo debe ocultarse.
20 Tiendes el manto oscuro de la noche,
y entonces salen los animales del bosque.
21 Los leones rugen por la víctima;
piden que Dios les dé su comida.
22 Pero al salir el sol, se van
y se acuestan en sus cuevas.
23 Entonces sale el hombre a su labor
y trabaja hasta la noche.
24 ¡Cuántas cosas has hecho, Señor!
Todas las hiciste con sabiduría;
¡la tierra está llena de todo lo que has creado!
25 Allí está el mar, ancho y extenso,
donde abundan incontables animales,
grandes y pequeños;
26 allí navegan los barcos, allí está el Leviatán,
el monstruo que hiciste para jugar con él.
27 Todos ellos esperan de ti
que les des su comida a su tiempo.
28 Tú les das, y ellos recogen;
abres la mano, y se llenan de lo mejor;
29 si escondes tu rostro, se espantan;
si les quitas el aliento, mueren
y vuelven a ser polvo.
30 Pero si envías tu aliento de vida, son creados,
y así renuevas el aspecto de la tierra.
31 ¡La gloria del Señor es eterna!
¡El Señor se alegra en su creación!
32 La tierra tiembla cuando él la mira;
¡echan humo los montes cuando él los toca!
33 Mientras yo exista y tenga vida,
cantaré himnos al Señor mi Dios.
34 Quiera el Señor agradarse de mis pensamientos,
pues sólo en él encuentro mi alegría.
35 ¡Que desaparezcan de la tierra los pecadores!
¡Que dejen de existir los malvados!
¡Bendeciré al Señor con toda mi alma!
¡Aleluya!
Maravillas de Jehová en favor de Israel, Salmo 105.16-45
Hizo venir hambre a aquella tierra,
y les quitó todo alimento.
17 Pero envió delante de ellos a José,
al que habían vendido como esclavo.
18 Le lastimaron los pies con cadenas;
¡lo aprisionaron con hierros!
19 La palabra del Señor puso a prueba a José,
hasta que se cumplió lo que José había anunciado.
20 El rey, el que gobernaba a mucha gente,
ordenó que le dieran libertad;
21 lo nombró amo y señor de su casa
y de todo cuanto tenía,
22 para que enseñara e hiciera sabios
a los jefes y a los ancianos.
23 Vino después Israel, que es Jacob,
y vivió como extranjero en Egipto,
en la tierra de Cam.
24 Dios hizo grande en número a su pueblo,
y más fuerte que los egipcios.
25 Pero hizo que los egipcios
se pusieran en contra de su pueblo
y engañaran a los siervos de Dios.
26 Entonces Dios envió a su siervo Moisés,
y a Aarón, a quien había escogido,
27 y ellos realizaron señales de Dios en el desierto:
¡grandes maravillas en la tierra de Cam!
28 Envió Dios una oscuridad que todo lo cubrió,
pero los egipcios desatendieron sus palabras.
29 Convirtió en sangre el agua de sus ríos,
y mató a sus peces;
30 infestó de ranas el país,
y aun la alcoba del rey.
31 Habló Dios, y nubes de tábanos y mosquitos
invadieron el territorio egipcio.
32 En vez de lluvia, envió granizo
y llamas de fuego sobre el país.
33 Destrozó sus viñas y sus higueras;
¡destrozó los árboles de Egipto!
34 Habló Dios, y llegaron las langostas;
¡tantas eran, que no se podían contar!
35 ¡Devoraron la hierba del campo
y todo lo que la tierra había producido!
36 ¡Hirió de muerte, en Egipto mismo,
al primer hijo de toda familia egipcia!
37 Dios sacó después a su pueblo
cargado de oro y plata,
y nadie entre las tribus tropezó.
38 Los egipcios se alegraron de verlos partir,
pues estaban aterrados.
39 Dios extendió una nube para cubrirlos
y un fuego para alumbrarlos de noche.
40 Pidieron comida, y les mandó codornices,
y con pan del cielo los dejó satisfechos.
41 Partió la roca, y de ella brotó agua
que corrió por el desierto como un río.
42 Pues se acordó de la santa promesa
que había hecho a su siervo Abraham.
43 Fue así como Dios sacó a su pueblo escogido,
entre gritos de alegría,
44 y les dio las tierras de otras naciones
y el fruto del trabajo de otros pueblos,
45 para que respetaran y atendieran
las leyes y enseñanzas del Señor.
¡Aleluya!
Mayo 17
La rebeldía de Israel, Salmo 106.1-46
¡Aleluya!
Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
2 ¿Quién podrá describir las victorias del Señor?
¿Quién podrá alabarlo como merece?
3 Felices los que practican la justicia
y hacen siempre lo que es justo.
4 Acuérdate de mí, Señor, cuando hagas bien a tu pueblo;
tenme presente cuando vengas a salvar,
5 para que vea yo la dicha de tus escogidos,
para que me alegre y enorgullezca
con el pueblo que te pertenece.
6 Hemos pecado igual que nuestros padres;
nos hemos pervertido; hemos hecho lo malo.
7 Nuestros padres, allá en Egipto,
no dieron importancia a tus grandes hechos;
se olvidaron de tu gran amor,
y junto al Mar Rojo se rebelaron contra ti.
8 Pero Dios los salvó, y dio a conocer su poder
haciendo honor a su nombre.
9 Reprendió al Mar Rojo y lo dejó seco.
Los hizo pasar por el fondo del mar
como por un desierto.
10 Así los salvó de sus enemigos,
del poder de quienes los odiaban.
11 El agua cubrió a sus rivales
y ni uno de ellos quedó con vida.
12 Entonces creyeron en las promesas de Dios
y le cantaron alabanzas.
13 Pero muy pronto olvidaron los hechos de Dios,
y no esperaron a conocer sus planes.
14 Allá, en la soledad del desierto,
pusieron a prueba a Dios
exigiéndole que les cumpliera sus deseos.
15 Y Dios les dio lo que pidieron,
pero les mandó una enfermedad mortal.
16 En el campamento tuvieron envidia de Moisés,
y también de Aarón, el consagrado del Señor.
17 Entonces se abrió la tierra y se tragó a Datán,
y también a la pandilla de Abiram.
18 ¡El fuego ardió contra todos ellos!
¡Las llamas quemaron a los malvados!
19 En el monte Horeb hicieron un becerro,
un ídolo de oro fundido, y lo adoraron:
20 ¡cambiaron al Dios glorioso
por la imagen de un buey que come hierba!
21 Olvidaron a Dios, su Salvador,
que había hecho grandes cosas en Egipto,
22 que había hecho maravillas en el país de Cam
y cosas sorprendentes en el Mar Rojo.
23 Dios habló de destruirlos;
pero Moisés, su escogido, se interpuso
y calmó el furor de Dios,
evitando que los destruyera.
24 Más tarde despreciaron un país hermoso,
y no creyeron en las promesas de Dios;
25 dentro de sus tiendas hablaron mal del Señor,
y no obedecieron sus órdenes.
26 Entonces él levantó la mano y les juró
que los haría morir en el desierto,
27 que haría morir a sus descendientes
y los dispersaría entre las naciones paganas.
28 Se hicieron esclavos de Baal-peor,
y comieron de lo sacrificado a dioses sin vida.
29 Con sus malas acciones provocaron a Dios,
y se extendió una plaga entre ellos.
30 Pero Finees se levantó y ejecutó al culpable,
y así la plaga se detuvo.
31 Y Dios le tomó en cuenta esa justa acción,
para siempre y de padres a hijos.
32 Hicieron también que Dios se enojara
junto a las aguas de Meribá,
y por causa de ellos
le fue muy mal a Moisés,
33 pues le amargaron el ánimo
y él habló sin pensar lo que decía.
34 No destruyeron a los pueblos
que el Señor había ordenado destruir.
35 Por el contrario,
se mezclaron con los paganos
y aprendieron sus costumbres:
36 adoraron ídolos paganos,
los cuales fueron causa de su ruina,
37 pues ofrecieron a sus hijos y a sus hijas
en sacrificio a esos demonios.
38 Derramaron sangre inocente,
la sangre de sus hijos y sus hijas,
y la ofrecieron a los dioses de Canaán.
La tierra se manchó con su sangre,
39 y ellos se mancharon y prostituyeron
con todas sus malas acciones.
40 El Señor se enfureció contra su pueblo,
y renegó de ellos, de los que eran suyos;
41 los abandonó en manos de los paganos,
y sus enemigos los dominaron;
42 sus enemigos los aplastaron,
los humillaron bajo su poder.
43 Dios los salvó muchas veces,
pero ellos se opusieron a sus planes
y se hundieron en su propia maldad.
44 Sin embargo, al verlos angustiados
y al escuchar sus lamentos,
45 se acordó de su alianza con ellos
y cambió de parecer,
porque su amor es muy grande:
46 ¡hizo que aun sus conquistadores
los trataran con bondad!
Dios libra de la aflicción, Salmo 107.1-43
Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
2 Díganlo los que el Señor ha salvado,
los que salvó del poder del enemigo,
3 los que reunió de entre los países
del norte y del sur,
del este y del oeste.
4 Andaban perdidos por el desierto arenoso,
sin hallar el camino a una ciudad donde vivir;
5 tenían hambre y sed,
¡estaban a punto de morir!
6 Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los libró de la aflicción.
7 Después los puso en el buen camino
hacia una ciudad donde vivir.
8 Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
9 Pues él apaga la sed del sediento
y da abundante comida al hambriento.
10 Vivían en profunda oscuridad,
presos de la tristeza y las cadenas,
11 por rebelarse contra las órdenes del Señor,
por despreciar los planes del Altísimo.
12 Dios los sometió a duros trabajos;
tropezaban, y nadie los ayudaba.
13 Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los salvó de la aflicción;
14 los sacó de la profunda oscuridad
y los libró de las cadenas.
15 Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
16 ¡Él hizo pedazos puertas de bronce!
¡Él hizo pedazos barras de hierro!
17 Enfermos y afligidos
por sus propias maldades y pecados,
18 no soportaban ningún alimento;
¡ya estaban a las puertas de la muerte!
19 Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los salvó de la aflicción;
20 envió su palabra, y los sanó;
¡los libró del sepulcro!
21 Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
22 Ofrézcanle sacrificios de gratitud
y hablen con alegría de sus actos.
23 Se hicieron a la mar los comerciantes.
Surcaron las aguas con sus barcos,
24 y allí, en alta mar, vieron
la creación maravillosa del Señor.
25 A la voz del Señor se desató una tormenta
que levantaba grandes olas;
26 eran lanzados hasta el cielo
y hundidos hasta el fondo del mar;
¡perdieron el valor ante el peligro!
27 Se tambaleaban como borrachos;
¡de nada les servía su pericia!
28 Pero en su angustia clamaron al Señor,
y él los sacó de la aflicción;
29 convirtió en brisa la tempestad,
y las olas se calmaron.
30 Al ver tranquilas las olas, se alegraron,
y Dios los llevó hasta el puerto deseado.
31 Den gracias al Señor por su amor,
¡por lo que hace en favor de los hombres!
32 ¡Aclámenlo al reunirse el pueblo!
¡Alábenlo en la reunión de ancianos!
33 El Señor convierte ríos y manantiales
en desiertos y tierras secas;
34 convierte tierras fértiles en salitrosas,
por la maldad de sus habitantes;
35 convierte desiertos en lagunas
y tierras secas en manantiales;
36 allí establece a los que tienen hambre,
y ellos construyen sus ciudades.
37 Siembran campos, plantan viñedos
y recogen cosechas abundantes.
38 Él los bendice, hace que aumenten
y que crezca el número de sus ganados.
39 Y si mueren y su número decrece
a causa de la opresión,
de la desgracia y el dolor,
40 Dios desprecia a los opresores
y los hace perderse en desiertos sin camino.
41 Él saca a los pobres de su tristeza;
¡hace crecer sus familias como rebaños!
42 Al ver esto, los hombres honrados se alegran,
y los malvados cierran la boca.
43 El que es inteligente,
debe tener esto en cuenta
y comprender el amor del Señor.
Mayo 18
Dios cuida a su pueblo, Salmo 111.1-10
¡Aleluya!
Alabaré al Señor de todo corazón
en la reunión de los hombres honrados,
en la comunidad entera.
2 Las obras del Señor son grandes,
y quienes las aman, las estudian.
3 Su obra es bella y esplendorosa,
y su justicia permanece para siempre.
4 Ha hecho inolvidables sus maravillas.
El Señor es tierno y compasivo;
5 da alimentos a los que lo honran;
¡se acuerda siempre de su alianza!
6 Mostró a su pueblo el poder de sus obras,
dándole lo que era posesión de los paganos.
7 Lo que él hace es justo y verdadero;
se puede confiar en sus mandamientos,
8 pues son firmes hasta la eternidad
y están hechos con verdad y rectitud.
9 Dio libertad a su pueblo
y afirmó su alianza para siempre.
Dios es santo y terrible.
10 La mayor sabiduría consiste en honrar al Señor;
los que lo honran, tienen buen juicio.
¡Dios será siempre alabado!
Prosperidad del que teme a Jehová, Salmo 112.1-10
¡Aleluya!
Feliz el hombre que honra al Señor
y se complace en sus mandatos.
2 Los descendientes del hombre honrado
serán bendecidos y tendrán poder en la tierra.
3 En su casa hay abundantes riquezas,
y su generosidad es constante.
4 Brilla una luz en la oscuridad
para los hombres honrados,
para el que es compasivo, clemente y justo.
5 El hombre de bien presta con generosidad
y maneja con honradez sus negocios;
6 por eso jamás llegará a caer.
¡El hombre justo será siempre recordado!
7 No tiene miedo de malas noticias;
su corazón está firme, confiado en el Señor.
8 Su corazón está firme; no tiene miedo,
y aun mira con burla a sus enemigos.
9 Reparte limosna entre los pobres,
su generosidad es constante,
levanta la frente con honor.
10 El malvado se enfurece al verlo;
en su impotencia rechina los dientes.
La ambición de los malvados fracasará.
Dios levanta al pobre, Salmo 113.1-9
¡Aleluya!
Siervos del Señor, ¡alaben su nombre!
2 ¡Bendito sea ahora y siempre
el nombre del Señor!
3 ¡Alabado sea el nombre del Señor
del oriente al occidente!
4 El Señor está por encima de las naciones;
¡su gloria está por encima del cielo!
5 Nadie es comparable al Señor nuestro Dios,
que reina allá en lo alto;
6 y que, sin embargo, se inclina
para mirar el cielo y la tierra.
7 El Señor levanta del suelo al pobre,
y saca del lugar más bajo al necesitado
8 para sentarlo entre gente importante,
entre la gente importante de su pueblo.
9 A la mujer que no tuvo hijos
le da la alegría de ser madre
y de tener su propio hogar.
Las maravillas del éxodo, Salmo 114.1-8
Cuando Israel, la casa de Jacob,
salió de Egipto, del país extraño,
2 Judá llegó a ser el santuario del Señor;
Israel llegó a ser su dominio.
3 Cuando el mar vio a Israel, huyó,
y el río Jordán se hizo atrás.
4 ¡Los cerros y las montañas
saltaron como carneros y corderitos!
5 ¿Qué te pasó, mar, que huiste?
¿Qué te pasó, Jordán, que te hiciste atrás?
6 ¿Qué les pasó, cerros y montañas,
que saltaron como carneros y corderitos?
7 ¡Tiembla tú, tierra,
delante del Señor, Dios de Jacob!
8 ¡Él convirtió las peñas en lagunas!
¡Él convirtió las rocas en manantiales!
Dios y los ídolos, Salmo 115.1-18
Señor,
glorifícate a ti mismo, y no a nosotros;
¡glorifícate, por tu amor y tu verdad!
2 ¿Por qué han de preguntar los paganos
dónde está nuestro Dios?
3 Nuestro Dios está en el cielo;
él ha hecho todo lo que quiso.
4 Los ídolos de los paganos son oro y plata,
objetos que el hombre fabrica con sus manos:
5 tienen boca, pero no pueden hablar;
tienen ojos, pero no pueden ver;
6 tienen orejas, pero no pueden oír;
tienen narices, pero no pueden oler;
7 tienen manos, pero no pueden tocar;
tienen pies, pero no pueden andar;
¡ni un solo sonido sale de su garganta!
8 Iguales a esos ídolos
son quienes los fabrican
y quienes en ellos creen.
9 Israelitas, ¡confíen en el Señor!
Él nos ayuda y nos protege.
10 Sacerdotes, ¡confíen en el Señor!
Él nos ayuda y nos protege.
11 Ustedes que honran al Señor, ¡confíen en él!
Él nos ayuda y nos protege.
12 ¡El Señor se ha acordado de nosotros
y nos bendecirá!
Bendecirá a los israelitas,
bendecirá a los sacerdotes,
13 bendecirá a los que lo honran,
a grandes y pequeños.
14 ¡Que el Señor les aumente la descendencia
a ustedes y a sus hijos!
15 ¡Que el Señor, creador del cielo y de la tierra,
les dé a ustedes su bendición!
16 El cielo pertenece al Señor,
y al hombre le dio la tierra.
17 Los que han bajado al mundo del silencio,
los que ya han muerto, no pueden alabar al Señor;
18 pero nosotros lo alabaremos
ahora y siempre.
¡Aleluya!
Acción de gracias por haber sido librado de la muerte, Salmo 116.1-19
Amo al Señor porque ha escuchado mis súplicas,
2 porque me ha prestado atención.
¡Toda mi vida lo invocaré!
3 La muerte me enredó en sus lazos,
la angustia del sepulcro me alcanzó
y me hallé preso del miedo y del dolor.
4 Entonces invoqué el nombre del Señor
y le rogué que me salvara la vida.
5 El Señor es justo y compasivo;
nuestro Dios es todo ternura.
6 El Señor cuida de los sencillos.
Cuando yo estaba sin fuerzas, me salvó.
7 Ahora sí, puedo volver a sentirme tranquilo
porque el Señor ha sido bueno conmigo,
8 porque me ha librado de la muerte,
porque me ha librado de llorar y de caer.
9 Seré obediente al Señor
en el mundo de los que viven.
10 Yo tenía fe, a pesar de que decía
que era grande mi aflicción.
11 Desesperado, afirmé
que todo hombre es mentiroso.
12 ¿Cómo podré pagar al Señor
todo el bien que me ha hecho?
13 ¡Levantaré la copa de la salvación
e invocaré su nombre!
14 Cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo.
15 Mucho le cuesta al Señor
ver morir a los que lo aman.
16 ¡Oh Señor, yo soy tu siervo!
¡Yo soy el hijo de tu sierva!
Tú has roto los lazos que me ataban.
17 En gratitud, te ofreceré sacrificios,
e invocaré, Señor, tu nombre.
18 Cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo,
19 en los atrios del templo del Señor,
¡en medio de ti, Jerusalén!
¡Aleluya!
Alabanza por la misericordia de Jehová, Salmo 117.1,2
Naciones y pueblos todos,
alaben al Señor,
2 pues su amor por nosotros es muy grande;
¡la fidelidad del Señor es eterna!
¡Aleluya!
Mayo 19
Acción de gracias por la salvación recibida de Jehová, Salmo 118.1-29
Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
2 Que digan los israelitas:
«El amor del Señor es eterno.»
3 Que digan los sacerdotes:
«El amor del Señor es eterno.»
4 Que digan los que honran al Señor:
«El amor del Señor es eterno.»
5 En mi angustia llamé al Señor;
él me escuchó y me dio libertad.
6 El Señor está conmigo; no tengo miedo.
¿Qué me puede hacer el hombre?
7 El Señor está conmigo; él me ayuda.
¡He de ver derrotados a los que me odian!
8 Es mejor confiar en el Señor
que confiar en el hombre.
9 Es mejor confiar en el Señor
que confiar en grandes hombres.
10 Todas las naciones me rodearon,
pero en el nombre del Señor las derroté.
11 Me rodearon por todos lados,
pero en el nombre del Señor las derroté.
12 Me rodearon como avispas,
pero su furia se apagó como fuego de espinos;
¡en el nombre del Señor las derroté!
13 Me empujaron con violencia, para que cayera,
pero el Señor vino en mi ayuda.
14 Yo canto al Señor, que me da fuerzas.
¡Él es mi Salvador!
15 En las casas de los hombres fieles
hay alegres cantos victoriosos:
«¡El poder del Señor alcanzó la victoria!
16 ¡El poder del Señor es extraordinario!
¡El poder del Señor alcanzó la victoria!»
17 ¡No moriré, sino que he de vivir
para contar lo que el Señor ha hecho!
18 El Señor me ha castigado con dureza,
pero no me ha dejado morir.
19 ¡Abran las puertas del templo,
que quiero entrar a dar gracias al Señor!
20 Ésta es la puerta del Señor,
y por ella entrarán los que le son fieles.
21 Te doy gracias, Señor, porque me has respondido
y porque eres mi salvador.
22 La piedra que los constructores despreciaron
se ha convertido en la piedra principal.
23 Esto lo ha hecho el Señor,
y estamos maravillados.
24 Éste es el día en que el Señor ha actuado:
¡estemos hoy contentos y felices!
25 Por favor, Señor, ¡sálvanos!
Por favor, Señor, ¡haz que nos vaya bien!
26 ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Bendecimos a ustedes desde el templo del Señor.
27 El Señor es Dios; ¡él nos alumbra!
Comiencen la fiesta y lleven ramas
hasta los cuernos del altar.
28 Te doy gracias y alabo tu grandeza,
porque tú eres mi Dios.
29 Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
Excelencias de la Ley de Dios, Salmo 119.1-56
Felices los que se conducen sin tacha
y siguen la enseñanza del Señor.
2 Felices los que atienden a sus mandatos
y lo buscan de todo corazón,
3 los que no hacen nada malo,
los que siguen el camino del Señor.
4 Tú has ordenado que tus preceptos
se cumplan estrictamente.
5 ¡Ojalá yo me mantenga firme
en la obediencia a tus leyes!
6 No tendré de qué avergonzarme
cuando atienda a todos tus mandamientos.
7 Te alabaré con corazón sincero
cuando haya aprendido tus justos decretos.
8 ¡Quiero cumplir tus leyes!
¡No me abandones jamás!
9 ¿Cómo podrá el joven llevar una vida limpia?
¡Viviendo de acuerdo con tu palabra!
10 Yo te busco de todo corazón;
no dejes que me aparte de tus mandamientos.
11 He guardado tus palabras en mi corazón
para no pecar contra ti.
12 ¡Bendito tú, Señor!
¡Enséñame tus leyes!
13 Con mis labios contaré
todos los decretos que pronuncies.
14 Me alegraré en el camino de tus mandatos,
más que en todas las riquezas.
15 Meditaré en tus preceptos
y pondré mi atención en tus caminos.
16 Me alegraré con tus leyes
y no me olvidaré de tu palabra.
17 ¡Concédele vida a este siervo tuyo!
¡Obedeceré tu palabra!
18 Abre mis ojos, para que contemple
las maravillas de tu enseñanza.
19 Yo soy extranjero en esta tierra;
no escondas de mí tus mandamientos.
20 Me siento oprimido a todas horas
por el deseo de conocer tus decretos.
21 Tú reprendes a los insolentes y malditos
que se apartan de tus mandamientos.
22 Aléjame de sus ofensas y desprecios,
pues he atendido a tus mandatos.
23 Aunque hombres poderosos tramen hacerme daño,
este siervo tuyo meditará en tus leyes.
24 Yo me alegro con tus mandatos;
ellos son mis consejeros.
25 Estoy a punto de morir;
¡dame vida, conforme a tu promesa!
26 Te he expuesto mi conducta, y me has respondido.
¡Enséñame tus leyes!
27 Dame entendimiento para seguir tus preceptos,
pues quiero meditar en tus maravillas.
28 Estoy ahogado en lágrimas de dolor;
¡manténme firme, conforme a tu promesa!
29 Aléjame del camino de la mentira
y favoréceme con tu enseñanza.
30 He escogido el camino de la verdad
y deseo tus decretos.
31 Señor, me he apegado a tus mandatos;
¡no me llenes de vergüenza!
32 Me apresuro a cumplir tus mandamientos
porque llenas de alegría mi corazón.
33 Señor, enséñame el camino de tus leyes,
pues quiero seguirlo hasta el fin.
34 Dame entendimiento para guardar tu enseñanza;
¡quiero obedecerla de todo corazón!
35 Llévame por el camino de tus mandamientos,
pues en él está mi felicidad.
36 Haz que mi corazón prefiera tus mandatos
a las ganancias mal habidas.
37 No dejes que me fije en falsos dioses;
¡dame vida para seguir tu camino!
38 Confirma a este siervo tuyo
las promesas que haces a los que te honran.
39 Aleja de mí la ofensa que temo,
pues tus decretos son buenos.
40 Yo he deseado tus preceptos;
¡dame vida, pues tú eres justo!
41 Muéstrame, Señor, tu amor y salvación,
tal como lo has prometido.
42 Así podré responder al que me ofenda,
pues confío en tu palabra.
43 No quites de mi boca la palabra de verdad,
pues he puesto mi esperanza en tus decretos.
44 ¡Quiero poner en práctica tu enseñanza,
siempre, por toda la eternidad!
45 Así podré vivir en libertad,
pues he seguido tus preceptos.
46 Hablaré de tus mandatos ante los reyes
y no sentiré vergüenza.
47 Pues amo tus mandamientos
y me alegro con ellos.
48 Amo y anhelo tus mandamientos,
y pienso mucho en tus leyes.
49 Recuerda la palabra que diste a este siervo tuyo:
en ella me hiciste poner la esperanza.
50 Éste es mi consuelo en la tristeza:
que con tus promesas me das vida.
51 Los insolentes me ofenden sin cesar,
pero yo no me aparto de tu enseñanza.
52 Recuerdo tus decretos de otros tiempos,
y en ellos, Señor, encuentro consuelo.
53 Los malvados que abandonan tu enseñanza
me llenan de furor.
54 Tus leyes han sido mis canciones
en esta tierra donde soy un extranjero.
55 Señor, por las noches me acuerdo de ti;
¡quiero poner en práctica tu enseñanza!
56 Esto es lo que me corresponde:
obedecer tus preceptos.
Mayo 20
Excelencias de la Ley de Dios, Salmo 119.57-176
Tú, Señor, eres todo lo que tengo;
he prometido poner en práctica tus palabras.
58 De todo corazón he procurado agradarte;
trátame bien, conforme a tu promesa.
59 Me puse a pensar en mi conducta,
y volví a obedecer tus mandatos.
60 Me he dado prisa, no he tardado
en poner en práctica tus mandamientos.
61 Me han rodeado con trampas los malvados,
pero no me he olvidado de tu enseñanza.
62 A medianoche me levanto a darte gracias
por tus justos decretos.
63 Yo soy amigo de los que te honran
y de los que cumplen tus preceptos.
64 Señor, la tierra está llena de tu amor;
¡enséñame tus leyes!
65 Señor, tú has tratado bien a este siervo tuyo,
conforme a tu promesa.
66 Enséñame a tener buen juicio y conocimiento,
pues confío en tus mandamientos.
67 Antes de ser humillado cometí muchos errores,
pero ahora obedezco tu palabra.
68 Tú eres bueno, y haces el bien;
¡enséñame tus leyes!
69 Los insolentes me acusan falsamente,
pero yo cumplo tus preceptos de todo corazón.
70 Ellos tienen la mente entorpecida,
pero yo me alegro con tu enseñanza.
71 Me hizo bien haber sido humillado,
pues así aprendí tus leyes.
72 Para mí vale más la enseñanza de tus labios,
que miles de monedas de oro y plata.
73 Tú mismo me hiciste y me formaste;
¡dame inteligencia para aprender tus mandamientos!
74 Los que te honran se alegrarán al verme,
porque he puesto mi esperanza en tu palabra.
75 Señor, yo sé que tus decretos son justos
y que tienes razón cuando me afliges.
76 ¡Que tu amor me sirva de consuelo,
conforme a la promesa que me hiciste!
77 Muéstrame tu ternura, y hazme vivir,
pues me siento feliz con tu enseñanza.
78 Sean avergonzados los insolentes
que sin razón me maltratan;
yo quiero meditar en tus preceptos.
79 Que se reúnan conmigo los que te honran,
los que conocen tus mandatos.
80 Que mi corazón sea perfecto en tus leyes,
para no tener de qué avergonzarme.
81 Con ansia espero que me salves;
¡he puesto mi esperanza en tu palabra!
82 Mis ojos se consumen esperando tu promesa,
y digo: «¿Cuándo vendrás a consolarme?»
83 Aunque soy un viejo inútil y olvidado,
no me he olvidado de tus leyes.
84 ¿Cuánto más habré de esperar?
¿Cuándo juzgarás a los que me persiguen?
85 Gente insolente que no sigue tu enseñanza
ha cavado trampas a mi paso.
86 ¡Ayúdame, pues soy perseguido sin motivo!
¡Tus mandamientos son todos verdaderos!
87 Casi he sido borrado de la tierra,
pero no he descuidado tus preceptos.
88 Dame vida, de acuerdo con tu amor,
y cumpliré los mandatos de tus labios.
89 Señor, tu palabra es eterna;
¡afirmada está en el cielo!
90 Tu fidelidad permanece para siempre;
tú afirmaste la tierra, y quedó en pie.
91 Todas las cosas siguen firmes, conforme a tus decretos,
porque todas ellas están a tu servicio.
92 Si tu enseñanza no me trajera alegría,
la tristeza habría acabado conmigo.
93 Jamás me olvidaré de tus preceptos,
pues por ellos me has dado vida.
94 ¡Sálvame, pues soy tuyo
y he seguido tus preceptos!
95 Los malvados esperan el momento de destruirme,
pero yo estoy atento a tus mandatos.
96 He visto que todas las cosas tienen su fin,
pero tus mandamientos son infinitos.
97 ¡Cuánto amo tu enseñanza!
¡Todo el día medito en ella!
98 Tus mandamientos son míos para siempre;
me han hecho más sabio que mis enemigos.
99 Entiendo más que todos mis maestros
porque pienso mucho en tus mandatos.
100 Entiendo más que los ancianos
porque obedezco tus preceptos.
101 He alejado mis pies de todo mal camino
para cumplir tu palabra.
102 No me he apartado de tus decretos
porque tú eres quien me enseña.
103 Tu promesa es más dulce a mi paladar
que la miel a mi boca.
104 De tus preceptos he sacado entendimiento;
por eso odio toda conducta falsa.
105 Tu palabra es una lámpara a mis pies
y una luz en mi camino.
106 Hice un juramento, y lo voy a cumplir:
¡pondré en práctica tus justos decretos!
107 Señor, me siento muy afligido;
¡dame vida, conforme a tu promesa!
108 Acepta, Señor, las ofrendas de mis labios,
y enséñame tus decretos.
109 Siempre estoy en peligro de muerte,
pero no me olvido de tu enseñanza.
110 Los malvados me ponen trampas,
pero no me aparto de tus preceptos.
111 Mi herencia eterna son tus mandatos,
porque ellos me alegran el corazón.
112 De corazón he decidido practicar tus leyes,
para siempre y hasta el fin.
113 Odio a la gente hipócrita,
pero amo tu enseñanza.
114 Tú eres quien me ampara y me protege;
en tu palabra he puesto mi esperanza.
115 ¡Aléjense de mí, malvados,
que quiero cumplir los mandatos de mi Dios!
116 Dame fuerzas, conforme a tu promesa, y viviré;
¡no defraudes mi esperanza!
117 Ayúdame, y estaré a salvo;
así cumpliré siempre tus leyes.
118 Tú desprecias a los que se apartan de tus leyes,
porque sus pensamientos no tienen sentido.
119 Los malvados de la tierra son para ti como basura;
por eso yo amo tus mandatos.
120 Mi cuerpo tiembla de temor delante de ti;
¡siento reverencia por tus decretos!
121 Nunca he dejado de hacer lo que es justo;
no me abandones en manos de mis opresores.
122 Hazte responsable de mi bienestar;
que no me maltraten los insolentes.
123 Mis ojos se consumen esperando que me salves,
esperando que me libres, conforme a tu promesa.
124 Trata a este siervo tuyo de acuerdo con tu amor;
¡enséñame tus leyes!
125 Yo soy tu siervo. Dame entendimiento,
pues quiero conocer tus mandatos.
126 Señor, ya es tiempo de que hagas algo,
pues han desobedecido tu enseñanza.
127 Por eso yo amo tus mandamientos
mucho más que el oro fino.
128 Por eso me guío por tus preceptos
y odio toda conducta falsa.
129 Tus mandatos son maravillosos;
por eso los obedezco.
130 La explicación de tus palabras ilumina,
instruye a la gente sencilla.
131 Con gran ansia abro la boca,
pues deseo tus mandamientos.
132 Mírame, y ten compasión de mí,
como haces con los que te aman.
133 Hazme andar conforme a tu palabra;
no permitas que la maldad me domine.
134 Líbrame de la violencia humana,
pues quiero cumplir tus preceptos.
135 Mira con buenos ojos a este siervo tuyo,
y enséñame tus leyes.
136 Ríos de lágrimas salen de mis ojos
porque no se respeta tu enseñanza.
137 Señor, tú eres justo;
rectos son tus decretos.
138 Todos tus mandatos
son justos y verdaderos.
139 Me consume el celo que siento por tus palabras,
pues mis enemigos se han olvidado de ellas.
140 Tu promesa ha pasado las más duras pruebas;
por eso la ama este siervo tuyo.
141 Humilde soy, y despreciado,
pero no me olvido de tus preceptos.
142 Tu justicia es siempre justa,
y tu enseñanza es la verdad.
143 Me he visto angustiado y en aprietos,
pero tus mandamientos me alegraron.
144 Tus mandatos son siempre justos;
¡dame entendimiento para que pueda yo vivir!
145 Señor, te llamo con todo el corazón;
¡respóndeme, pues quiero cumplir tus leyes!
146 A ti clamo, ayúdame
para que cumpla tus mandatos.
147 Antes de amanecer, me levanto a pedirte ayuda;
he puesto mi esperanza en tu promesa.
148 Antes de anochecer, mis ojos ya están velando
para meditar en tu promesa.
149 Oye mi voz, Señor, por tu amor;
dame vida, conforme a tu justicia.
150 Están cerca mis crueles perseguidores,
pero están lejos de tu enseñanza.
151 Tú, Señor, estás cerca,
y todos tus mandamientos son verdaderos.
152 Desde hace mucho conozco tus mandatos,
establecidos por ti eternamente.
153 Mira mi aflicción y líbrame,
pues no me he olvidado de tu enseñanza.
154 Defiende mi caso y rescátame;
¡dame vida, conforme a tu promesa!
155 Tu ayuda está lejos de los malvados,
porque no siguen tus leyes.
156 Señor, es muy grande tu ternura;
dame vida, conforme a tu justicia.
157 Muchos son mis enemigos y opresores,
pero yo no me aparto de tus mandatos.
158 No soporto a los traidores,
a los que no obedecen tus mandamientos.
159 Señor, mira cómo amo tus preceptos;
¡dame vida, por tu amor!
160 En tu palabra se resume la verdad;
eternos y justos son todos tus decretos.
161 Hombres poderosos me persiguen sin motivo,
pero mi corazón reverencia tus palabras.
162 Yo me siento feliz con tu promesa,
como quien se encuentra un gran tesoro.
163 Odio la mentira, no la soporto;
pero amo tu enseñanza.
164 A todas horas te alabo
por tus justos decretos.
165 Los que aman tu enseñanza gozan de mucha paz,
y nada los hace caer.
166 Señor, espero que me salves,
pues he puesto en práctica tus mandamientos.
167 Yo obedezco tus mandatos
y los amo de todo corazón.
168 Yo obedezco tus preceptos y mandatos;
¡tú conoces toda mi conducta!
169 Lleguen mis gritos, Señor, a tu presencia;
¡dame entendimiento, conforme a tu palabra!
170 Llegue mi oración a tu presencia;
¡líbrame, conforme a tu promesa!
171 Brote de mis labios la alabanza,
pues tú me has enseñado tus leyes.
172 Entonen mis labios un canto a tu promesa,
porque todos tus mandamientos son justos.
173 Esté lista tu mano a darme ayuda,
porque he preferido tus preceptos.
174 Señor, ¡deseo que me salves!
¡Yo me siento feliz con tu enseñanza!
175 Quiero vivir para alabarte;
que tu justicia me ayude.
176 Me he extraviado como una oveja; ¡ven en busca mía,
pues no me he olvidado de tus mandamientos!
Mayo 21
Plegaria ante el peligro de la lengua engañosa, Salmo 120.1-7
Cuando estoy angustiado, llamo al Señor,
y él me responde.
2 Señor, líbrame de los labios mentirosos
y de la lengua embustera.
3 ¿Qué más puedes recibir, lengua embustera?
4 ¡Flechas puntiagudas de guerrero!
¡Ardientes brasas de retama!
5 ¡Pobre de mí, que vivo como extranjero en Mésec,
que he acampado entre las tiendas de Quedar!
6 Demasiado he vivido entre los que odian la paz;
7 ¡cuando yo hablo de paz, ellos hablan de guerra!
Jehová es tu guardador, Salmo 121.1-8
Al contemplar las montañas me pregunto:
«¿De dónde vendrá mi ayuda?»
2 Mi ayuda vendrá del Señor,
creador del cielo y de la tierra.
3 ¡Nunca permitirá que resbales!
¡Nunca se dormirá el que te cuida!
4 No, él nunca duerme;
nunca duerme el que cuida de Israel.
5 El Señor es quien te cuida;
el Señor es quien te protege,
quien está junto a ti para ayudarte.
6 El sol no te hará daño de día,
ni la luna de noche.
7 El Señor te protege de todo peligro;
él protege tu vida.
8 El Señor te protege en todos tus caminos,
ahora y siempre.
Plegaria pidiendo misericordia, Salmo 123.1-4
Hacia ti, Señor, miro suplicante;
hacia ti, que reinas en el cielo.
2 Suplicantes miramos al Señor nuestro Dios,
como mira el criado la mano de su amo,
como mira la criada la mano de su ama,
esperando que él nos tenga compasión.
3 Ten compasión de nosotros, Señor;
ten compasión de nosotros,
pues ya no soportamos sus insultos.
4 ¡Demasiado hemos sufrido
la burla de los ricos
y el desprecio de los orgullosos!
Dios protege a su pueblo, Salmo 125.1-5
Los que confían en el Señor son inconmovibles;
igual que el monte Sión, permanecen para siempre.
2 Así como los montes rodean a Jerusalén,
el Señor rodea a su pueblo ahora y siempre.
3 El mal gobierno no siempre dominará
en la tierra que Dios ha dado a su pueblo,
no sea que su pueblo comience
a practicar la maldad.
4 Señor, haz bien a los hombres buenos,
a los hombres de corazón sincero;
5 pero a los que van por mal camino
hazlos correr la suerte de los malhechores.
¡Que haya paz en Israel!
La bienaventuranza de quien teme a Jehová, Salmo 128.1-6
Feliz tú, que honras al Señor
y le eres obediente.
2 Comerás del fruto de tu trabajo,
serás feliz y te irá bien.
3 En la intimidad de tu hogar,
tu mujer será como una vid cargada de uvas;
tus hijos, alrededor de tu mesa,
serán como retoños de olivo.
4 Así bendecirá el Señor al hombre que lo honra.
5 ¡Que el Señor te bendiga desde el monte Sión!
¡Que veas el bienestar de Jerusalén
todos los días de tu vida!
6 ¡Que llegues a ver a tus nietos!
Plegaria pidiendo la destrucción de los enemigos de Sión, Salmo 129.1-8
Por muchas angustias he pasado
desde mi juventud
—que lo diga ahora Israel—,
2 por muchas angustias he pasado
desde mi juventud,
pero no han podido conmigo.
3 Me han herido la espalda con azotes,
y me han abierto grandes surcos,
4 pero el Señor, que es justo,
me ha librado del dominio de los malvados.
5 ¡Que sean avergonzados y huyan
los enemigos de Sión!
6 ¡Que sean como la hierba que crece en los tejados,
que antes de arrancarla se marchita!
7 Hierba que nunca llena las manos
del que cosecha el trigo y lo ata en manojos;
8 hierba de la que nadie que pase dirá:
«¡El Señor los ha bendecido!»
Nosotros los bendecimos a ustedes
en el nombre del Señor.
Jehová redimirá a Israel, Salmo 130.1-8
Desde el fondo del abismo
clamo a ti, Señor:
2 ¡Escucha, Señor, mi voz!,
¡atiendan tus oídos mi grito suplicante!
3 Señor, Señor,
si tuvieras en cuenta la maldad,
¿quién podría mantenerse en pie?
4 Pero en ti encontramos perdón,
para que te honremos.
5 Con toda mi alma espero al Señor,
y confío en su palabra.
6 Yo espero al Señor
más que los centinelas a la mañana.
Así como los centinelas esperan a la mañana,
7 espera tú, Israel, al Señor,
pues en él hay amor y completa libertad.
8 ¡Él librará a Israel de toda su maldad!
La grandeza del Señor y la vanidad de los ídolos, Salmo 135.1-21
¡Aleluya!
Alaben el nombre del Señor;
alábenlo ustedes, siervos suyos,
2 que están en el templo del Señor,
en los atrios del templo del Dios nuestro.
3 Alaben al Señor, porque él es bueno;
canten himnos a su nombre, porque él es bondadoso.
4 Pues escogió a Jacob, a Israel,
para que fuera su tesoro propio.
5 Yo sé muy bien que el Señor nuestro Dios
es más grande que todos los dioses.
6 El Señor hace todo lo que quiere,
lo mismo en el cielo que en la tierra,
lo mismo en el mar que en sus profundidades.
7 Levanta las nubes desde el extremo del mundo,
hace los relámpagos que anuncian la lluvia,
y de sus depósitos saca al viento.
8 Él fue quien hirió de muerte
al hijo mayor de toda familia egipcia
y a las primeras crías de sus animales.
9 En pleno corazón de Egipto,
envió señales maravillosas
contra el faraón y sus ministros.
10 Hirió de muerte a muchas naciones,
quitó la vida a reyes poderosos:
11 a Sihón, el rey amorreo,
a Og, el rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán;
12 y las tierras de esos reyes
se las dio como herencia a su pueblo Israel.
13 Señor, tu nombre es eterno;
por siempre serás recordado.
14 El Señor hace justicia a su pueblo;
tiene compasión de sus siervos.
15 Los ídolos de los paganos son oro y plata,
objetos que el hombre fabrica con sus manos.
16 Tienen boca, pero no pueden hablar;
tienen ojos, pero no pueden ver;
17 tienen orejas, pero no pueden oír;
¡ni siquiera tienen vida!
18 Iguales a esos ídolos
son quienes los fabrican
y quienes en ellos creen.
19 Israelitas, bendigan al Señor;
sacerdotes, bendigan al Señor;
20 levitas, bendigan al Señor;
ustedes que honran al Señor, bendíganlo.
21 ¡Bendito sea en Sión
el Señor, el que vive en Jerusalén!
Alabanza por la misericordia eterna de Jehová, Salmo 136.1-26
Den gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
2 Den gracias al Dios de dioses,
porque su amor es eterno.
3 Den gracias al Señor de señores,
porque su amor es eterno.
4 Al único que hace grandes maravillas,
porque su amor es eterno.
5 Al que hizo los cielos con sabiduría,
porque su amor es eterno.
6 Al que extendió la tierra sobre las aguas,
porque su amor es eterno.
7 Al que hizo el sol y la luna,
porque su amor es eterno:
8 el sol, para alumbrar de día,
porque su amor es eterno;
9 la luna y las estrellas, para alumbrar de noche,
porque su amor es eterno.
10 Al que hirió al primer hijo de toda familia egipcia,
porque su amor es eterno.
11 Al que sacó de Egipto a los israelitas,
porque su amor es eterno;
12 extendiendo su brazo con gran poder,
porque su amor es eterno.
13 Al que partió en dos el Mar Rojo,
porque su amor es eterno.
14 Al que hizo pasar a Israel por en medio del mar,
porque su amor es eterno.
15 Al que hundió en el Mar Rojo al Faraón y su ejército,
porque su amor es eterno.
16 Al que llevó a su pueblo por el desierto,
porque su amor es eterno.
17 Al que hirió de muerte a grandes reyes,
porque su amor es eterno.
18 Al que a reyes poderosos quitó la vida,
porque su amor es eterno:
19 a Sihón, el rey amorreo,
porque su amor es eterno;
20 y a Og, el rey de Basán,
porque su amor es eterno.
21 Al que repartió la tierra de esos reyes,
porque su amor es eterno,
22 y la dio como herencia a su siervo Israel,
porque su amor es eterno.
23 Al que nos recuerda cuando estamos abatidos,
porque su amor es eterno.
24 Al que nos libra de nuestros enemigos,
porque su amor es eterno.
25 Al que da de comer a hombres y animales,
porque su amor es eterno.
26 ¡Den gracias al Dios del cielo,
porque su amor es eterno!
Alabanza por la justicia de Dios, Salmo 146.1-10
¡Aleluya!
Alabaré al Señor con toda mi alma.
2 Alabaré al Señor mientras yo viva;
cantaré himnos a mi Dios mientras yo exista.
3 No pongan su confianza en hombres importantes,
en simples hombres que no pueden salvar,
4 pues cuando mueren regresan al polvo,
y ese mismo día terminan sus proyectos.
5 Feliz quien recibe ayuda del Dios de Jacob,
quien pone su esperanza en el Señor su Dios.
6 Él hizo cielo, tierra y mar,
y todo lo que hay en ellos.
Él siempre mantiene su palabra.
7 Hace justicia a los oprimidos
y da de comer a los hambrientos.
El Señor da libertad a los presos;
8 el Señor devuelve la vista a los ciegos;
el Señor levanta a los caídos;
el Señor ama a los hombres honrados;
9 el Señor protege a los extranjeros
y sostiene a los huérfanos y a las viudas,
pero hace que los malvados pierdan el camino.
10 Oh Sión, el Señor reinará por siempre;
tu Dios reinará por todos los siglos.
¡Aleluya!
Mayo 22
Alabanza por el favor de Dios hacia Jerusalén, Salmo 147.1-20
¡Aleluya!
¡Qué bueno es cantar himnos a nuestro Dios!
¡A él se le deben dulces alabanzas!
2 El Señor reconstruye a Jerusalén
y reúne a los dispersos de Israel.
3 Él sana a los que tienen roto el corazón,
y les venda las heridas.
4 Él determina el número de las estrellas,
y a cada una le pone nombre.
5 Grande es nuestro Dios, y grande su poder;
su inteligencia es infinita.
6 El Señor levanta a los humildes,
pero humilla por completo a los malvados.
7 Canten al Señor con gratitud;
canten himnos a nuestro Dios, al son del arpa.
8 Él cubre de nubes el cielo,
prepara la lluvia para la tierra,
hace crecer los pastos en los montes,
9 da de comer a los animales
y a las crías de los cuervos cuando chillan.
10 No es la fuerza del caballo ni los músculos del hombre
lo que más agrada al Señor;
11 a él le agradan los que lo honran,
los que confían en su amor.
12 Jerusalén, alaba al Señor;
Sión, alaba a tu Dios.
13 Pues él reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de la ciudad.
14 Él trae la paz a tu territorio
y te satisface con lo mejor del trigo.
15 Él envía su palabra a la tierra,
y su palabra corre a toda prisa.
16 Él produce la nieve como si fuera lana,
y esparce la escarcha como si fuera polvo.
17 Él envía el hielo en forma de granizo;
con el frío que envía, el agua se congela.
18 Pero envía su palabra, y la derrite;
hace soplar el viento, y el agua corre.
19 Él dio a conocer a Jacob, a Israel,
su palabra, sus leyes y decretos.
20 No hizo lo mismo con las otras naciones,
las cuales nunca conocieron sus decretos.
¡Aleluya!
Exhortacion a la creación, para que alabe a Jehová, Salmo 148.1-14
¡Aleluya!
¡Alaben al Señor desde el cielo!
¡Alaben al Señor desde lo alto!
2 ¡Alábenlo ustedes, todos sus ángeles!
¡Alábenlo ustedes, ejércitos del cielo!
3 ¡Alábenlo, sol y luna!
¡Alábenlo ustedes, brillantes luceros!
4 ¡Alábalo tú, altísimo cielo,
y tú, agua que estás encima del cielo!
5 Alaben el nombre del Señor,
pues él dio una orden y todo fue creado;
6 él lo estableció todo para siempre,
y dictó una ley que no puede ser violada.
7 ¡Alaben al Señor desde la tierra,
monstruos del mar, y mar profundo!
8 ¡El rayo y el granizo, la nieve y la neblina!
¡El viento tempestuoso que cumple sus mandatos!
9 ¡Los montes y las colinas!
¡Todos los cedros y los árboles frutales!
10 ¡Los animales domésticos y los salvajes!
¡Las aves y los reptiles!
11 ¡Los reyes del mundo y todos los pueblos!
¡Todos los jefes y gobernantes del mundo!
12 ¡Hombres y mujeres, jóvenes y viejos!
13 ¡Alaben todos el nombre del Señor,
pues sólo su nombre es altísimo!
¡Su honor está por encima del cielo y de la tierra!
14 ¡Él ha dado poder a su pueblo!
¡Alabanza de todos sus fieles,
de los israelitas, su pueblo cercano!
¡Aleluya!
Exhortación a Israel, para que alabe a Jehová, Salmo 149.1-9
¡Aleluya!
Canten al Señor un canto nuevo;
alábenlo en la comunidad de los fieles.
2 Alégrense los israelitas, el pueblo de Sión,
porque Dios es su Creador y Rey.
3 Alaben su nombre con danzas,
cántenle himnos al son de arpas y panderos.
4 Porque el Señor se complace en su pueblo;
da a los humildes el honor de la victoria.
5 Alégrense los fieles con el triunfo,
y aun dormidos canten de alegría.
6 Haya alabanzas a Dios en sus labios,
y en su mano una espada de dos filos
7 para vengarse de los paganos,
para castigar a las naciones,
8 para encadenar a los reyes y gente poderosa
con pesadas cadenas de hierro,
9 para cumplir en ellos la sentencia escrita.
¡Esto será una honra para todos sus fieles!
¡Aleluya!
Exhortación a alabar a Dios con instrumentos de música, Salmo 150.1-6
¡Aleluya!
¡Alaben a Dios en su santuario!
¡Alábenlo en su majestuosa bóveda celeste!
2 ¡Alábenlo por sus hechos poderosos!
¡Alábenlo por su grandeza infinita!
3 ¡Alábenlo con toques de trompeta!
¡Alábenlo con arpa y salterio!
4 ¡Alábenlo danzando al son de panderos!
¡Alábenlo con flautas e instrumentos de cuerda!
5 ¡Alábenlo con platillos sonoros!
¡Alábenlo con platillos vibrantes!
6 ¡Que todo lo que respira alabe al Señor!
¡Aleluya!
Pacto de Dios con David, 2 Samuel 7.1-29
Cuando el rey David estuvo ya instalado en su palacio, y el Señor le había concedido la paz con todos sus enemigos de alrededor, 2 le dijo a Natán, el profeta:
—Como puedes ver, yo habito en un palacio de cedro, mientras que el arca de Dios habita bajo simples cortinas.
3 Y Natán le contestó:
—Pues haz todo lo que te has propuesto, porque cuentas con el apoyo del Señor.
4 Pero aquella misma noche, el Señor se dirigió a Natán y le dijo: 5 «Ve y habla con mi siervo David, y comunícale que yo, el Señor, he dicho: “No serás tú quien me construya un templo para que habite en él. 6 Desde el día en que saqué de Egipto a los israelitas, hasta el presente, nunca he habitado en templos, sino que he andado en simples tiendas de campaña. 7 En todo el tiempo que anduve con ellos, jamás le pedí a ninguno de sus caudillos, a quienes puse para que gobernaran a mi pueblo Israel, que me construyera un templo de madera de cedro.” 8 Por lo tanto, dile a mi siervo David que yo, el Señor todopoderoso, le digo: “Yo te saqué del redil, y te quité de andar tras el rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo Israel; 9 te he acompañado por dondequiera que has ido, he acabado con todos los enemigos que se te enfrentaron, y te he dado gran fama, como la que tienen los hombres importantes de este mundo. 10 Además he preparado un lugar para mi pueblo Israel, y allí los he instalado para que vivan en un sitio propio, donde nadie los moleste ni los malhechores los opriman como al principio, 11 cuando puse caudillos que gobernaran a mi pueblo Israel. Yo haré que te veas libre de todos tus enemigos. Y te hago saber que te daré descendientes, 12 y que cuando tu vida llegue a su fin y mueras, yo estableceré a uno de tus descendientes y lo confirmaré en el reino. 13 Él me construirá un templo, y yo afirmaré su reino para siempre. 14 Yo le seré un padre, y él me será un hijo. Y cuando cometa una falta, yo lo castigaré y lo azotaré como todo padre lo hace con su hijo, 15 pero no le retiraré mi bondad como se la retiré a Saúl, al cual quité para ponerte a ti en su lugar. 16 Tu dinastía y tu reino estarán para siempre seguros bajo mi protección, y también tu trono quedará establecido para siempre.”»
17 Natán le contó todo esto a David, exactamente como lo había visto y oído. 18 Entonces el rey David entró para hablar delante del Señor, y dijo: «Señor, ¿quién soy yo y qué es mi familia para que me hayas hecho llegar hasta aquí? 19 ¡Y tan poca cosa te ha parecido esto, Señor, que hasta has hablado del porvenir de la dinastía de tu siervo! ¡Ningún hombre actúa como tú, Señor! 20 ¿Qué más te puedo decir, Señor, si tú conoces a este siervo tuyo? 21 Todas estas maravillas las has hecho, según lo prometiste y lo quisiste, para que yo las conociera; 22 por lo tanto, Señor mío, ¡qué grandeza la tuya! Porque no hay nadie como tú, ni existe otro dios aparte de ti, según todo lo que nosotros mismos hemos oído. 23 En cuanto a Israel, tu pueblo, ¡no hay otro como él, pues es nación única en la tierra! Tú, oh Dios, lo libertaste para que fuera tu pueblo, y lo hiciste famoso haciendo por él cosas grandes y maravillosas. Tú arrojaste de delante de tu pueblo, al que rescataste de Egipto, a las demás naciones y a sus dioses, 24 porque tú has determinado que Israel sea tu pueblo para siempre, y que tú, Señor, serás su Dios.
25 »Así pues, Señor y Dios, mantén para siempre la promesa que has hecho a tu siervo y a su dinastía, y cumple lo que has dicho. 26 ¡Que tu nombre sea siempre engrandecido, y se diga que el Señor todopoderoso es el Dios de Israel! ¡Que la dinastía de David, tu siervo, se mantenga firme con tu protección! 27 Tú, Señor todopoderoso, me has hecho saber que vas a establecer mi dinastía; por eso yo, aunque soy tu siervo, me atrevo a hacerte esta súplica. 28 Tú, Señor, eres Dios, y tus palabras son verdaderas, y has prometido a tu siervo tanta bondad; 29 dígnate, pues, bendecir la dinastía de tu siervo para que permanezca siempre bajo tu protección. Tú, Señor Dios, lo has prometido, y con tu bendición la dinastía de tu siervo será bendita para siempre.»
1 Crónicas 17.1-27
Cuando David estuvo ya instalado en su palacio, le dijo a Natán, el profeta:
—Mira, yo habito en un palacio de cedro, mientras que el arca de la alianza del Señor está bajo simples cortinas.
2 Y Natán le contestó:
—Pues haz todo lo que te has propuesto, porque cuentas con el apoyo de Dios.
3 Pero aquella misma noche, Dios se dirigió a Natán y le dijo: 4 «Ve y habla con David, mi siervo, y comunícale que yo, el Señor, he dicho: “No serás tú quien me construya un templo para que habite en él. 5 Desde el día en que saqué a Israel, hasta el presente, nunca he habitado en templos, sino que he estado viviendo de una tienda de campaña en otra y de un lugar en otro. 6 En todo el tiempo que anduve con ellos, jamás le pedí a ninguno de sus caudillos, a quienes puse para que gobernaran a mi pueblo, que me construyera un templo de madera de cedro.” 7 Por lo tanto, dile a mi siervo David que yo, el Señor todopoderoso, le digo: “Yo te saqué del redil, y te quité de andar tras el rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo Israel; 8 te he acompañado por dondequiera que has ido, he acabado con todos los enemigos que se te enfrentaron, y te he dado fama, como la que tienen los hombres importantes de este mundo. 9 Además he preparado un lugar para mi pueblo Israel, y allí los he instalado para que vivan en un sitio propio, donde nadie los moleste ni los malhechores los opriman como al principio, 10 cuando puse caudillos que gobernaran a mi pueblo Israel. Yo humillaré a todos tus enemigos. Y te hago saber que te daré descendientes, 11 y que cuando tu vida llegue a su fin y mueras, yo estableceré a uno de tus descendientes y lo confirmaré en el reino. 12 Él me construirá un templo, y yo afirmaré su trono para siempre. 13 Yo le seré un padre, y él me será un hijo. No le retiraré mi bondad como lo hice con tu predecesor, 14 sino que lo confirmaré para siempre en mi casa y en mi reino. Y su trono quedará establecido para siempre.”»
15 Natán le contó todo esto a David, exactamente como lo había visto y oído. 16 Entonces el rey David entró para hablar delante del Señor, y dijo: «Señor y Dios, ¿quién soy yo y qué es mi familia para que me hayas hecho llegar hasta aquí? 17 ¡Y tan poca cosa te ha parecido esto, Señor y Dios, que hasta has hablado del porvenir de la dinastía de tu siervo y me has mirado como a un hombre de posición elevada! 18 ¿Qué más te puedo decir del honor que has hecho a tu siervo, si tú conoces a este siervo tuyo? 19 Señor, todas estas maravillas las has hecho en atención a tu siervo, según lo quisiste y para darlas a conocer. 20 Señor, no hay nadie como tú, ni existe otro dios aparte de ti, según todo lo que nosotros mismos hemos oído. 21 En cuanto a Israel, tu pueblo, ¡no hay otro como él, pues es nación única en la tierra! Tú, oh Dios, lo libertaste para que fuera tu pueblo, y te hiciste famoso haciendo cosas grandes y maravillosas. Tú arrojaste de delante de tu pueblo, al que rescataste de Egipto, a las demás naciones, 22 porque tú has tomado a Israel como tu pueblo para siempre, y tú, Señor, serás su Dios.
23 »Así pues, Señor, confirma para siempre la promesa que has hecho a tu siervo y a su dinastía, y cumple lo que has dicho. 24 ¡Que tu promesa se realice fielmente y que tu nombre sea siempre engrandecido, y se diga que el Señor todopoderoso es el Dios de Israel, que él es realmente Dios para Israel! ¡Que la dinastía de tu siervo David se mantenga firme con tu protección! 25 Tú, Dios mío, me has hecho saber que vas a establecer mi dinastía; por eso yo, aunque soy tu siervo, voy a hacerte una súplica. 26 Tú, Señor, eres Dios y has prometido a tu siervo tanta bondad; 27 y ahora te dignaste bendecir a la dinastía de tu siervo para que permanezca para siempre bajo tu protección. Tú, Señor, la has bendecido y será bendita para siempre.»
Mayo 23
David extiende sus dominios, 2 Samuel 8.1-13
Después de esto David venció a los filisteos, sometiéndolos y arrebatándoles de las manos las riendas del poder. 2 También derrotó a los moabitas, a quienes hizo que se tendieran en el suelo y los midió con un cordel: los que quedaban dentro de cada dos medidas de cordel, eran condenados a muerte, y los que quedaban dentro de una medida eran dejados con vida. Así los moabitas fueron sometidos a David y tuvieron que pagarle tributo.
3 David venció también a Hadad-ézer, hijo de Rehob, que era rey de Sobá, cuando éste iba a recuperar su dominio sobre la región del río Éufrates. 4 De ellos, David hizo prisioneros a mil setecientos soldados de caballería y a veinte mil de infantería; y además les rompió las patas a todos los caballos de los carros de combate, con la excepción de los caballos necesarios para cien carros.
5 Llegaron luego los sirios de Damasco para prestar ayuda a Hadad-ézer, el rey de Sobá, pero David venció a los sirios, matando a veintidós mil de ellos. 6 Luego puso David guarniciones en Siria de Damasco, y los sirios quedaron sometidos a él y sujetos al pago de tributo. Así pues, el Señor le daba la victoria a David por dondequiera que iba.
7 Después David se apoderó de los escudos de oro que usaban los oficiales de Hadad-ézer, y los llevó a Jerusalén. 8 También se apoderó de una gran cantidad de bronce de Bétah y de Berotai, ciudades que pertenecían a Hadad-ézer.
9 Cuando Toi, rey de Hamat, se enteró de que David había derrotado a todo el ejército de Hadad-ézer, 10 envió a su hijo Joram con objetos de plata, de oro y de bronce, para que saludara y felicitara al rey David por haber luchado con Hadad-ézer y haberlo vencido, pues Toi también había estado en guerra con él. 11 David dedicó todos estos objetos al Señor, junto con el oro y la plata que le había consagrado, y que venía de todas las naciones que había sometido: 12 de Edom, de Moab, de Amón, de los filisteos y de los amalecitas, y de lo que le había quitado en la guerra a Hadad-ézer, hijo de Rehob, rey de Sobá.
13 David se hizo famoso. Y cuando regresaba de haber vencido a los edomitas, derrotó a dieciocho mil edomitas en el Valle de la Sal.
1 Crónicas 18.1-12
Después de esto, David venció a los filisteos, sometiéndolos y arrebatándoles de las manos la ciudad de Gat y sus aldeas. 2 También derrotó a los moabitas, y así ellos fueron sometidos a David y tuvieron que pagarle tributo.
3 David venció también a Hadad-ézer, rey de Sobá, que está en dirección de Hamat, cuando éste iba a imponer su dominio sobre la región del río Éufrates. 4 De ellos, David capturó mil carros de combate e hizo prisioneros a siete mil soldados de caballería y a veinte mil de infantería; y además les rompió las patas a todos los caballos de los carros de combate, con la excepción de los caballos necesarios para cien carros.
5 Llegaron luego los sirios de Damasco para prestar ayuda a Hadad-ézer, el rey de Sobá, pero David venció a los sirios, matando a veintidós mil de ellos. 6 Luego puso David guarniciones en Siria de Damasco, y los sirios quedaron sometidos a él y sujetos al pago de tributos. Así pues, el Señor le daba la victoria a David por dondequiera que iba.
7 Después David se apoderó de los escudos de oro que usaban los oficiales de Hadad-ézer, y los llevó a Jerusalén. 8 También se apoderó de una gran cantidad de bronce de Tibhat y de Cun, ciudades que pertenecían a Hadad-ézer. Con ese bronce hizo después Salomón la enorme pila para el agua, las columnas y los utensilios de bronce para el templo.
9 Cuando Toi, rey de Hamat, se enteró de que David había derrotado a todo el ejército de Hadad-ézer, rey de Sobá, 10 envió a su hijo Adoram con toda clase de objetos de oro, de plata y de bronce, para que saludara y felicitara al rey David por haber luchado con Hadad-ézer y haberlo vencido, pues Toi también había estado en guerra con él. 11 David dedicó todos estos objetos al Señor, junto con el oro y la plata que les había quitado a todas las naciones, a Edom, a Moab, a los amonitas, a los filisteos y a los amalecitas.
12 Además Abisai, hijo de Seruiá, derrotó a dieciocho mil edomitas en el Valle de la Sal.
Salmo de David, para enseñar, cuando tuvo guerra contra Aram-Naharaim y contra Aram de Soba, y volvió Joab y destrozó a doce mil de Edom en el valle de la Sal.
Plegaria pidiendo ayuda contra el enemigo, Salmo 60.1-12
En tu enojo, oh Dios, nos has abandonado,
nos has deshecho;
¡devuélvenos ahora nuestra fuerza!
2 (4) Hiciste que la tierra temblara y se abriera;
¡cierra ahora sus grietas, pues se desmorona!
3 (5) Has hecho pasar a tu pueblo duras pruebas,
nos has dado un vino que enloquece.
4 (6) Diste a los que te honran la señal
para que escaparan de las flechas.
5 (7) ¡Respóndenos, sálvanos con tu poder!
¡Libera a los que amas!
6 (8) Dios ha dicho en su santuario:
«¡Con qué alegría dividiré Siquem
y repartiré el valle de Sucot!
7 (9) Galaad y Manasés me pertenecen;
Efraín es el casco que cubre mi cabeza;
Judá es mi bastón de mando;
8 (10) Moab es la palangana en que me lavo;
sobre Edom arrojaré mi sandalia;
¡gritaré de triunfo sobre los filisteos!»
9 (11) ¿Quién me llevará a la ciudad amurallada?
¿Quién me guiará hasta Edom?
10 (12) Pues tú, oh Dios, nos has rechazado;
¡no sales ya con nuestras tropas!
11 (13) Ayúdanos contra el enemigo,
pues nada vale la ayuda del hombre.
12 (14) Con la ayuda de Dios haremos grandes cosas;
¡él aplastará a nuestros enemigos!
Petición de ayuda contra el enemigo, Salmo 108.6-13
6 (7) Sálvanos con tu poder,
para que sean libertados los que amas.
¡Respóndenos!
7 (8) Dios habló desde su santuario:
«¡Con qué alegría dividiré Siquem
y repartiré el valle de Sucot!
8 (9) Galaad y Manasés me pertenecen;
Efraín es el casco que cubre mi cabeza;
Judá es mi bastón de mando;
9 (10) Moab es la palangana en que me lavo;
sobre Edom arrojaré mi sandalia;
¡cantaré victoria sobre los filisteos!»
10 (11) ¿Quién me llevará a la ciudad amurallada?
¿Quién me guiará hasta Edom?
11 (12) Pues tú, oh Dios, nos has rechazado;
¡no sales ya con nuestras tropas!
12 (13) Ayúdanos contra el enemigo,
pues nada vale la ayuda del hombre.
13 (14) Con la ayuda de Dios haremos grandes cosas;
¡él aplastará a nuestros enemigos!
Edom queda sometido a David, 2 Samuel 8.14
14 Luego puso guarniciones en todo Edom, y todos los edomitas quedaron sometidos a David, a quien el Señor daba la victoria por dondequiera que iba.
1 Crónicas 18.13
13 Luego puso David guarniciones en Edom, y todos los edomitas quedaron sometidos a él; y el Señor le daba la victoria por dondequiera que iba.
Oficiales de David, 2 Samuel 8.15-18
15 David reinó sobre todo Israel, actuando con justicia y rectitud para con todo su pueblo. 16 El jefe del ejército era Joab, hijo de Seruiá; y Josafat, hijo de Ahilud, era el secretario del rey. 17 Sadoc, hijo de Ahitub, y Ahimélec, hijo de Abiatar, eran sacerdotes; Seraías era el cronista, 18 y Benaías, hijo de Joiadá, estaba al mando de la guardia de quereteos y peleteos. Los hijos de David eran sacerdotes.
2 Samuel 20.23-26
23 Joab quedó al mando de todo el ejército de Israel, en tanto que Benaías, hijo de Joiadá, estaba al mando de la guardia de quereteos y peleteos. 24 Adoram era el encargado del trabajo obligatorio, y el secretario del rey era Josafat, hijo de Ahilud. 25 Sevá era el cronista, y Sadoc y Abiatar los sacerdotes. 26 Irá, del pueblo de Jaír, era también sacerdote de David.
1 Crónicas 18.14-17
14 David reinó sobre todo Israel, actuando con justicia y rectitud para con todo su pueblo. 15 El jefe del ejército era Joab, hijo de Seruiá; y Josafat, hijo de Ahilud, era el secretario del rey. 16 Sadoc, hijo de Ahitub, y Ahimélec, hijo de Abiatar, eran sacerdotes; Savsá era el cronista, 17 y Benaías, hijo de Joiadá, estaba al mando de la guardia de quereteos y peleteos. Los hijos de David eran sus principales ayudantes.
Mayo 24
Los valientes de David, 2 Samuel 23.8-39
8 Éstos son los nombres de los mejores soldados de David: Is-bóset, el hacmonita, jefe de los tres más valientes, que en una ocasión mató ochocientos hombres con su lanza. 9 Después de él seguía Eleazar, hijo de Dodó, el ahohíta, que era uno de los tres más valientes. Estuvo con David en Pas-damim, cuando los filisteos se juntaron allí para la batalla y los israelitas se retiraron. 10 Pero él se mantuvo firme, y estuvo matando filisteos hasta que la mano se le cansó y se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor alcanzó una gran victoria. Luego el ejército siguió a Eleazar para apoderarse de lo que se le había quitado al enemigo.
11 Tras Eleazar seguía Samá, hijo de Agué, el ararita. Cuando los filisteos se reunieron en Lehi, donde había un campo sembrado de lentejas, las tropas israelitas huyeron ante ellos. 12 Pero Samá se plantó en medio del campo y lo defendió, derrotando a los filisteos. Así el Señor alcanzó una gran victoria.
13 Una vez, en el tiempo de la cosecha, tres de los treinta valientes fueron a encontrarse con David en la cueva de Adulam. Las fuerzas filisteas estaban acampadas en el valle de Refaim. 14 David se hallaba en la fortaleza, al tiempo que un destacamento filisteo se encontraba en Belén. 15 Y David expresó este deseo: «¡Ojalá alguien me diera a beber agua del pozo que está en la puerta de Belén!»
16 Entonces los tres valientes penetraron en el campamento filisteo y sacaron agua del pozo que está a la entrada de Belén, y se la llevaron a David. Pero él no quiso beberla, sino que la derramó como ofrenda al Señor, 17 diciendo: «¡El Señor me libre de beberla! ¡Sería como beberme la sangre de estos hombres, que arriesgando sus vidas fueron a traerla!» Y no quiso beberla.
Esta hazaña la realizaron los tres valientes.
18 Abisai, hermano de Joab e hijo de Seruiá, era jefe de los treinta valientes. En cierta ocasión atacó a trescientos hombres con su lanza, y los mató. Así ganó fama entre los treinta, 19 y recibió más honores que todos ellos, pues llegó a ser su jefe. Pero no igualó a los tres primeros.
20 Benaías, hijo de Joiadá, del pueblo de Cabseel, era un hombre valiente que realizó muchas hazañas. Él fue quien mató a los dos hijos de Ariel de Moab. Un día en que estaba nevando bajó a un foso, y allí dentro mató a un león. 21 También mató a un egipcio de gran estatura, que iba armado con una lanza: Benaías lo atacó con un palo, le arrebató la lanza de la mano, y lo mató con su propia lanza. 22 Esta acción de Benaías, hijo de Joiadá, le hizo ganar fama entre los treinta valientes; 23 y recibió más honores que ellos, pero no igualó a los tres primeros. Y David lo puso al mando de su guardia personal.
24 Entre los treinta valientes estaban: Asael, hermano de Joab; Elhanán, hijo de Dodó, de Belén; 25 Samá, de Harod; Elicá, también de Harod; 26 Heles, el paltita; Irá, hijo de Iqués, de Tecoa; 27 Abiézer, de Anatot; Sibecai, de Husah; 28 Salmón, el ahohíta; Maharai, de Netofá; 29 Héled, hijo de Baaná, también de Netofá; Itai, hijo de Ribai, de Guibeá, que está en el territorio de Benjamín; 30 Benaías, de Piratón; Hidai, del arroyo de Gaas; 31 Abí-albón, el arbatita; Azmávet, de Bahurim; 32 Eliahbá, el saalbonita; los hijos de Jasén; Jonatán; 33 Samá, el ararita; Ahiam, hijo de Sarar, también ararita; 34 Elifélet, hijo de Ahasbai, hijo del de Maacá; Eliam, hijo de Ahitófel, de Guiló; 35 Hesrai, de Carmel; Paarai, el arbita; 36 Igal, hijo de Natán, de Sobá; Baní, de Gad; 37 Sélec, de Amón; Naharai, de Beerot, asistente de Joab, hijo de Seruiá; 38 Irá, de Jatir; Gareb, también de Jatir; 39 y Urías, el hitita. En total, treinta y siete.
1 Crónicas 11.10-47
10 Éstos son los soldados más sobresalientes de David, que le dieron apoyo en su reinado y que en unión de todos los israelitas lo hicieron rey, conforme a lo que el Señor había anunciado a Israel.
11 Ésta es la lista de los mejores soldados de David: Jasobeam, hijo de Hacmoní, jefe de los tres más valientes, que en una ocasión mató a trescientos hombres con su lanza. 12 Después de él seguía Eleazar, hijo de Dodó, el ahohíta, que era uno de los tres más valientes. 13 Estuvo con David en Pas-damim, cuando los filisteos se juntaron allí para la batalla. Había allí un campo sembrado de cebada, y cuando la tropa israelita huyó ante los filisteos, 14 él se plantó en medio del campo y lo defendió, derrotando a los filisteos. Así el Señor les dio una gran victoria.
15 Una vez, tres de los treinta valientes fueron a la Peña a encontrarse con David en la cueva de Adulam. Las fuerzas filisteas tenían su campamento en el valle de Refaim. 16 David se hallaba en la fortaleza, al tiempo que un destacamento filisteo se encontraba en Belén. 17 Y David expresó este deseo: «¡Ojalá alguien me diera a beber agua del pozo que está en la puerta de Belén!»
18 Entonces los tres valientes penetraron en el campamento filisteo y sacaron agua del pozo que está a la entrada de Belén, y se la llevaron a David. Pero David no quiso beberla, sino que la derramó como ofrenda al Señor, 19 diciendo: «¡Dios me libre de beberla! ¡Sería como beberme la sangre de estos hombres, pues arriesgando sus vidas fueron a traerla!» Y no quiso beberla.
Esta hazaña la realizaron los tres valientes.
20 Abisai, hermano de Joab, era jefe de los treinta valientes. En cierta ocasión atacó a trescientos hombres con su lanza y los mató. Así ganó fama entre los treinta, 21 y recibió más honores que todos ellos, pues llegó a ser su jefe. Pero no igualó a los tres primeros.
22 Benaías, hijo de Joiadá, del pueblo de Cabseel, era un hombre valiente que realizó muchas hazañas. Él fue quien mató a los dos hijos de Ariel de Moab. Un día en que estaba nevando bajó a un foso, y allí dentro mató a un león. 23 También mató a un egipcio de gran estatura, que medía casi dos metros y medio e iba armado con una lanza que parecía el rodillo de un telar. Benaías lo atacó con un palo, le arrebató la lanza de la mano y lo mató con su propia lanza. 24 Esta acción de Benaías, hijo de Joiadá, le hizo ganar fama entre los treinta valientes, 25 y recibió más honores que ellos, pero no igualó a los tres primeros. Y David lo puso al mando de su guardia personal.
26 Los valientes eran: Asael, hermano de Joab; Elhanán, hijo de Dodó, de Belén; 27 Samot, de Harod; Heles, el paltita; 28 Irá, hijo de Iqués, de Tecoa; Abiézer, de Anatot; 29 Sibecai, de Husá; Ilai, el ahohíta; 30 Maharai, de Netofá; Héled, hijo de Baaná, también de Netofá; 31 Itai, hijo de Ribai, de Guibeá, que está en el territorio de Benjamín; Benaías, de Piratón; 32 Hidai, del arroyo de Gaas; Abiel, el arbatita; 33 Azmávet, de Bahurim; Eliahbá, el saalbonita; 34 los hijos de Jasén, el guizonita; Jonatán, hijo de Sagué el ararita; 35 Ahiam, hijo de Sacar, también ararita; Elifal, hijo de Ur; 36 Héfer, el mequeratita; Ahías, el pelonita; 37 Hesrai, de Carmel; Naarai, hijo de Esbai; 38 Joel, hermano de Natán; Mibhar, hijo de Hagrai; 39 Sélec, el amonita; Naharai, de Berot, ayudante de armas de Joab, hijo de Seruiá; 40 Irá, de Jatir; Gareb, también de Jatir; 41 Urías, el hitita; Zabad, hijo de Ahlai; 42 Adiná, hijo de Sizá, el rubenita, jefe de los rubenitas, y treinta hombres con él; 43 Hanán, hijo de Maacá; Josafat, el mitnita; 44 Ozías, de Astarot; Samá y Jehiel, hijos de Hotam, de Aroer; 45 Jediael, hijo de Simrí, y su hermano Johá, el tizita; 46 Eliel, de Mahanaim; Jerebai y Josavía, hijos de Elnáam; Itmá, el moabita; 47 Eliel, Obed y Jaasiel, de Sobá.
Mayo 25
Otros funcionarios del reino, 1 Crónicas 27.1-22,25-34
A continuación viene la lista de los israelitas enumerados según los jefes de familia, de los jefes de batallones y de compañías, y de los oficiales de los que estaban al servicio del rey, para todo lo relacionado con las divisiones militares que servían por turnos mensuales durante todo el año. Cada división estaba formada por veinticuatro mil hombres.
2 Primera división, de guardia el primer mes: su jefe era Jasobeam, hijo de Zabdiel, 3 descendiente de Fares y comandante de todos los jefes de las tropas que prestaban servicio el primer mes.
4 División de guardia el segundo mes: su jefe era Dodai el ahohíta.
5 División de guardia el tercer mes: su jefe militar era Benaías, hijo del sumo sacerdote Joiadá, 6 el cual era uno de los treinta valientes y su jefe. Pero su hijo Amizabad mandaba esta división.
7 División de guardia el cuarto mes: su jefe era Asael, hermano de Joab. A él lo sucedió su hijo Zebadías.
8 División de guardia el quinto mes: su jefe era Samhut el izraíta.
9 División de guardia el sexto mes: su jefe era Irá, hijo de Iqués, del pueblo de Tecoa.
10 División de guardia el séptimo mes: su jefe era Heles el paltita, descendiente de Efraín.
11 División de guardia el octavo mes: su jefe era Sibecai el de Husá, descendiente de Zérah.
12 División de guardia el noveno mes: su jefe era Ebiézer el de Anatot, descendiente de Benjamín.
13 División de guardia el décimo mes: su jefe era Maharai el de Netofá, descendiente de Zérah.
14 División de guardia el undécimo mes: su jefe era Benaías el de Piratón, descendiente de Efraín.
15 División de guardia el duodécimo mes: su jefe era Heldai el de Netofá, descendiente de Otoniel.
16 Los jefes de las tribus de Israel eran los siguientes: de la tribu de Rubén, Eliézer, hijo de Zicrí; de la de Simeón, Sefatías, hijo de Maacá; 17 de la de Leví, Hasabías, hijo de Quemuel; de los descendientes de Aarón, Sadoc; 18 de la tribu de Judá, Elihú, un hermano de David; de la de Isacar, Omrí, hijo de Micael; 19 de la de Zabulón, Ismaías, hijo de Abdías; de la de Neftalí, Jerimot, hijo de Azriel; 20 de la de Efraín, Oseas, hijo de Azazías; de la media tribu de Manasés, Joel, hijo de Pedaías; 21 de la otra media tribu que estaba en Galaad, Idó, hijo de Zacarías; de la de Benjamín, Jaasiel, hijo de Abner; 22 de la de Dan, Azarel, hijo de Jeroham. Éstos eran los jefes de las tribus de Israel.
25 El tesorero real era Azmávet, hijo de Adiel, y el encargado de los almacenes que había en el campo, en las ciudades, en los pueblos y en las fronteras, era Jonatán, hijo de Ozías.
26 Al frente de los trabajadores que cultivaban las tierras estaba Ezrí, hijo de Quelub. 27 Al frente de los viñedos estaba Simí, de Ramat, y el encargado de recoger el vino para las bodegas era Zabdí, de Sefam. 28 Al frente de los olivares y de los bosques de higueras silvestres que había en la llanura estaba Baal-hanán, de Guéder, y de los depósitos de aceite, Joás. 29 Al frente del ganado que pastaba en Sarón estaba Sitrai, del propio Sarón, y al frente del ganado que pastaba en los valles estaba Safat, hijo de Adlai. 30 Al frente de los camellos estaba Obil, el ismaelita; de las asnas, Jehedías, de Meronot; 31 y de las ovejas, Jaziz, el agareno. Todos estos eran los administradores de los bienes del rey David.
32 Jonatán, el tío de David, hombre sabio e instruido, era consejero, y Jehiel, hijo de Hacmoní, era quien acompañaba a los hijos del rey. 33 También Ahitófel era consejero del rey, y Husai, el arquita, era el hombre de confianza del rey. 34 A Ahitófel le sucedieron en su cargo Joiadá, hijo de Benaías, y Abiatar. El jefe del ejército real era Joab.
David y Mefi-boset, 2 Samuel 9.1-13
Un día David preguntó: «¿Ha quedado algún superviviente de la familia de Saúl, a quien yo pueda favorecer en memoria de Jonatán?»
2 Había un sirviente de la familia de Saúl, llamado Sibá, al cual llamaron para que se presentara ante David. Cuando Sibá se presentó, le preguntó el rey:
—¿Eres tú Sibá?
—Para servir a Su Majestad —respondió él.
3 Entonces el rey le preguntó:
—¿Queda todavía alguien de la familia de Saúl por quien yo pueda hacer algo en el nombre de Dios?
Y Sibá le respondió:
—Queda todavía un hijo de Jonatán, que es inválido de los dos pies.
4 —¿Dónde está? —dijo el rey.
—En Lodebar, en casa de Maquir, hijo de Amiel —respondió Sibá.
5 Entonces el rey David ordenó que lo trajeran de aquel lugar; 6 y cuando Mefi-bóset, hijo de Jonatán y nieto de Saúl, llegó ante David, se inclinó en señal de reverencia.
—¡Mefi-bóset! —exclamó David.
—A las órdenes de Su Majestad —respondió él.
7 David le dijo:
—No tengas miedo, porque yo te voy a tratar muy bien, en memoria de Jonatán, tu padre. Haré que se te devuelvan todas las tierras de tu abuelo Saúl, y comerás siempre a mi mesa.
8 Pero Mefi-bóset se inclinó y dijo:
—¿Por qué se fija Su Majestad en este siervo suyo, si soy como un perro muerto?
9 Sin embargo, el rey llamó a Sibá, el antiguo sirviente de Saúl, y le dijo:
—Le he entregado al nieto de tu amo todo lo que perteneció a él y a su familia. 10 Por lo tanto tú, con tus hijos y tus criados, labrarás la tierra para él y almacenarás lo que produzca, para que así pueda mantenerse la familia de tu amo, aunque Mefi-bóset, su nieto, comerá siempre a mi mesa.
Sibá, que tenía quince hijos y veinte criados, 11 respondió al rey:
—Todo lo que ha ordenado Su Majestad a este siervo suyo, se hará.
Y Mefi-bóset comía siempre a la mesa de David, como uno de los hijos del rey. 12 Además tenía un hijo pequeño que se llamaba Micaías, y todos los que vivían en casa de Sibá estaban al servicio de Mefi-bóset. 13 Pero Mefi-bóset, que era inválido de ambos pies, vivía en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey.
Derrotas de amonitas y sirios, 2 Samuel 10.1-19
Después de algún tiempo murió Nahas, el rey de los amonitas, y en su lugar reinó su hijo Hanún. 2 Entonces David pensó que debía tratar a Hanún, el hijo de Nahas, con la misma bondad con que su padre lo había tratado a él, y envió a unos de sus oficiales para que le dieran a Hanún el pésame por la muerte de su padre. Pero cuando los oficiales de David llegaron al país amonita, 3 los jefes amonitas le dijeron a Hanún, su soberano: «¿Y cree Su Majestad que David ha enviado esos hombres a dar el pésame, tan sólo para honrar al padre de Su Majestad? ¡Seguramente los ha enviado para inspeccionar y espiar la ciudad, y luego destruirla!»
4 Entonces Hanún ordenó que apresaran a los oficiales de David, y que les afeitaran media barba y les rasgaran la ropa por la mitad, hasta las nalgas. Después los despidió. 5 Cuando David lo supo, mandó que fueran a recibirlos, porque estarían sumamente avergonzados, y que les ordenaran quedarse en Jericó hasta que les creciera la barba, y que entonces regresaran.
6 Los amonitas comprendieron que se habían hecho odiosos a David, por lo que tomaron a sueldo a veinte mil soldados sirios de Bet-rehob y de Sobá, al rey de Maacá con mil hombres, y a doce mil hombres de Is-tob. 7 Pero David lo supo y mandó a Joab con todos los soldados del ejército. 8 Los amonitas avanzaron y se prepararon para la batalla a la entrada misma de la ciudad, mientras que los soldados sirios de Sobá y Rehob, y las tropas de Is-tob y Maacá, tomaron posiciones en el campo. 9 Cuando Joab vio que iba a ser atacado por el frente y por la retaguardia, escogió los mejores soldados israelitas y se preparó para atacar a los sirios. 10 Luego puso el resto de la tropa bajo el mando de su hermano Abisai, para que éste hiciera frente a los amonitas, 11 y le dijo: «Si los sirios pueden más que yo, tú vendrás a ayudarme, y si los amonitas pueden más que tú, iré a ayudarte yo. 12 Ten ánimo, y luchemos con valor por nuestra nación y por las ciudades de nuestro Dios. ¡Y que el Señor haga lo que le parezca mejor!»
13 Joab avanzó con sus tropas para atacar a los sirios, pero éstos huyeron ante él. 14 Y cuando los amonitas vieron que los sirios huían, ellos también huyeron de Abisai y se metieron en la ciudad. Joab dejó entonces de luchar contra los amonitas y regresó a Jerusalén.
15 Cuando los sirios se dieron cuenta de que Israel los había vencido, se juntaron otra vez. 16 Hadad-ézer mandó traer a los sirios que estaban al otro lado del río Éufrates, los cuales llegaron a Helam. Al frente de ellos estaba Sobac, jefe del ejército de Hadad-ézer. 17 Pero le contaron esto a David, quien, movilizando en seguida a todo Israel, atravesó el río Jordán y llegó a Helam. Allí los sirios se enfrentaron con David y lucharon contra él, 18 pero finalmente huyeron de los israelitas, pues las bajas que les causó David fueron de cuarenta mil soldados de caballería y setecientos de los carros de combate; además, David hirió de muerte a Sobac, el jefe del ejército sirio, el cual murió allí. 19 Al ver todos los reyes aliados de Hadad-ézer que los israelitas los habían derrotado, hicieron la paz con los israelitas y quedaron sometidos a ellos. A partir de entonces, los sirios tuvieron miedo de volver a ayudar a los amonitas.
1 Crónicas 19.1-19
Después de algún tiempo murió Nahas, el rey de los amonitas, y en su lugar reinó su hijo. 2 Entonces David pensó que debía tratar a Hanún, el hijo de Nahas, con bondad, porque su padre lo había tratado a él con bondad, y mandó algunos embajadores para que le dieran a Hanún el pésame por la muerte de su padre. Pero cuando los oficiales de David llegaron al país amonita, 3 los jefes amonitas le dijeron a Hanún: «¿Y cree Su Majestad que David ha enviado esos hombres a dar el pésame, tan sólo para honrar al padre de Su Majestad? ¡Seguramente han venido para inspeccionar, examinar y espiar el país!»
4 Entonces Hanún ordenó que apresaran a los oficiales de David, y que los afeitaran y les rasgaran la ropa por la mitad hasta las asentaderas. Después los despidió. 5 Cuando fueron a decir a David lo que les había pasado a aquellos hombres, mandó que fueran a recibirlos, porque estarían sumamente avergonzados, y que les ordenaran quedarse en Jericó hasta que les creciera la barba, y que entonces regresaran.
6 Los amonitas comprendieron que se habían hecho odiosos a David, por lo que Hanún y los amonitas enviaron treinta y tres toneladas de plata para tomar a sueldo carros de combate y tropas de caballería en Mesopotamia, Siria, Maacá y Sobá, 7 y tomaron a sueldo treinta y dos mil carros de combate, así como al rey de Maacá con su ejército. Éstos llegaron e instalaron su campamento frente a Medebá. Además los amonitas salieron de sus ciudades y se reunieron para entrar en el combate. 8 Pero David lo supo, y mandó a Joab con todos los soldados del ejército. 9 Los amonitas avanzaron y se prepararon para la batalla a la entrada misma de la ciudad. Los reyes que habían venido se quedaron en el campo. 10 Cuando Joab vio que iba a ser atacado por el frente y por la retaguardia, escogió los mejores soldados israelitas y se preparó para atacar a los sirios. 11 Luego, para hacer frente a los amonitas, puso el resto de la tropa bajo el mando de su hermano Abisai, 12 y le dijo: «Si los sirios pueden más que yo, tú vendrás a ayudarme, y si los amonitas pueden más que tú, yo te ayudaré. 13 Ten ánimo, y luchemos con valor por nuestra nación y por las ciudades de nuestro Dios. ¡Y que el Señor haga lo que le parezca mejor!»
14 Joab avanzó con sus tropas para atacar a los sirios, pero éstos huyeron ante él. 15 Y cuando los amonitas vieron que los sirios huían, ellos también huyeron de Abisai, hermano de Joab, y se metieron en la ciudad. Entonces Joab regresó a Jerusalén.
16 Cuando los sirios se dieron cuenta de que Israel los había vencido, enviaron mensajeros para hacer venir a los sirios que estaban al otro lado del río Éufrates. Al frente de ellos estaba Sofac, jefe del ejército de Hadad-ézer. 17 Pero le contaron esto a David, quien, movilizando en seguida a todo Israel, atravesó el río Jordán, avanzó y tomó posiciones contra ellos. David formó sus tropas para enfrentarse con los sirios, y éstos lucharon con él, 18 pero finalmente huyeron de los israelitas, pues las bajas que les causó David fueron de cuarenta mil soldados de infantería y siete mil de los carros de combate; además, David mató a Sofac, el jefe del ejército sirio. 19 Al ver los aliados de Hadad-ézer que los israelitas los habían derrotado, hicieron la paz con David y quedaron sometidos a él. A partir de entonces, los sirios no quisieron volver a ayudar a los amonitas.
Mayo 26
David y Betsabé, 2 Samuel 11.1-27
En cierta ocasión, durante la primavera, que es cuando los reyes acostumbran salir a campaña, David envió a Joab y a sus oficiales, con todo el ejército israelita, y destruyeron a los amonitas y sitiaron la ciudad de Rabá. David, sin embargo, se quedó en Jerusalén.
2-4 Una tarde, al levantarse David de su cama y pasearse por la azotea del palacio real, vio desde allí a una mujer muy hermosa que se estaba bañando. Esta mujer estaba apenas purificándose de su período de menstruación. David mandó que averiguaran quién era ella, y le dijeron que era Betsabé, hija de Eliam y esposa de Urías el hitita. David ordenó entonces a unos mensajeros que se la trajeran, y se acostó con ella, después de lo cual ella volvió a su casa.
5 La mujer quedó embarazada, y así se lo hizo saber a David. 6 Entonces David ordenó a Joab que mandara traer a Urías el hitita, y así lo hizo Joab. 7 Y cuando Urías se presentó ante David, éste le preguntó cómo estaban Joab y el ejército, y qué noticias había de la guerra. 8 Después le ordenó que se fuera a su casa y se lavara los pies.
En cuanto Urías salió del palacio real, el rey le envió comida especial como regalo; 9 pero Urías, en lugar de ir a su casa, pasó la noche a las puertas del palacio, con los soldados de la guardia real. 10 Cuando le contaron a David que Urías no había ido a su casa, David le preguntó:
—¿Por qué no fuiste a tu casa, después del viaje que has hecho?
11 Y Urías le respondió:
—Tanto el arca sagrada como los soldados de Israel y de Judá tienen como techo simples enramadas; igualmente Joab, mi jefe, y los oficiales de Su Majestad, duermen a campo abierto; ¿y yo habría de entrar en mi casa para comer y beber y acostarme con mi mujer? ¡Por vida de Su Majestad que yo no haré tal cosa!
12 Pero David le ordenó:
—Quédate hoy todavía, y mañana dejaré que te vayas.
Y así Urías se quedó en Jerusalén hasta el día siguiente. 13 David lo invitó a comer y beber con él, y lo emborrachó. Ya por la noche, Urías salió y se fue a dormir con los soldados de la guardia real, pero no fue a su casa.
14 A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab, y la envió por medio de Urías. 15 En la carta decía: «Pongan a Urías en las primeras líneas, donde sea más dura la batalla, y luego déjenlo solo para que caiga herido y muera.»
16 Así pues, cuando Joab rodeó la ciudad para atacarla, puso a Urías en el lugar donde él sabía que estaban los soldados más valientes, 17 y en un momento en que los que defendían la ciudad salieron para luchar contra Joab, cayeron en combate algunos de los oficiales de David, entre los cuales se encontraba Urías.
18 Joab envió a David un informe detallado de la batalla, 19 y le dio al mensajero las siguientes instrucciones: «Cuando acabes de informar al rey de todo lo relacionado con la batalla, 20 puede ser que el rey se enoje y te pregunte: “¿Por qué se acercaron tanto al atacar la ciudad? ¿Acaso no saben que ellos lanzan objetos desde la muralla, 21 igual que cuando en Tebés una mujer mató a Abimélec, el hijo de Jerubaal, arrojándole desde la muralla una piedra de molino? ¿Por qué, pues, se acercaron tanto a la muralla?” Entonces tú le contestarás: “También ha muerto Urías el hitita, oficial de Su Majestad.”»
22 El mensajero se fue, y al llegar contó a David todo lo que Joab le había ordenado. David, en efecto, se enojó mucho contra Joab, y le dijo al mensajero:
—¿Por qué se acercaron tanto al atacar la ciudad? ¿Acaso no saben que ellos lanzan objetos desde la muralla, igual que cuando en Tebés una mujer mató a Abimélec, el hijo de Jerubaal, arrojándole desde la muralla una piedra de molino? ¿Por qué, pues, se acercaron tanto a la muralla?
23 Entonces el mensajero le respondió:
—Los soldados que salieron a luchar contra nosotros a campo abierto nos llevaban ventaja, pero los hicimos retroceder hasta la entrada de la ciudad. 24 Fue entonces cuando los arqueros dispararon sus flechas desde la muralla contra las tropas de Su Majestad, y murieron algunos de los oficiales, entre ellos Urías el hitita.
25 Entonces David respondió al mensajero:
—Dile a Joab que no se preocupe demasiado por esto, pues son cosas de la guerra. Pero que ataque la ciudad con más brío, hasta destruirla. Y tú dale ánimo.
26 Cuando la mujer de Urías supo que su marido había muerto, guardó luto por él; 27 pero después que pasó el luto, David mandó que la trajeran y la recibió en su palacio, la hizo su mujer y ella le dio un hijo. Pero al Señor no le agradó lo que David había hecho.
Natán amonesta a David, 2 Samuel 12.1-17
El Señor envió al profeta Natán a ver a David. Cuando Natán se presentó ante él, le dijo:
—En una ciudad había dos hombres. Uno era rico y el otro pobre. 2 El rico tenía gran cantidad de ovejas y vacas, 3 pero el pobre no tenía más que una ovejita que había comprado. Y él mismo la crió, y la ovejita creció en compañía suya y de sus hijos; comía de su misma comida, bebía en su mismo vaso y dormía en su pecho. ¡Aquel hombre la quería como a una hija! 4 Un día, un viajero llegó a visitar al hombre rico; pero éste no quiso tomar ninguna de sus ovejas o vacas para preparar comida a su visitante, sino que le quitó al hombre pobre su ovejita y la preparó para dársela al que había llegado.
5 David se enfureció mucho contra aquel hombre, y le dijo a Natán:
—¡Te juro por Dios que quien ha hecho tal cosa merece la muerte! 6 ¡Y debe pagar cuatro veces el valor de la ovejita, porque actuó sin mostrar ninguna compasión!
7 Entonces Natán le dijo:
—¡Tú eres ese hombre! Y esto es lo que ha declarado el Señor, el Dios de Israel: “Yo te escogí como rey de Israel, y te libré del poder de Saúl; 8 te di el palacio y las mujeres de tu señor, y aun el reino de Israel y Judá. Por si esto fuera poco, te habría añadido muchas cosas más. 9 ¿Por qué despreciaste mi palabra, e hiciste lo que no me agrada? Has asesinado a Urías el hitita, usando a los amonitas para matarlo, y te has apoderado de su mujer. 10 Puesto que me has menospreciado al apoderarte de la esposa de Urías el hitita para hacerla tu mujer, jamás se apartará de tu casa la violencia. 11 Yo, el Señor, declaro: Voy a hacer que el mal contra ti surja de tu propia familia, y en tu propia cara tomaré a tus mujeres y se las entregaré a uno de tu familia, el cual se acostará con ellas a plena luz del sol. 12 Si tú has actuado en secreto, yo voy a actuar en presencia de todo Israel y a plena luz del sol.”
13 David admitió ante Natán:
—He pecado contra el Señor.
Y Natán le respondió:
—El Señor no te va a castigar a ti por tu pecado, y no morirás. 14 Pero como has ofendido gravemente al Señor, tu hijo recién nacido tendrá que morir.
15 Y cuando Natán volvió a su casa, el Señor hizo que el niño que David había tenido con la mujer de Urías se enfermara gravemente. 16 Entonces David rogó a Dios por el niño, y ayunó y se pasó las noches acostado en el suelo. 17 Los ancianos que vivían en su palacio iban a rogarle que se levantara del suelo, pero él se negaba a hacerlo, y tampoco comía con ellos.
Salmo de David, cuando, después que se llegó a Betsabé, vino a él Natán el profeta.
Arrepentimiento, y plegaria pidiendo purificación, Salmo 51.1-19
Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí;
por tu gran ternura, borra mis culpas.
2 (4) ¡Lávame de mi maldad!
¡Límpiame de mi pecado!
3 (5) Reconozco que he sido rebelde;
mi pecado no se borra de mi mente.
4 (6) Contra ti he pecado, y sólo contra ti,
haciendo lo malo, lo que tú condenas.
Por eso tu sentencia es justa;
irreprochable tu juicio.
5 (7) En verdad, soy malo desde que nací;
soy pecador desde el seno de mi madre.
6 (8) En verdad, tú amas al corazón sincero,
y en lo íntimo me has dado sabiduría.
7 (9) Purifícame con hisopo, y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
8 (10) Lléname de gozo y alegría;
alégrame de nuevo, aunque me has quebrantado.
9 (11) Aleja de tu vista mis pecados
y borra todas mis maldades.
10 (12) Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!,
¡dame un espíritu nuevo y fiel!
11 (13) No me apartes de tu presencia
ni me quites tu santo espíritu.
12 (14) Hazme sentir de nuevo el gozo de tu salvación;
sosténme con tu espíritu generoso,
13 (15) para que yo enseñe a los rebeldes tus caminos
y los pecadores se vuelvan a ti.
14 (16) Líbrame de cometer homicidios,
oh Dios, Dios de mi salvación,
y anunciaré con cantos que tú eres justo.
15 (17) Señor, abre mis labios,
y con mis labios te cantaré alabanzas.
16 (18) Pues tú no quieres ofrendas ni holocaustos;
yo te los daría, pero no es lo que te agrada.
17 (19) Las ofrendas a Dios son un espíritu dolido;
¡tú no desprecias, oh Dios, un corazón hecho pedazos!
18 (20) Haz bien a Sión, por tu buena voluntad;
vuelve a levantar los muros de Jerusalén.
19 (21) Entonces aceptarás los sacrificios requeridos,
las ofrendas y los holocaustos;
entonces se ofrecerán becerros sobre tu altar.
David se repone de su crisis, 2 Samuel 12.18-23
18 Siete días después murió el niño, y los oficiales de David tenían miedo de decírselo, pues pensaban: «Si cuando el niño aún vivía, le hablábamos y no nos hacía caso, ¿cómo vamos ahora a decirle que el niño ha muerto? ¡Puede cometer una barbaridad!»
19 Pero al ver David que sus oficiales hacían comentarios entre sí, comprendió que el niño había muerto; así que les preguntó:
—¿Ha muerto el niño?
—Sí, ya ha muerto —respondieron ellos.
20 Entonces David se levantó del suelo, se bañó, se perfumó y se cambió de ropa, y entró en el templo para adorar al Señor. Después fue a su casa, y pidió de comer y comió. 21 Entonces sus oficiales le preguntaron:
—¿Pero qué está haciendo Su Majestad? Cuando el niño aún vivía, Su Majestad ayunaba y lloraba por él; y ahora que el niño ha muerto, ¡Su Majestad se levanta y se pone a comer!
22 David respondió:
—Cuando el niño vivía, yo ayunaba y lloraba pensando que quizá el Señor tendría compasión de mí y lo dejaría vivir. 23 Pero ahora que ha muerto, ¿qué objeto tiene que yo ayune, si no puedo hacer que vuelva a la vida? ¡Yo iré a reunirme con él, pero él no volverá a reunirse conmigo!
Nacimiento de Salomón, 2 Samuel 12.24,25
24 Después David consoló a Betsabé, su mujer. Fue a visitarla y se unió a ella, y ella dio a luz un hijo al que David llamó Salomón. El Señor amó a este niño, 25 y así se lo hizo saber a David por medio del profeta Natán. David entonces, en atención al Señor, llamó al niño Jedidías.
David captura a Rabá, 2 Samuel 12.26-31
26 Mientras tanto, Joab lanzó un ataque contra la ciudad amonita de Rabá, y cuando ya estaba a punto de capturar la ciudad real, 27 envió a David el siguiente mensaje: «He estado atacando Rabá, y ya he capturado la ciudadela que protegía el abastecimiento de agua. 28 Por lo tanto reúna ahora Su Majestad el resto de las tropas, y ataque la ciudad y captúrela, para que no sea yo quien lo haga y le pongan mi nombre.»
29 Entonces David reunió todas sus tropas y marchó contra Rabá, la atacó y la capturó. 30 Después tomó de la cabeza de su rey la corona de oro, que tenía piedras preciosas y pesaba treinta y tres kilos, y se la pusieron a David. También sacó David de la ciudad muchísimas cosas de valor, 31 y a la gente que aún quedaba en la ciudad la sacó de allí y la puso a trabajar con sierras y con trillos y hachas de hierro, así como en los hornos de ladrillo. Lo mismo hizo con todas las ciudades amonitas, y después regresó con todas sus tropas a Jerusalén.
1 Crónicas 20.1-3
En cierta ocasión, durante la primavera, que es cuando los reyes acostumbran salir a campaña, Joab organizó una expedición y arrasó el territorio amonita. Avanzó, rodeó a Rabá y la atacó hasta dejarla en ruinas. Mientras tanto, David se quedó en Jerusalén. 2 Después David tomó de la cabeza de su rey la corona de oro, que tenía piedras preciosas, y encontró que pesaba treinta y tres kilos; y se la pusieron a David. También sacó David de la ciudad muchísimas cosas de valor, 3 y a la gente que aún quedaba en la ciudad la sacó de allí y la puso a trabajar con sierras, trillos de hierro y hachas. Lo mismo hizo David con todas las ciudades amonitas, y después regresó con todas sus tropas a Jerusalén.
Mayo 27
Amnón y Tamar, 2 Samuel 13.1-22
Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy hermosa, llamada Tamar. Y sucedió que Amnón, hijo también de David, se enamoró de ella, 2 a tal grado que acabó por enfermarse de angustia, pues como su hermana Tamar no había tenido aún relaciones con ningún hombre, él encontraba muy difícil hacerle algo. 3 Pero Amnón tenía un amigo muy astuto, llamado Jonadab, que era hijo de Simá, hermano de David. 4 Un día Jonadab le preguntó:
—¿Qué te pasa, príncipe? ¿Por qué estás cada día más desmejorado? ¿No me lo vas a contar?
Amnón le respondió:
—Es que estoy enamorado de Tamar, la hermana de mi hermano Absalón.
5 Entonces Jonadab le aconsejó:
—Métete en la cama y hazte el enfermo. Y cuando vaya a verte tu padre, dile que, por favor, mande a tu hermana Tamar para que te dé de comer y prepare alguna comida allí mismo, para que tú la veas y comas lo que ella te dé.
6 Amnón se metió en la cama y se hizo el enfermo. Y cuando el rey fue a verlo, Amnón le dijo:
—¡Por favor! Que venga mi hermana Tamar y haga aquí mismo un par de tortas, y que ella misma me sirva.
7 Entonces David mandó a Tamar a la casa, y le dijo:
—Ve, por favor, a casa de tu hermano Amnón, y prepárale algo de comer.
8 Tamar fue a casa de su hermano Amnón, que estaba acostado. Y tomó ella harina, y la amasó, y allí mismo preparó las tortas y las coció; 9 luego tomó la sartén y le sirvió las tortas; pero Amnón no quiso comer, y ordenó que salieran todos los que allí estaban. 10 Cuando ya todos habían salido, Amnón le dijo a Tamar:
—Trae la comida a mi habitación, y sírveme tú misma.
Tamar tomó las tortas que había hecho y se las llevó a su hermano Amnón a su habitación, 11 pero cuando se las acercó para que comiera, él la sujetó y le dijo:
—Ven, hermana mía, acuéstate conmigo.
12 Ella le respondió:
—No, hermano mío, no me deshonres, porque esto no se hace en Israel. ¡No cometas tal infamia! 13 ¿A dónde podría ir yo con mi vergüenza? Y por lo que a ti toca, serías considerado en Israel como un necio. Te ruego que hables con el rey, que él no se opondrá a que yo sea tuya.
14 Amnón no quiso hacerle caso, y como era más fuerte que Tamar, la forzó y se acostó con ella. 15 Pero fue tal el odio que Amnón sintió después hacia ella, que terminó aborreciéndola más de lo que la había amado. Así que le ordenó:
—Levántate y vete.
16 Tamar le contestó:
—¡No, hermano mío, porque el echarme ahora de aquí sería una maldad peor que la que has cometido conmigo!
Amnón no quiso hacerle caso; 17 por el contrario, llamó a su criado y le ordenó:
—¡Echa de aquí a esta mujer, y luego cierra bien la puerta!
18 El criado la echó fuera de la casa, y luego cerró bien la puerta. Entonces Tamar, que llevaba puesta una túnica muy elegante, ropa que acostumbraban usar las princesas solteras, 19 se echó ceniza en la cabeza, rasgó la túnica que llevaba puesta y, con las manos sobre la cabeza, se fue llorando por el camino. 20 Entonces su hermano Absalón le preguntó:
—¿Así que fue tu hermano Amnón quien te hizo esto? En tal caso, guarda silencio, hermana mía, pues es tu hermano. No te preocupes demasiado por este asunto.
Tamar, al verse abandonada, se quedó en casa de su hermano Absalón. 21 Cuando el rey David se enteró de todo lo sucedido, se puso muy furioso; pero no reprendió a su hijo Amnón porque, como era su hijo mayor, lo quería mucho. 22 Absalón, por su parte, no le dijo nada a Amnón, pero lo odiaba por haber deshonrado a su hermana Tamar.
Venganza y huida de Absalón, 2 Samuel 13.23-39
23 Dos años después, la gente de Absalón estaba trasquilando sus ovejas en Baal-hasor, cerca del pueblo de Efraín, y Absalón invitó a comer a todos los hijos del rey. 24 Además fue a ver al rey, y le dijo:
—Ahora que mis hombres están trasquilando mis ovejas, desearía que Su Majestad y sus oficiales honraran con su compañía a este siervo suyo.
25 Pero el rey le respondió:
—No, hijo mío, no podemos ir todos nosotros, para no ocasionarte demasiados gastos.
Y aunque Absalón insistió, el rey no quiso ir, pero le dio su bendición. 26 Entonces Absalón dijo:
—Si eso no es posible, permita al menos Su Majestad que nos acompañe mi hermano Amnón.
—¿Y por qué quieres que te acompañe Amnón? —preguntó el rey.
27 Pero Absalón insistió tanto, que el rey permitió que Amnón y sus demás hijos fueran con él.
Absalón había preparado un banquete digno de un rey, 28 y había ordenado a sus criados: «Fíjense bien cuando a Amnón ya se le haya subido el vino, y cuando yo les diga que lo maten, mátenlo. No tengan miedo de hacerlo, pues son órdenes mías. Así que tengan ánimo y valor.»
29 Por lo tanto, cumpliendo las órdenes de Absalón, sus criados mataron a Amnón. Entonces todos los hijos del rey se levantaron, y montando en sus mulas huyeron.
30 Cuando aún estaban de camino, le llegó a David el rumor de que Absalón había matado a todos sus hijos, y que ninguno de ellos había quedado vivo. 31 Entonces el rey se levantó, se rasgó la ropa en señal de dolor y se tendió en el suelo. Todos sus oficiales allí presentes se rasgaron también la ropa; 32 pero Jonadab, el hijo de Simá, hermano de David, tomó la palabra y dijo:
—No piense Su Majestad que han matado a todos sus hijos. Sólo han matado a Amnón, pues así lo había decidido Absalón desde el día que Amnón violó a su hermana Tamar. 33 Por lo tanto, no crea Su Majestad que todos los príncipes han muerto. El único que ha muerto es Amnón.
34 Mientras Absalón se daba a la fuga, el joven que estaba de centinela alzó la vista y vio un grupo numeroso de gente que bajaba por el camino de Horonaim, por la ladera de la montaña. Entonces el centinela fue a decirle al rey que había visto gente bajando por el camino de Horonaim. 35 Y Jonadab dijo al rey:
—Ya vienen los hijos de Su Majestad, tal como había pensado este servidor suyo.
36 Apenas había terminado él de hablar, cuando llegaron los hijos del rey y se pusieron a llorar a voz en cuello. También el rey y todos sus oficiales lloraron muchísimo. 37-38 Absalón, por su parte, huyó y se fue con Talmai, hijo de Amihud, rey de Guesur, y allí se quedó durante tres años. Y David lloraba todos los días por la muerte de su hijo Amnón, 39 pero cuando se consoló de su muerte, sintió un profundo deseo de ver a Absalón.
Joab procura el regreso de Absalón, 2 Samuel 14.1-33
Joab, hijo de Seruiá, sabía que el rey echaba mucho de menos a Absalón, 2 así que mandó traer de Tecoa a una mujer muy astuta que allí vivía. Le dijo: «Finge que estás de duelo y vístete de luto; y no te eches perfume, pues debes parecer una mujer que durante mucho tiempo ha estado de luto por algún muerto. 3 Luego preséntate ante el rey y repite exactamente lo que te voy a decir.»
Luego que Joab le dijo lo que tenía que repetir, 4 aquella mujer de Tecoa fue ante el rey, e inclinándose hasta tocar el suelo con la frente en señal de reverencia, le dijo:
—¡Dígnese Su Majestad ayudarme!
5 —¿Qué te pasa? —le preguntó el rey.
Ella respondió:
—Yo soy viuda, mi marido ha muerto, 6 y dos hijos que tenía esta servidora de Su Majestad tuvieron una pelea en el campo; y como no hubo quien los separara, uno de ellos hirió al otro y lo mató. 7 Y ahora todos mis parientes se han puesto en contra mía y quieren que yo les entregue al que mató a su hermano, para vengar la muerte del que fue asesinado y al mismo tiempo quitar de en medio al único heredero. Así van a apagar la única brasa que me ha quedado, y van a dejar a mi marido sin ningún descendiente que lleve su nombre en la tierra.
8 Entonces el rey respondió a la mujer:
—Vete a tu casa, que yo voy a dar órdenes en favor tuyo.
9 La mujer le contestó:
—Mi rey y señor, si alguien ha de cargar con la culpa, que seamos yo y mi familia paterna, pero no Su Majestad ni su gobierno.
10 Y el rey contestó:
—Al que te amenace, tráemelo, y no volverá a molestarte más.
11 Pero ella insistió:
—¡Ruego a Su Majestad que invoque al Señor su Dios, para que el pariente que quiera vengar la muerte de mi hijo no aumente la destrucción matando a mi otro hijo!
El rey afirmó:
—¡Te juro por el Señor que no caerá al suelo ni un pelo de la cabeza de tu hijo!
12 Pero la mujer siguió diciendo:
—Permita Su Majestad que esta servidora suya diga tan sólo una palabra más.
—Habla —dijo el rey.
13 Entonces la mujer preguntó:
—¿Por qué, pues, piensa Su Majestad hacer esto mismo contra el pueblo de Dios? Según lo que Su Majestad mismo ha dicho, resulta culpable por no dejar que regrese su hijo desterrado. 14 Es un hecho que todos tenemos que morir; somos como agua que se derrama en el suelo, que no se puede recoger. Sin embargo, Dios no quita la vida a nadie, sino que pone los medios para que el desterrado no siga alejado de él. 15 Ahora bien, si yo he venido a decir esto a Su Majestad, mi señor, es porque la gente me atemorizó. Por eso decidió esta servidora suya hablar, por si acaso Su Majestad aceptaba hacer lo que he pedido. 16 Si Su Majestad me atiende, podrá librarme de quien quiere arrancarnos, a mi hijo y a mí, de esta tierra que pertenece a Dios. 17 Esta servidora suya espera que la respuesta de Su Majestad la tranquilice, pues Su Majestad sabe distinguir entre lo bueno y lo malo, igual que un ángel de Dios. ¡Que Dios el Señor quede con Su Majestad!
18 El rey respondió a la mujer:
—Te ruego que no me ocultes nada de lo que voy a preguntarte.
—Hable Su Majestad —contestó la mujer.
19 Entonces el rey le preguntó:
—¿No es verdad que Joab te ha metido en todo esto?
Y la mujer contestó:
—Juro por Su Majestad que nada hay más cierto que lo que Su Majestad ha dicho. En efecto, Joab, oficial de Su Majestad, es quien me ordenó venir, y él mismo me dijo todo lo que yo tenía que decir. 20 Pero lo hizo con el deseo de que cambien las cosas. Sin embargo, Su Majestad es tan sabio que conoce como un ángel de Dios todo lo que ocurre en el país.
21 Como consecuencia de esto, el rey dijo a Joab:
—Mira, ya he resuelto este asunto. Ve y haz que regrese el joven Absalón.
22 Entonces Joab se inclinó hasta tocar el suelo con la frente en señal de reverencia, bendijo al rey y le dijo:
—Hoy he podido ver que cuento con el favor de Su Majestad, ya que Su Majestad ha hecho lo que este servidor suyo le sugirió hacer.
23 En seguida Joab se levantó y fue a Guesur para traer a Absalón a Jerusalén. 24 Pero el rey ordenó que se fuera directamente a su casa y no se presentara ante él; por tanto, Absalón se fue a su casa sin ver al rey.
25 En todo Israel no había un hombre tan bien parecido como Absalón, y tan alabado por ello. De pies a cabeza no tenía defecto alguno. 26 Cuando se cortaba el pelo, lo cual hacía cada fin de año, porque le molestaba, sus cabellos pesaban más de dos kilos, según el peso real. 27 Y Absalón tenía tres hijos y una hija, llamada Tamar, que era muy hermosa.
28 Durante dos años, Absalón estuvo en Jerusalén sin poder presentarse ante el rey 29 así que Absalón pidió a Joab que fuera a visitar al rey de su parte; pero Joab no quiso ir. Por segunda vez Absalón le pidió que fuera, pero Joab tampoco fue. 30 Entonces ordenó Absalón a sus criados:
—Miren, el campo de Joab está junto al mío, y lo tiene sembrado de cebada; ¡vayan y préndanle fuego!
Los criados de Absalón fueron y prendieron fuego al campo de Joab, 31 el cual fue inmediatamente a casa de Absalón y le preguntó:
—¿Por qué han prendido fuego tus criados a mi campo?
32 Absalón le respondió:
—Te mandé a decir que vinieras aquí para enviarte a ver al rey y decirle de mi parte que no tuvo objeto que yo me viniera de Guesur; que hubiera sido mejor que me quedara allá. Yo quiero ver al rey, y si soy culpable de algo, que me mate.
33 Entonces Joab fue a ver al rey y le comunicó lo que decía Absalón, y el rey lo mandó llamar. Y al llegar Absalón ante el rey, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente. El rey, por su parte, lo recibió con un beso.
Mayo 28
Absalón se subleva contra David, 2 Samuel 15.1-12
Pasado algún tiempo, Absalón consiguió un carro de combate y caballos, y formó una guardia personal de cincuenta hombres. 2 Se levantaba temprano y se ponía a la orilla del camino, a la entrada de la ciudad, y a todo el que llegaba para que el rey le hiciera justicia en algún pleito, lo llamaba y le preguntaba de qué ciudad venía. Si aquella persona respondía que era de alguna de las tribus de Israel, 3 Absalón le decía: «Realmente tu demanda es justa y razonable, pero no hay quien te atienda por parte del rey.» 4 Y añadía: «¡Ojalá yo fuera el juez de este país, para que vinieran a verme todos los que tienen pleitos legales y yo les hiciera justicia!» 5 Además, cuando alguien se acercaba a saludarlo, Absalón le tendía la mano, y lo abrazaba y lo besaba. 6 Esto lo hacía con todo israelita que iba a ver al rey para que le hiciera justicia, y así les robaba el corazón a los israelitas.
7 Al cabo de cuatro años, Absalón le dijo al rey:
—Ruego a Su Majestad que me permita ir a Hebrón, a cumplir la promesa que hice al Señor. 8 Cuando este servidor de Su Majestad vivía en Guesur, en Siria, prometí al Señor que si él me concedía volver a Jerusalén, yo le rendiría culto.
9 —Puedes ir tranquilo —le respondió el rey.
Entonces Absalón se fue a Hebrón. 10 Pero al mismo tiempo envió unos mensajeros a todas las tribus de Israel para decirles que, en cuanto escucharan el toque de trompeta, anunciaran que Absalón había sido proclamado rey en Hebrón. 11 Invitó además a doscientas personas de Jerusalén, las cuales fueron con él de buena fe y sin saber nada del asunto. 12 Así mismo, Absalón mandó llamar a uno de los consejeros de David, llamado Ahitófel, el cual vivía en Guiló, su ciudad, para que lo acompañara mientras él ofrecía los sacrificios. De modo que la conspiración iba tomando fuerza y seguían aumentando los seguidores de Absalón.
David huye de Jerusalén, 2 Samuel 15.13-31
13 Un mensajero fue a decirle a David que los israelitas estaban haciéndose partidarios de Absalón. 14 Entonces David ordenó a todos los oficiales que estaban con él en Jerusalén:
—¡Huyamos ahora mismo o no podremos escapar de Absalón! ¡Vamos, dense prisa, no sea que nos alcance y nos cause mucho daño y mate a filo de espada a todos en la ciudad!
15 Y ellos respondieron al rey:
—Nosotros estamos dispuestos a hacer lo que Su Majestad ordene.
16 Así pues, el rey salió acompañado de toda la casa real, dejando sólo a diez de sus concubinas para que cuidaran del palacio. 17 Y después de haber salido el rey con todos sus acompañantes, se detuvieron en la última casa de la ciudad. 18 A su lado se pusieron todos sus oficiales, mientras que todos los quereteos y peleteos de la guardia real, y los seiscientos geteos que lo habían seguido desde Gat, desfilaban ante él. 19 En ese momento el rey dijo a Itai, el de Gat:
—¿Por qué has venido tú también con nosotros? Es mejor que te vuelvas y te quedes con el nuevo rey, pues al fin y al cabo tú eres un extranjero desterrado de tu país. 20 Apenas ayer llegaste, ¿y cómo voy a pedirte hoy que vengas con nosotros, si ni yo mismo sé a dónde voy? Es mejor que te vuelvas y te lleves contigo a tus paisanos. ¡Que el Señor te bendiga y te acompañe siempre!
21 Itai respondió al rey:
—Juro por el Señor y por Su Majestad, que dondequiera que Su Majestad se encuentre, sea para vida o para muerte, allí también estará este servidor suyo.
22 —Entonces ven con nosotros —le contestó David.
De esa manera se fue Itai con David, junto con todos sus hombres y la gente que lo acompañaba. 23 Todo el mundo lloraba amargamente. Pasaron todos el arroyo Cedrón; luego pasó el rey, y toda la gente siguió delante de él por el camino del desierto. 24 También iba Sadoc con todos los levitas que llevaban el arca de la alianza de Dios, el cual dejaron junto a Abiatar hasta que toda la gente salió de la ciudad. 25 Pero el rey le dijo a Sadoc:
—Lleva el arca de Dios de vuelta a la ciudad, pues si el Señor me favorece, hará que yo regrese y vea el arca y el lugar donde éste se halla. 26 Pero si me dice que no le agrado, aquí me tiene; que haga conmigo lo que mejor le parezca.
27 Dijo también el rey a Sadoc, el sacerdote:
—Mira, tú y Abiatar regresen tranquilamente a la ciudad con sus dos hijos. Tú con tu hijo Ahimaas, y Abiatar con su hijo Jonatán. 28 Mientras tanto, yo me quedaré en los llanos del desierto, hasta que me lleguen noticias de ustedes.
29 Sadoc y Abiatar llevaron el arca de Dios de vuelta a Jerusalén, y se quedaron allí. 30 David subió la cuesta de los Olivos; iba descalzo y llorando, y con la cabeza cubierta en señal de dolor. Toda la gente que lo acompañaba llevaba también cubierta la cabeza y subía llorando. 31 Y cuando le contaron a David que Ahitófel era uno de los que conspiraban con Absalón, David rogó al Señor que hiciera fracasar los planes de Ahitófel.
Salmo de David, cuando huía de su hijo Absalón
Oración matutina de confianza en Dios, Salmo 3.1-8
Señor,
muchos son mis enemigos,
muchos son los que se han puesto en contra mía,
2 (3) ¡muchos son los que dicen de mí:
«Dios no va a salvarlo»!
3 (4) Pero tú, Señor,
eres mi escudo protector,
eres mi gloria,
eres quien me reanima.
4 (5) A gritos pido ayuda al Señor
y él me contesta desde su monte santo.
5 (6) Me acuesto y duermo, y vuelvo a despertar,
porque el Señor me da su apoyo.
6 (7) No me asusta ese enorme ejército
que me rodea dispuesto a atacarme.
7 (8) ¡Levántate, Señor!
¡Sálvame, Dios mío!
Tú golpearás en la cara a mis enemigos;
¡les romperás los dientes a los malvados!
8 (9) Tú, Señor, eres quien salva;
¡bendice, pues, a tu pueblo!
David y su amigo Husai, 2 Samuel 15.32-37
32 Al llegar David a la cumbre del monte, donde se rendía culto a Dios, le salió al encuentro Husai, de la tribu de los arquitas, con la ropa rasgada y la cabeza cubierta de tierra. 33 David le dijo:
—Si te vienes conmigo, me serás una carga; 34 pero si vuelves a Jerusalén y le dices a Absalón: “Majestad, este siervo suyo estará a su servicio igual que antes estuvo al servicio de su padre”, me ayudarás a deshacer los planes de Ahitófel, 35 pues allí cuentas con los sacerdotes Sadoc y Abiatar. Por tanto, comunícales siempre todo lo que escuches en palacio. 36 Sus hijos Ahimaas y Jonatán también están allí, así que háganme saber por medio de ellos todo lo que sepan.
37 Y Husai, el amigo de David, llegó a Jerusalén en el momento en que Absalón hacía su entrada en la ciudad.
Siba, el criado de Mefi-boset, se encuentra con David, 2 Samuel 16.1-4
Apenas había pasado David un poco más allá de la cumbre del monte, cuando Sibá, el criado de Mefi-bóset, salió a su encuentro. Llevaba un par de asnos aparejados y cargados con doscientos panes, cien tortas de uvas pasas, cien frutas del tiempo y un cuero de vino. 2 El rey le preguntó:
—¿Para qué traes esto?
Y Sibá contestó:
—Los asnos son para que monte en ellos la familia real; los panes y la fruta para que coman los soldados, y el vino para que beban los que se cansen en el desierto.
3 —¿Dónde está el nieto de tu amo? —preguntó el rey.
—Se ha quedado en Jerusalén —respondió Sibá—, porque piensa que ahora los israelitas le devolverán el reino que le correspondía a su abuelo.
4 —Pues bien —contestó el rey—, ahora es tuyo todo lo que antes era de Mefi-bóset.
—¡Ojalá cuente yo siempre con el favor de Su Majestad! —respondió Sibá, inclinándose ante el rey.
Simei maldice a David, 2 Samuel 16.5-14
5 Cuando el rey David llegó a Bahurim, un hombre de la familia de Saúl salió de allí. Era hijo de Guerá, y se llamaba Simí, e iba maldiciendo 6 y tirando piedras contra David y contra todos sus oficiales; y aunque el rey estaba protegido por la gente y por su guardia personal, 7 Simí lo maldecía diciendo:
—¡Largo de aquí, malvado asesino! 8 ¡El Señor te ha castigado por todos los crímenes que cometiste contra la familia de Saúl para reinar en su lugar! ¡Ahora el Señor ha entregado el reino a tu hijo Absalón, y aquí estás, víctima de tu propia maldad, pues no eres otra cosa que un asesino!
9 Entonces Abisai, hijo de Seruiá, dijo al rey:
—¿Por qué este perro muerto ha de ofender a Su Majestad? ¡Ahora mismo voy a cortarle la cabeza!
10 Pero el rey respondió:
—Esto no es asunto de ustedes, hijos de Seruiá. Si él me maldice, será porque el Señor se lo ha ordenado. Y en tal caso, ¿quién puede pedirle cuentas de lo que hace?
11 Luego, dirigiéndose a Abisai y a todos sus oficiales, dijo:
—Si hasta mi propio hijo procura quitarme la vida, ¡cuánto más uno de la tribu de Benjamín! ¡Déjenlo que me maldiga, pues el Señor se lo habrá ordenado! 12 Quizá cuando el Señor vea mi aflicción, me envíe bendiciones en lugar de las maldiciones que hoy escucho.
13 Y David y sus hombres siguieron su camino, mientras que Simí se fue por la ladera del monte, paralelo a David, maldiciendo y arrojando piedras y levantando polvo. 14 Cuando el rey y la gente que le acompañaba llegaron al río Jordán, iban muy cansados, y descansaron allí.
Absalón entra en Jerusalén, 2 Samuel 16.15-23
15 Mientras tanto, Absalón entró en Jerusalén acompañado por todos los israelitas y por Ahitófel. 16 Por su parte, Husai el arquita, amigo de David, fue al encuentro de Absalón, gritando:
—¡Viva el rey, viva el rey!
17 Entonces Absalón le preguntó:
—¿Es ésta tu lealtad hacia tu amigo? ¿Por qué no te fuiste con él?
18 —No puedo —le respondió Husai—, porque yo debo estar y quedarme con quien el Señor y todo el pueblo israelita hayan escogido. 19 Y en segundo lugar, si a alguien debo servir, que sea al hijo de mi amigo. Así que yo serviré a Su Majestad de la misma manera que he servido a su padre.
20 Más tarde Absalón preguntó a Ahitófel:
—¿Qué aconsejan ustedes que hagamos?
21 Y Ahitófel respondió a Absalón:
—Acuéstate con las concubinas de tu padre, las que él dejó para que cuidaran el palacio. Así todos en Israel comprenderán que te has hecho odioso a tu padre, y tendrán más ánimo todos los que están de tu parte.
22 Entonces pusieron para Absalón una tienda de campaña sobre la azotea, y allí se acostó Absalón con las concubinas de su padre, a la vista de todos los israelitas; 23 pues, en aquel tiempo, pedir un consejo a Ahitófel era como consultar la palabra de Dios. Tal era el prestigio de Ahitófel, tanto para David como para Absalón.
Consejos de Ahitofel y de Husai, 2 Samuel 17.1-23
Después Ahitófel le dijo a Absalón:
—Déjame escoger a doce mil hombres, y esta misma noche saldré en persecución de David. 2 Y cuando él esté débil y cansado, caeré sobre él y lo llenaré de miedo, y toda la gente que está con él, huirá. No mataré más que al rey, 3 y luego haré que todo el pueblo se reconcilie contigo, como cuando la recién casada se reconcilia con su esposo. Lo que tú buscas es la muerte de un hombre; y todo el pueblo quedará en paz.
4 El plan pareció bueno a Absalón y a todos los consejeros de Israel. 5 Pero Absalón ordenó que llamaran también a Husai el arquita, para que diera su opinión. 6 Cuando Husai llegó ante Absalón, éste le dijo:
—El plan de Ahitófel es este. ¿Lo llevaremos a cabo, o no? Danos tu opinión.
7 Husai le contestó:
—Esta vez el plan de Ahitófel no es conveniente. 8 Tú bien sabes que tu padre y sus hombres son muy valientes, y que ahora deben estar furiosos como una osa salvaje a la que le han quitado sus crías. Además, tu padre es un hombre acostumbrado a la guerra y no pasará la noche con la demás gente. 9 Ahora mismo ha de estar escondido en una cueva o en algún otro lugar. Por otra parte, apenas corra la voz de que en el primer encuentro han caído algunos de los tuyos, no faltará quien piense que tus seguidores han sido derrotados, 10 y hasta el más valiente, aun el que sea bravo como un león, se desanimará por completo; porque todos en Israel saben que tu padre y sus seguidores son gente valiente. 11 Ahora bien, yo te aconsejaría que se reúnan contigo todos los israelitas que hay desde Dan hasta Beerseba, que son tantos como los granos de arena que hay a la orilla del mar, y que tú personalmente los dirijas en la batalla. 12 Entonces atacaremos a tu padre en cualquier lugar donde se encuentre. Caeremos sobre él como el rocío sobre la tierra, y no quedarán con vida ni él ni ninguno de sus hombres. 13 Incluso si se refugia en alguna ciudad, todos los israelitas llevaremos cuerdas y, piedra por piedra, arrastraremos esa ciudad hasta el arroyo, y no quedará allí ni una sola piedra.
14 Absalón y todos los israelitas estuvieron de acuerdo en que el plan de Husai era mejor que el de Ahitófel. (Y es que el Señor había determinado frustrar el plan acertado de Ahitófel, para acarrear el desastre sobre Absalón.) 15 Después Husai informó a los sacerdotes Sadoc y Abiatar del consejo que Ahitófel había dado a Absalón y a los ancianos de Israel, y del consejo que él mismo les había dado, 16 a fin de que avisaran rápidamente a David, advirtiéndole que no pasara aquella noche en los llanos del desierto, sino que pasara sin falta al otro lado del Jordán para que no los mataran ni a él ni a sus hombres.
17 Como Jonatán y Ahimaas estaban en En-roguel, pues no podían arriesgarse a que los vieran en la ciudad, una criada fue a avisarles, e inmediatamente ellos salieron a contárselo al rey David. 18 Sin embargo, un muchacho los vio y fue a decírselo a Absalón. Entonces ellos se dieron prisa y llegaron a la casa de un vecino de Bahurim, y se metieron en un pozo que había en el patio. 19 Luego la esposa de ese hombre puso una tapa sobre el pozo, y encima esparció trigo trillado. De esto nadie supo nada. 20 Y cuando llegaron los seguidores de Absalón, preguntaron a la mujer:
—¿Dónde están Ahimaas y Jonatán?
—Pasaron por aquí, en dirección al río —les contestó la mujer.
Entonces los seguidores de Absalón fueron en su busca, pero al no encontrarlos regresaron a Jerusalén. 21 Y después que aquéllos se fueron, Ahimaas y Jonatán salieron del pozo y corrieron a poner sobre aviso al rey David; le dijeron que se levantara en seguida y cruzara el río, porque Ahitófel había aconsejado que los atacaran. 22 Entonces David y toda la gente que le acompañaba se levantaron rápidamente y cruzaron el río Jordán. Al amanecer del día siguiente, no había nadie que no lo hubiera cruzado.
23 Cuando Ahitófel vio que su plan no se había puesto en práctica, aparejó su asno y se fue a su casa, en su pueblo natal, y después de arreglar sus asuntos familiares, se ahorcó. Así murió, y fue enterrado en el sepulcro de su padre.
Mayo 29
David en Mahanaim, 2 Samuel 17.24-29
24 David llegó a Mahanaim en el momento en que Absalón cruzaba el Jordán con todos los israelitas. 25 Absalón había puesto a Amasá al frente del ejército, en lugar de Joab. Amasá era hijo de un ismaelita llamado Itrá, que había tenido relaciones íntimas con Abigail, hija de Nahas y hermana de Seruiá, la madre de Joab.
26 Absalón acampó con los israelitas en territorio de Galaad, 27 y cuando David llegó a Mahanaim, salieron a recibirlo Sobí, hijo de Nahas, que era de Rabá de Amón; Maquir, hijo de Amiel, que era de Lodebar; y Barzilai, que era de Roguelim de Galaad. 28 Y le llevaron camas, palanganas y ollas de barro, y también trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, 29 miel, cuajada y queso de vaca y de oveja, para que comiera David y la gente que lo acompañaba; pues pensaron que, viniendo del desierto, estarían cansados, hambrientos y sedientos.
Derrota y muerte de Absalón, 2 Samuel 18.1-19.8a
David pasó revista a su ejército, y puso jefes al frente de grupos de mil y de cien soldados. 2 Después envió una tercera parte del ejército bajo el mando de Joab, otra tercera parte bajo el mando de Abisai, hijo de Seruiá y hermano de Joab, y la otra tercera parte bajo el mando de Itai, el de Gat. Y a todo el ejército le dijo:
—Yo iré con ustedes a la batalla.
3 Pero ellos le respondieron:
—No, no haga eso Su Majestad, porque al enemigo poco le importa que huyamos o que muera la mitad de nosotros, pero Su Majestad vale tanto como diez mil de nosotros. Por eso es mejor que Su Majestad se quede en la ciudad para enviarnos refuerzos desde aquí.
4 —Haré lo que les parezca mejor —les respondió el rey, poniéndose inmediatamente a un lado de la entrada de la ciudad, mientras el ejército salía en grupos de mil y de cien soldados.
5 Además, el rey ordenó a Joab, a Abisai y a Itai que, en atención a él, trataran con consideración al joven Absalón, y todo el ejército escuchó la orden que el rey dio a los jefes acerca de Absalón. 6 Así pues, las tropas marcharon al campo para enfrentarse con las tropas de Israel.
La batalla tuvo lugar en el bosque de Efraín, y 7 los de Israel fueron derrotados por los seguidores de David. Hubo una gran matanza aquel día, pues murieron veinte mil hombres. 8 La lucha se había extendido por todo el territorio, y en esta ocasión el bosque mismo causó más muertes que la espada. 9 Absalón, que iba montado en un mulo, se encontró de repente frente a los seguidores de David. Entonces el mulo se metió debajo de una gran encina, y a Absalón se le quedó trabada la cabeza en las ramas, por lo que se quedó colgado en el aire, pues el mulo siguió de largo. 10 Alguien que vio esto, fue a decirle a Joab:
—He visto a Absalón colgado de una encina.
11 Y Joab les respondió:
—Pues si lo viste, ¿por qué no lo derribaste allí mismo? Yo con mucho gusto te habría dado diez monedas de plata y un cinturón.
12 Pero aquel hombre contestó a Joab:
—Aunque me dieras mil monedas de plata, no atentaría contra el hijo del rey; porque nosotros escuchamos que el rey te ordenó a ti, a Abisai y a Itai, que protegieran al joven Absalón. 13 Por otro lado, si yo hubiera hecho tal cosa, habría sido en vano, porque no hay nada oculto para el rey, y tú no habrías hecho nada para protegerme.
14 —No voy a perder más tiempo contigo —le respondió Joab; y tomando tres dardos, los clavó en el corazón de Absalón, que aún estaba vivo en la encina. 15 Luego, diez asistentes de Joab rodearon a Absalón, y lo remataron. 16 A continuación Joab ordenó que tocaran la trompeta, y las tropas dejaron de perseguir a los de Israel, porque Joab las detuvo. 17 Entonces tomaron el cuerpo de Absalón, lo echaron en un gran hoyo que había en el bosque, y sobre él levantaron un enorme montón de piedras. Después todos los israelitas huyeron a sus casas.
18 En vida, Absalón se había mandado hacer un monumento de piedra, el que está en el Valle del Rey, y le había puesto su nombre, ya que no tenía ningún hijo que se lo conservara. Y hasta el presente se le conoce como «el monumento de Absalón».
19 Luego Ahimaas, el hijo de Sadoc, dijo a Joab:
—Te ruego que me dejes ir corriendo a avisar al rey que el Señor le ha hecho justicia librándolo del poder de sus enemigos.
20 Pero Joab le respondió:
—Tú no eres hoy la persona ideal para llevar la noticia. Ya lo serás en otra ocasión, pero no hoy, porque el hijo del rey ha muerto.
21 Sin embargo, Joab dijo a un soldado etiope:
—Ve tú, e informa al rey de lo que has visto.
El etiope hizo una reverencia a Joab y salió corriendo. 22 Ahimaas, por su parte, volvió a decir a Joab:
—De todos modos, déjame correr detrás del etiope.
Pero Joab le contestó:
—¿Para qué quieres ir tú, hijo mío, si no vas a recibir un premio por tu noticia?
23 —No importa, iré corriendo —contestó Ahimaas.
—¡Pues corre! —le respondió Joab.
Entonces Ahimaas echó a correr por el valle, y se adelantó al etiope. 24 Mientras tanto, David estaba sentado entre las dos puertas de la entrada de la ciudad, y el centinela había subido a la azotea, encima de la puerta de la muralla. Al levantar la vista, el centinela vio a un hombre solo, que venía corriendo, 25 y lo anunció al rey en voz alta. El rey exclamó:
—Si viene solo es que trae buenas noticias.
Mientras el hombre se acercaba, 26 el centinela vio a otro hombre que corría, y le gritó al guardián de la puerta:
—¡Viene otro hombre corriendo!
—También ha de traer buenas noticias —respondió el rey.
27 El centinela añadió:
—Por su modo de correr, me parece que el primero es Ahimaas, el hijo de Sadoc.
—Él es un buen hombre —comentó el rey—, y seguramente traerá buenas noticias.
28 Ahimaas se acercó, e inclinándose hasta el suelo delante del rey, lo saludó y le dijo:
—Bendito sea el Señor, el Dios de Su Majestad, porque ha quitado de en medio a los que se rebelaron contra Su Majestad.
29 —¿Está bien el joven Absalón? —preguntó el rey.
Y Ahimaas respondió:
—Yo vi un gran alboroto en el momento en que Joab, servidor de Su Majestad, me enviaba, pero no supe lo que pasaba.
30 Entonces el rey le ordenó:
—Colócate a un lado y quédate ahí.
Ahimaas lo hizo así. 31 En aquel momento llegó el etiope, y dijo:
—Reciba estas buenas noticias Su Majestad: hoy el Señor ha hecho justicia a Su Majestad, librándolo del poder de todos los que se rebelaron contra Su Majestad.
32 El rey preguntó al etiope:
—Y el joven Absalón, ¿está bien?
El etiope contestó:
—Ojalá que los enemigos de Su Majestad y todos los que se rebelen contra Su Majestad y busquen su mal, acaben como ese muchacho.
33 (19.1) El rey se conmovió, y subiendo al cuarto que estaba encima de la puerta, se echó a llorar. Y mientras caminaba, decía: «¡Absalón, hijo mío! ¡Absalón, hijo mío! ¡Ojalá yo hubiera muerto en tu lugar! ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío!»
19 (2-3) Cuando la gente supo que el rey lloraba y lamentaba la muerte de su hijo Absalón, fueron a decírselo a Joab. Y así aquel día la victoria se convirtió en motivo de tristeza. 3 (4) El ejército mismo procuró disimular su entrada en la ciudad: avanzaban los soldados avergonzados, como si hubieran huido del campo de batalla. 4 (5) Mientras tanto el rey, cubriéndose la cara, gritaba a voz en cuello: «¡Absalón, hijo mío! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!»
5 (6) Joab fue entonces a palacio, y le dijo al rey:
—Su Majestad ha puesto en vergüenza a sus servidores, que hoy han salvado la vida de Su Majestad y de sus hijos, hijas, esposas y concubinas. 6 (7) Su Majestad ha demostrado hoy que nada le importan sus jefes y oficiales, pues ama a quienes lo odian, y odia a quienes lo aman. Hoy me he dado cuenta de que para Su Majestad sería mejor que Absalón estuviera vivo, aunque todos nosotros hubiéramos muerto. 7 (8) Salga, pues, ahora Su Majestad, y aliente con sus palabras a sus seguidores, pues de lo contrario juro por el Señor a Su Majestad que esta noche no le quedará ni un solo partidario. Esto será para Su Majestad peor que todos los males que le han ocurrido desde su juventud hasta el presente.
8 (9) Entonces el rey se levantó y fue a sentarse a la puerta de la ciudad. Y cuando se informó a todo el pueblo de que el rey estaba sentado a la puerta, fueron todos a presentarse ante él.
David vuelve a Jerusalén, 2 Samuel 19.8b-43
En cuanto a los de Israel, todos ellos habían huido a sus casas. 9 (10) Y en todas las tribus de Israel la gente discutía y decía: «El rey David nos libró del dominio de nuestros enemigos, los filisteos; y, sin embargo, por causa de Absalón, ha tenido que huir del país. 10 (11) Y Absalón, a quien nosotros habíamos consagrado como nuestro rey, ha muerto en la batalla. ¿Qué esperamos, pues, que no hacemos volver al rey David?»
11 (12) Este comentario de todo Israel llegó hasta la casa del rey David. Entonces él mandó recado a los sacerdotes Sadoc y Abiatar, diciéndoles: «Hablen ustedes con los ancianos de Judá, y pregúntenles por qué se retrasan en hacer que yo regrese a mi palacio; 12 (13) díganles que no hay razón para que ellos sean los últimos en hacerme volver, puesto que son mis hermanos de tribu.» 13 (14) Ordenó, además, que se dijera a Amasá: «Tú eres de mi misma sangre, así que de ahora en adelante tú serás el general de mi ejército, en lugar de Joab. Y si no te lo cumplo, que el Señor me castigue duramente.»
14 (15) Así convenció a los hombres de Judá, y todos ellos, como un solo hombre, mandaron decir al rey que volviera con todos sus oficiales. 15 (16) Entonces el rey emprendió el regreso, y llegó al río Jordán. Los de Judá, por su parte, fueron a Guilgal para recibirlo y ayudarlo a cruzar el Jordán. 16 (17) También Simí, que era hijo de Guerá, de la tribu de Benjamín, y natural de Bahurim, se apresuró a bajar con los hombres de Judá para recibir al rey David. 17 (18) Le acompañaban mil hombres de Benjamín. A su vez, Sibá, el criado de la familia de Saúl, acompañado de sus quince hijos y sus veinte esclavos, llegó al Jordán antes que el rey y 18 (19) atravesó el vado del río para ayudar a la familia del rey a cruzarlo, y así quedar bien con él. Cuando el rey se disponía a cruzar el Jordán, Simí se inclinó delante de él, 19 (20) y le dijo:
—Ruego a Su Majestad que no tome en cuenta mi falta ni recuerde el delito que este servidor suyo cometió el día en que Su Majestad salió de Jerusalén. No me guarde rencor, 20 (21) pues yo mismo reconozco mi culpa, y de toda la casa de José hoy he sido el primero en salir a recibir a Su Majestad.
21 (22) Entonces Abisai, hijo de Seruiá, dijo:
—¿Acaso no merece la muerte Simí, por haber maldecido al rey escogido por el Señor?
22 (23) Pero David respondió:
—¡Esto no es asunto de ustedes, hijos de Seruiá! ¿Por qué se oponen a mí? Ahora sé bien que soy el rey de Israel, así que nadie en Israel morirá en este día.
23 (24) Luego, dirigiéndose a Simí, le juró que no moriría.
24 (25) También salió a recibirlo Mefi-bóset, el hijo de Saúl. Desde el día en que el rey salió, y hasta que volvió sano y salvo, no se había lavado los pies, ni cortado la barba, ni lavado su ropa. 25 (26) Y cuando vino a Jerusalén para recibir al rey, éste le dijo:
—Mefi-bóset, ¿por qué no viniste conmigo?
26 (27) Él respondió:
—Mi criado me engañó, Majestad. Como soy inválido, le ordené que me aparejara un asno para montar en él e irme con Su Majestad. 27 (28) Pero él me ha calumniado ante Su Majestad. Sin embargo, Su Majestad es como un ángel de Dios y hará lo que mejor le parezca. 28 (29) Y aunque toda mi familia paterna era digna de muerte ante Su Majestad, este siervo suyo fue invitado a comer en la mesa de Su Majestad. ¿Qué más puedo pedir de Su Majestad?
29 (30) El rey le respondió:
—No hay nada más que hablar. Ya he ordenado que tú y Sibá se repartan las tierras.
30 (31) Pero Mefi-bóset le contestó:
—Que se quede él con todas. Lo importante es que Su Majestad ha vuelto sano y salvo a su palacio.
31 (32) En cuanto a Barzilai, el de Galaad, había bajado de Roguelim para acompañar al rey a cruzar el Jordán y allí despedirse de él. 32 (33) Era ya muy anciano, pues tenía ochenta años, y durante el tiempo en que el rey estuvo en Mahanaim había dado al rey todo lo necesario, porque era muy rico. 33 (34) El rey dijo entonces a Barzilai:
—Vente conmigo a Jerusalén, y allí me haré cargo de ti.
34 (35) Pero Barzilai le respondió:
—Me quedan pocos años de vida para irme ahora a Jerusalén con Su Majestad, 35 (36) pues ya tengo ochenta años; he perdido el gusto de lo que como y lo que bebo, y ya no puedo decir si tiene buen o mal sabor; tampoco puedo oír ya la voz de los cantores y cantoras. ¿Por qué he de convertirme en una carga para Su Majestad? 36 (37) Si únicamente voy a acompañar a Su Majestad a cruzar el Jordán, ¿por qué ha de ofrecerme Su Majestad esta recompensa? 37 (38) Antes rogaría a Su Majestad que me permita volver a mi pueblo para morir allá y ser enterrado en la tumba de mis padres. Pero aquí tiene Su Majestad a otro servidor: mi hijo Quimham. Que vaya él con Su Majestad, y haga Su Majestad por él lo que crea más conveniente.
38 (39) El rey contestó:
—Que venga conmigo Quimham, y haré por él lo que tú creas más conveniente. Y todo lo que me pidas, te lo concederé.
39 (40) Toda la gente cruzó el Jordán. Y cuando el rey lo cruzó, dio a Barzilai un beso de despedida. Entonces Barzilai regresó al lugar donde vivía. 40 (41) El rey, por su parte, se dirigió a Guilgal, acompañado de Quimham y de toda la gente de Judá, así como de la mitad de la gente de Israel. 41 (42) Todos los israelitas fueron entonces a ver al rey, y le dijeron:
—¿Por qué han de ser nuestros hermanos de Judá quienes se adueñen de Su Majestad, y quienes lo escolten a él y a la familia real, y a todo su ejército, en el paso del Jordán?
42 (43) Todos los de Judá respondieron a los de Israel:
—Porque el rey es nuestro pariente cercano. Pero no hay razón para que ustedes se enojen. ¿Acaso comemos nosotros a costa del rey, o hemos tomado algo para nosotros?
43 (44) Los de Israel contestaron:
—Nosotros tenemos sobre el rey diez veces más derecho que ustedes. Además, como tribus, somos los hermanos mayores de ustedes. Así pues, ¿por qué nos menosprecian? ¿Acaso no fuimos nosotros los primeros en decidir que regresara nuestro rey?
Sin embargo, los de Judá discutieron con mayor violencia que los de Israel.
Mayo 30
Sublevación de Seba, 2 Samuel 20.1-22
Un malvado de la tribu de Benjamín, que se llamaba Sebá y era hijo de Bicrí, se encontraba en Guilgal. Este Sebá incitó al pueblo a levantarse en armas, diciendo: «¡Nosotros no tenemos parte ni herencia con David, el hijo de Jesé! ¡Todos a sus casas, israelitas!»
2 Todos los hombres de Israel abandonaron a David para seguir a Sebá, hijo de Bicrí. Pero los de Judá, desde el Jordán hasta Jerusalén, se mantuvieron fieles a su rey.
3 Cuando David regresó a su palacio, en Jerusalén, tomó a las diez concubinas que había dejado cuidando el palacio y las metió en una casa, bajo vigilancia. Allí siguió cuidando de ellas, pero no volvió a tener relaciones sexuales con ellas. Así ellas se quedaron encerradas, viviendo como viudas hasta el día de su muerte.
4 Después el rey ordenó a Amasá:
—Llama a los hombres de Judá, y dentro de tres días preséntate aquí con ellos.
5 Amasá fue a reunirlos, pero tardó más tiempo del que se le había señalado. 6 Entonces dijo David a Abisai:
—Sebá nos va a causar más daño que Absalón. Así que toma el mando de mis tropas y persíguelo, no sea que encuentre algunas ciudades amuralladas y se nos escape.
7 Los hombres de Joab, con los quereteos y peleteos de la guardia real, y los mejores soldados, salieron de Jerusalén con Abisai, para perseguir a Sebá. 8 Cuando se encontraban cerca de la gran roca que está en Gabaón, Amasá les salió al encuentro. Joab llevaba puesto su uniforme de batalla, ajustado con un cinturón, y al costado una espada envainada, la cual podía desenvainar con sólo tirar hacia abajo. 9 Y mientras Joab tomaba a Amasá por la barba con la mano derecha para besarlo, le preguntó:
—¿Te ha ido bien, hermano?
10 Amasá no prestó atención a la espada que Joab llevaba en la mano. De pronto, Joab lo hirió con ella en el vientre, y todas sus entrañas se derramaron por el suelo. Murió sin que Joab tuviera que rematarlo. Luego Joab y su hermano Abisai siguieron persiguiendo a Sebá, hijo de Bicrí. 11 Entonces uno de los soldados de Joab se puso al lado del cuerpo de Amasá, y dijo:
—¡El que esté a favor de Joab y de David, que siga a Joab!
12 Pero Amasá seguía en medio del camino, revolcándose en su sangre; y viendo aquel soldado que toda la gente se detenía, hizo a Amasá a un lado del camino y lo tapó con una capa, pues se dio cuenta de que todos los que llegaban se quedaban parados junto a él. 13 Después de apartarlo del camino, pasaron todos los que andaban con Joab en persecución de Sebá.
14 Sebá pasó por todas las tribus de Israel hasta Abel-bet-maacá, y todos los descendientes de Bicrí se reunieron y entraron tras él en la ciudad. 15 Cuando los hombres de Joab llegaron a Abel-bet-maacá, construyeron una rampa sobre la muralla exterior, para atacar la ciudad, y luego entre todos trataron de derribar la muralla. 16 De pronto, una mujer muy astuta gritó desde la muralla de la ciudad:
—¡Escúchenme! ¡Escúchenme, por favor! ¡Díganle de mi parte a Joab que se acerque, porque quiero hablar con él!
17 Cuando Joab se acercó, la mujer le preguntó:
—¿Tú eres Joab?
—Yo soy Joab —respondió él.
Ella dijo:
—Escucha las palabras de esta sierva tuya.
—Te escucho —contestó él.
18 Entonces ella comenzó a decir:
—Antiguamente decían: «Quien quiera saber algo, que pregunte en Abel.» Y así se solucionaba el asunto. 19 Nuestra ciudad es una de las más pacíficas y fieles de Israel, ¡una de las más importantes! Sin embargo, tú estás tratando de destruirla. ¿Por qué quieres destruir lo que pertenece al Señor?
20 Joab le contestó:
—¡Eso ni pensarlo! No es mi intención destruirla ni dejarla en ruinas. 21 No se trata de eso, sino que un hombre de los montes de Efraín, llamado Sebá, se ha levantado en armas contra el rey David. Entréguenmelo a él solo, y yo me retiraré de la ciudad.
—Te echaremos su cabeza desde el muro —respondió la mujer a Joab.
22 En seguida fue ella a convencer con su astucia a toda la gente de la ciudad, y le cortaron la cabeza a Sebá y se la arrojaron a Joab. Entonces Joab ordenó que tocaran retirada, y se alejaron de la ciudad, cada cual a su casa, mientras que Joab regresó a Jerusalén para hablar con el rey.
Venganza de los gabaonitas, 2 Samuel 21.1-14
En tiempos de David hubo un hambre que duró tres años seguidos. Entonces David consultó al Señor, y el Señor le respondió: «El hambre se debe a los crímenes de Saúl y de su familia, porque asesinaron a los gabaonitas.»
2 David llamó a los gabaonitas y habló con ellos. (Los gabaonitas no eran israelitas, sino un grupo que aún quedaba de los amorreos con quienes los israelitas habían hecho un juramento, y a quienes Saúl, en su celo por la gente de Israel y de Judá, había tratado de exterminar.) 3 David les preguntó:
—¿Qué puedo hacer por ustedes? ¿Cómo puedo reparar el daño que se les hizo, para que bendigan al pueblo del Señor?
4 Los gabaonitas le respondieron:
—No es cuestión de dinero lo que tenemos pendiente con Saúl y su familia, ni queremos que muera nadie en Israel.
David les dijo:
—Díganme entonces qué quieren que haga por ustedes.
5 Y ellos contestaron:
—Del hombre que quiso destruirnos e hizo planes para eliminarnos y para que no permaneciéramos en todo el territorio de Israel, 6 queremos que se nos entreguen siete de sus descendientes, y nosotros los colgaremos ante el Señor en Guibeá de Saúl, el escogido del Señor.
El rey aceptó entregárselos, 7 aunque se compadeció de Mefi-bóset, hijo de Jonatán y nieto de Saúl, por el sagrado juramento que se habían hecho él y Jonatán. 8 Sin embargo apresó a los dos hijos que Rispá, hija de Aiá, había tenido con Saúl, y que se llamaban Armoní y Mefi-bóset, y a los cinco hijos que Merab, hija de Saúl, tuvo con Adriel, hijo de Barzilai de Meholá, 9 y se los entregó a los de Gabaón, los cuales los ahorcaron en el monte delante del Señor. Así murieron juntos los siete, en los primeros días de la cosecha de la cebada.
10 Entonces Rispá, la hija de Aiá, se vistió con ropas ásperas en señal de luto, y se tendió sobre una peña. Allí se quedó, desde el comienzo de la cosecha de cebada hasta que llegaron las lluvias, sin dejar que los pájaros se acercaran a los cadáveres durante el día, ni los animales salvajes durante la noche.
11 Cuando le contaron a David lo que había hecho Rispá, la concubina de Saúl, 12 fue y recogió los restos de Saúl y de su hijo Jonatán, que estaban en posesión de los habitantes de Jabés de Galaad. Éstos los habían robado de la plaza de Bet-sán, donde los filisteos los colgaron el día que derrotaron a Saúl en Guilboa. 13 Luego ordenó David que trasladaran los restos de Saúl y de Jonatán, y que recogieran los restos de los ahorcados; 14 y enterraron los restos de Saúl y de Jonatán en el sepulcro de Quis, el padre de Saúl, en Selá, en el territorio de Benjamín. Todo se hizo como el rey lo había ordenado. Y después de esto, Dios atendió las súplicas en favor del país.
Abisai libra del gigante a David, 2 Samuel 21.15-17
15 Los filisteos declararon de nuevo la guerra a Israel. Entonces David y sus oficiales salieron a luchar contra ellos. David se cansó demasiado, 16 y un gigante llamado Isbí-benob trató de matarlo. Su lanza pesaba más de treinta kilos, y al cinto llevaba una espada nueva. 17 Pero Abisai, el hijo de Seruiá, fue en ayuda de David, y atacó al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le hicieron prometer que ya no saldría más a la guerra con ellos, para que no se apagara la lámpara de Israel.
Los hombres de David matan a los gigantes, 2 Samuel 21.18-22
18 Después hubo en Gob otra batalla contra los filisteos. En aquella ocasión, Sibecai el husatita mató a Saf, que era descendiente de los gigantes. 19 Y en otra batalla que hubo contra los filisteos, también en Gob, Elhanán, hijo de Jaír, de Belén, mató a Goliat el de Gat, cuya lanza tenía el asta tan grande como el rodillo de un telar.
20 En Gat hubo otra batalla. Había allí un hombre de gran estatura, que tenía veinticuatro dedos: seis en cada mano y seis en cada pie. Era también descendiente de los gigantes, 21 pero desafió a Israel y lo mató Jonatán, hijo de Simá, el hermano de David. 22 Estos cuatro gigantes eran descendientes de Réfah, el de Gat, pero cayeron a manos de David y de sus oficiales.
1 Crónicas 20.4-8
4 Después hubo una batalla con los filisteos en Guézer. En aquella ocasión, Sibecai el de Husá mató y humilló a Sipai, que era descendiente de los gigantes. 5 Y en otra batalla que hubo contra los filisteos, Elhanán, hijo de Jaír, mató a Lahmí, hermano de Goliat el de Gat, cuya lanza tenía el asta tan grande como el rodillo de un telar.
6 En Gat hubo otra batalla. Había allí un hombre de gran estatura, que tenía veinticuatro dedos: seis en cada mano y seis en cada pie. Era también descendiente de los gigantes, 7 pero desafió a Israel y lo mató Jonatán, hijo de Simá, el hermano de David. 8 Estos gigantes eran descendientes de Réfah, el de Gat, pero cayeron a manos de David y de sus oficiales.
David censa al pueblo, 2 Samuel 24.1-17
El Señor volvió a encenderse en ira contra los israelitas, e incitó a David contra ellos, ordenándole que hiciera un censo de Israel y Judá. 2 Entonces el rey ordenó a Joab, jefe del ejército, que lo acompañaba:
—Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y haz el censo de la población, para que yo sepa cuántos habitantes hay.
3 Pero Joab respondió al rey:
—Que el Señor, el Dios de Su Majestad, aumente su pueblo cien veces más de lo que es ahora, y que Su Majestad viva para verlo; pero, ¿para qué desea Su Majestad hacer un censo?
4 Sin embargo, la orden del rey se impuso a Joab y a los jefes del ejército, y por lo tanto Joab y los jefes del ejército se retiraron de la presencia del rey para hacer el censo del pueblo de Israel. 5 Atravesaron el río Jordán y comenzaron por Aroer y por la ciudad que está en medio del valle, en dirección a Gad y Jazer. 6 Después fueron a Galaad y a Cadés, en el país de los hititas. Llegaron luego a Dan, y desde Dan dieron la vuelta por Sidón. 7 Después fueron a la fortaleza de Tiro y a todas las ciudades de los heveos y los cananeos, hasta salir al sur de Judá, a Beerseba. 8 Al cabo de nueve meses y veinte días, y tras haber recorrido todo el país, llegaron a Jerusalén. 9 Joab entregó al rey cifras del censo de la población, y resultó que había en Israel ochocientos mil hombres aptos para la guerra, y quinientos mil en Judá.
10 Pero David se sintió culpable por haber hecho el censo de la población, y confesó al Señor:
—He cometido un grave pecado al hacer esto. Pero te ruego, Señor, que perdones ahora el pecado de este siervo tuyo, pues me he portado como un necio.
11 A la mañana siguiente, cuando se levantó David, dijo el Señor al profeta Gad, vidente al servicio de David: 12 «Ve a ver a David, y dile de mi parte que le propongo tres cosas, y que escoja la que él quiera que yo haga.» 13 Gad fue a ver a David, y le preguntó:
—¿Qué prefieres: siete años de hambre en el país, tres meses huyendo tú de la persecución de tus enemigos, o tres días de peste en el país? Piensa y decide ahora lo que he de responder al que me ha enviado.
14 Y David contestó a Gad:
—Estoy en un grave aprieto. Ahora bien, es preferible que caigamos en manos del Señor, pues su bondad es muy grande, y no en manos de los hombres.
15 Entonces mandó el Señor una peste sobre Israel, desde aquella misma mañana hasta la fecha indicada, y desde Dan hasta Beerseba murieron setenta mil personas. 16 Y cuando el ángel estaba a punto de destruir Jerusalén, le pesó al Señor aquel daño y ordenó al ángel que estaba hiriendo al pueblo: «¡Basta ya, no sigas!»
En aquel momento el ángel del Señor se encontraba junto al lugar donde Arauna el jebuseo trillaba el trigo. 17 Y cuando David vio al ángel que hería a la población, dijo al Señor:
—¡Yo soy quien ha pecado! ¡Yo soy el culpable! ¿Pero qué han hecho estos inocentes? ¡Yo te ruego que tu castigo caiga sobre mí y sobre mi familia!
1 Crónicas 21.1-17
El ángel acusador se puso contra los israelitas e incitó a David a hacer un censo de Israel. 2 Entonces David ordenó a Joab y a los jefes del pueblo:
—Vayan y hagan el censo de Israel desde Beerseba hasta Dan, y tráiganme el informe para que yo sepa cuántos son.
3 Pero Joab respondió:
—Que el Señor aumente su pueblo cien veces más de lo que es ahora; ¿pero acaso no son todos ellos servidores de Su Majestad? ¿Por qué desea esto Su Majestad? ¿Para qué hacerse culpable Israel?
4 Sin embargo, la orden del rey se impuso a Joab, y éste se retiró, recorrió todo Israel y regresó a Jerusalén. 5 Joab entregó a David las cifras del censo de la población, y resultó que en todo Israel había un millón cien mil hombres aptos para la guerra, y cuatrocientos setenta mil en Judá. 6 Pero no se incluyó en el censo a las tribus de Leví y de Benjamín, porque a Joab no le gustó la orden del rey.
7 A Dios le pareció mal todo esto, y mandó un castigo a Israel. 8 Pero David confesó a Dios:
—He cometido un grave pecado al hacer esto. Pero te ruego que perdones ahora el pecado de este siervo tuyo, pues me he portado como un necio.
9 Entonces el Señor dijo a Gad, vidente al servicio de David: 10 «Ve a ver a David, y dile de mi parte que le propongo tres cosas, y que escoja la que él quiera que yo haga.» 11 Gad fue a ver a David, y le dijo:
—Esto dice el Señor: Escoge 12 entre tres años de hambre, tres meses de derrota perseguido por la espada de tus enemigos, o tres días de peste en el país bajo la espada del Señor, con el ángel del Señor causando estragos en todo el territorio de Israel. Decide ahora lo que he de responder al que me ha enviado.
13 David contestó a Gad:
—Estoy en un grave aprieto. Ahora bien, es preferible que caiga yo en manos del Señor, pues su bondad es muy grande, y no en manos de los hombres.
14 Entonces mandó el Señor una peste sobre Israel, y cayeron muertos setenta mil israelitas. 15 Y mandó Dios un ángel para destruir Jerusalén. Pero cuando la estaba destruyendo, el Señor lo vio, y le pesó aquel daño, y ordenó al ángel que estaba hiriendo: «¡Basta ya, no sigas!»
En aquel momento, el ángel del Señor se encontraba junto al lugar donde Ornán el jebuseo trillaba el trigo. 16 Al alzar David los ojos, vio que el ángel del Señor se encontraba entre el cielo y la tierra, con una espada desenvainada en la mano, que apuntaba hacia Jerusalén. Entonces David y los ancianos, vestidos con ropas ásperas, se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente, 17 y David dijo a Dios:
—¡Yo fui quien mandó hacer el censo de la población! ¡Yo soy quien ha pecado y ha hecho mal! ¿Pero qué han hecho estos inocentes? Señor y Dios mío, yo te ruego que tu castigo caiga sobre mí y sobre mi familia, pero deja de herir a tu pueblo.
1 Crónicas 27.23,24
23 David no censó a los hombres que tenían menos de veinte años porque el Señor había prometido que haría a Israel tan numeroso como las estrellas del cielo. 24 Joab hijo de Sarvia comenzó a hacer el censo, pero no lo terminó porque eso desató la ira de Dios sobre Israel. Por eso no quedó registrado el número en las crónicas del rey David.
Mayo 31
David levanta un altar, 2 Samuel 24.18-25
18 Aquel mismo día, Gad fue a ver a David, y le dijo que levantara un altar al Señor en el lugar donde Arauna el jebuseo trillaba el trigo. 19 Entonces David fue a hacer lo que Gad le había dicho por orden del Señor. 20 Arauna estaba mirando a lo lejos, cuando vio que el rey y sus servidores se dirigían hacia él. Entonces Arauna se adelantó, e inclinándose delante del rey 21 le dijo:
—¿A qué se debe la visita de Su Majestad a su criado?
David respondió:
—Quiero comprarte el lugar donde trillas el trigo, para construir allí un altar al Señor, a fin de que la peste se retire del pueblo.
22 Y Arauna le contestó:
—Tome Su Majestad lo que le parezca mejor, y ofrezca holocaustos. Aquí hay toros para el holocausto, y los trillos y los yugos de las yuntas pueden servir de leña. 23 ¡Todo esto se lo doy a Su Majestad!
Además, Arauna exclamó:
—¡Ojalá Su Majestad pueda complacer al Señor su Dios!
24 Pero el rey respondió:
—Te lo agradezco, pero tengo que comprártelo todo pagándote lo que vale, pues no presentaré al Señor mi Dios holocaustos que no me hayan costado nada.
De esta manera David compró aquel lugar y los toros por cincuenta monedas de plata, 25 y allí construyó un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de reconciliación. Entonces el Señor atendió las súplicas en favor del país, y la peste se retiró de Israel.
1 Crónicas 21.18-27
18 Entonces el ángel del Señor ordenó a Gad decirle a David que levantara un altar al Señor en el lugar donde Ornán el jebuseo trillaba el trigo. 19 Entonces David fue a hacer lo que Gad le había dicho en nombre del Señor. 20 Ornán, que estaba trillando el trigo, al volverse había visto al ángel, pero sus cuatro hijos, que estaban con él, habían ido a esconderse. 21 Cuando David se acercó a donde estaba Ornán, éste miró, y al ver a David salió del lugar donde trillaba el trigo y se inclinó delante de David. 22 Entonces le dijo David a Ornán:
—Cédeme el lugar donde trillas el trigo, para construir allí un altar al Señor. Véndemelo por el precio exacto, a fin de que la peste se retire del pueblo.
23 Y Ornán le contestó:
—Tómelo Su Majestad y haga lo que le parezca mejor. Yo le doy los toros para el holocausto, los trillos para la leña y el trigo para la ofrenda. ¡Todo esto se lo doy a Su Majestad!
24 Pero el rey David respondió:
—Te lo agradezco, pero tengo que comprarlo todo por el precio exacto, pues no te voy a quitar lo tuyo para dárselo al Señor y ofrecerle un holocausto que no me haya costado nada.
25 De esta manera, David le pagó a Ornán por aquel lugar seiscientas monedas de oro, 26 y allí construyó un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de reconciliación. Luego invocó al Señor, y él le respondió enviando fuego desde el cielo sobre el altar del holocausto. 27 Entonces el Señor ordenó al ángel que volviera a guardar su espada.
El lugar para el templo, 1 Crónicas 21.28-22.1
28 En aquel momento, al ver David que el Señor lo había escuchado en el lugar en que Ornán el jebuseo trillaba el trigo, ofreció allí sacrificios. 29 Pues aunque la tienda de campaña que Moisés había levantado para el Señor en el desierto y el altar del holocausto se hallaban por entonces en el santuario de Gabaón, 30 David no pudo ir allá para consultar a Dios, porque se había llenado de espanto al ver la espada del ángel del Señor.
22 Por eso dijo David: «Aquí estarán el templo de Dios, el Señor, y el altar del holocausto para Israel.»
Preparativos para la edificación del templo, 1 Crónicas 22.2-16
2 Después David mandó que se reunieran los extranjeros que vivían en Israel, y nombró canteros para que labraran la piedra para la construcción del templo de Dios. 3 Además preparó hierro en abundancia para los clavos de las puertas y para las grapas; también una inmensa cantidad de bronce, 4 y madera de cedro en cantidad incalculable, porque los habitantes de Sidón y de Tiro le habían traído mucha madera de cedro.
5 David pensaba: «Mi hijo Salomón es todavía un muchacho de tierna edad, y el templo que hay que construir para el Señor tiene que ser el más grande, famoso y bello de todo el mundo; así que le dejaré todo preparado.»
Por eso David hizo grandes preparativos antes de morir. 6 Luego llamó a su hijo Salomón, y le encargó que construyera el templo del Señor, Dios de Israel, 7 diciéndole: «Hijo mío, yo tenía el propósito de construir un templo para el Señor mi Dios. 8 Pero el Señor me ha dicho: “He visto que tú has derramado mucha sangre y has hecho muchas guerras; por eso no eres tú quien va a construirme un templo. 9 Pero tendrás un hijo que será un hombre pacífico; y además yo haré que sus enemigos por todas partes lo dejen en paz. Por eso se llamará Salomón. En su tiempo concederé paz y tranquilidad a Israel. 10 Él me construirá un templo. Él me será un hijo y yo le seré un padre, y afirmaré su reino en Israel para siempre.” 11 Ahora, hijo mío, que el Señor esté contigo para que logres construir el templo del Señor tu Dios, conforme a lo que ha prometido que tú harías. 12 Que el Señor te dé inteligencia y sabiduría, para que cuando él te encargue del gobierno de Israel, cumplas la ley del Señor tu Dios. 13 Todo te saldrá bien, si procuras cumplir las leyes y disposiciones que el Señor ordenó a Moisés para Israel. ¡Ten valor y firmeza; no te desanimes ni tengas miedo! 14 Mira, yo con muchos esfuerzos he podido preparar para el templo del Señor tres mil trescientas toneladas de oro, treinta y tres mil toneladas de plata, y una cantidad tan grande de bronce y hierro que no se puede pesar. También he preparado madera y piedra, a la que tú debes añadir más. 15-16 Además tienes a tu disposición muchos obreros, canteros, albañiles y carpinteros, e innumerables especialistas de todo tipo y clase de trabajos en oro, plata, bronce y hierro. Así que, ¡manos a la obra, y que el Señor te ayude!»
Cántico gradual para Salomón
La prosperidad viene de Jehová, Salmo 127.1-5
Si el Señor no construye la casa,
de nada sirve que trabajen los constructores;
si el Señor no protege la ciudad,
de nada sirve que vigilen los centinelas.
2 De nada sirve trabajar de sol a sol
y comer un pan ganado con dolor,
cuando Dios lo da a sus amigos mientras duermen.
3 Los hijos que nos nacen
son ricas bendiciones del Señor.
4 Los hijos que nos nacen en la juventud
son como flechas en manos de un guerrero.
5 ¡Feliz el hombre que tiene muchas flechas como ésas!
No será avergonzado por sus enemigos
cuando se defienda de ellos ante los jueces.
David pide ayuda para Salomón, 1 Crónicas 22.17-19
17 Luego David ordenó a todos los jefes de Israel que ayudaran a su hijo Salomón, diciéndoles: 18 «El Señor su Dios ha estado con ustedes y les ha dado paz por todas partes, pues él ha puesto bajo mi poder a todos los habitantes del país, y éste ha quedado sometido al Señor y a su pueblo. 19 Por tanto, hagan ahora el firme propósito de buscar al Señor su Dios. Así que dispónganse a construir el santuario de Dios, el Señor, para trasladar el arca de la alianza del Señor y los utensilios sagrados de Dios al templo que se va a construir para el Señor.»
Salomón sucede a David, 1 Crónicas 28.1-29.19
David reunió en Jerusalén a todas las autoridades de Israel: los jefes de las tribus, los jefes de las divisiones militares al servicio del rey, los comandantes de batallones y jefes de compañías, los administradores de todas las tierras y ganados del rey y de sus hijos, los personajes más importantes y todos los militares notables.
2 Entonces David se puso de pie y dijo: «Escúchenme, hermanos y pueblo mío: Yo tenía el propósito de construir un lugar donde el arca de la alianza del Señor estuviera permanentemente y que fuera el sitio donde nuestro Dios pusiera su trono, y había hecho preparativos para construirlo. 3 Pero Dios me dijo: “No eres tú quien va a construirme un templo, porque eres un guerrero y has derramado sangre.” 4 Sin embargo, el Señor, Dios de Israel, me escogió entre toda mi familia para hacerme rey de Israel por siempre. Pues él escogió la tribu de Judá como tribu gobernante; de la tribu de Judá escogió a mi familia; y de entre mis hermanos me escogió a mí para ser rey sobre todo Israel. 5 Y ahora, entre todos mis hijos, pues son muchos los que el Señor me ha dado, el Señor ha escogido a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del dominio del Señor sobre Israel. 6 El Señor también me dijo: “Tu hijo Salomón será quien construya mi templo y mis atrios, porque lo he escogido como hijo, y yo seré un padre para él, 7 y afirmaré su reino para siempre, si él sigue esforzándose en cumplir mis mandamientos y disposiciones como hasta el día de hoy.”
8 »Ahora pues, en presencia de todo Israel, de esta asamblea del Señor, y de nuestro Dios que nos escucha, guarden con empeño todos los mandamientos del Señor, el Dios de ustedes, para que este hermoso país continúe siendo propiedad de ustedes y luego puedan dejárselo para siempre en herencia a sus hijos. 9 Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre y sírvele de todo corazón y con buena disposición, porque el Señor examina todas las conciencias y distingue cualquier intención y pensamiento. Así que, si tú lo buscas, él permitirá que lo encuentres; pero si te apartas de él, te rechazará de una vez para siempre. 10 Ten ahora presente que el Señor te ha escogido para que construyas un edificio que será su santuario. Por tanto, ¡ánimo y manos a la obra!»
11 Entonces David entregó a su hijo Salomón el plano del vestíbulo del templo, de sus edificios, de los almacenes, de las salas del piso alto, de los cuartos interiores y del Lugar santísimo. 12 Además le dio el proyecto de todo lo que tenía en mente para los atrios del templo y los cuartos que debían estar alrededor, los tesoros y los depósitos para las ofrendas sagradas, 13 y también los cuartos para los turnos de los sacerdotes y los levitas y para todos los servicios del templo, lo mismo que para todos los objetos del culto en el templo.
14 También le dio oro y plata en cantidad suficiente para todos los objetos de oro y plata que se iban a usar en el culto; 15 para los candelabros y sus lámparas, tanto los de oro como los de plata, le dio conforme al peso que debía tener cada uno de ellos; 16 y lo mismo hizo para cada una de las mesas, tanto las de oro como las de plata, donde debía ponerse en hileras el pan consagrado. 17 Le dio además oro para los tenedores, los tazones y las jarras, así como oro y plata suficiente para las copas de uno u otro metal, según el peso de cada una. 18 También le entregó suficiente cantidad de oro refinado para el altar del incienso, e igualmente le dio oro para la construcción del carro, es decir, de los seres alados que con las alas extendidas cubren el arca de la alianza del Señor.
19 Todo esto estaba en un escrito redactado por revelación del Señor a David, en el que se explicaban todos los trabajos que había que hacer de acuerdo con el plano.
20 Entonces dijo David a Salomón: «¡Ten valor y firmeza, y pon manos a la obra! ¡No te desanimes ni tengas miedo, porque el Señor mi Dios estará contigo! Él no te dejará ni te abandonará hasta que se acabe toda la obra para el servicio del templo. 21 Aquí están los turnos de los sacerdotes y levitas dispuestos para el servicio en el templo; para todos los trabajos tendrás también la ayuda de toda clase de voluntarios, expertos en todo tipo de servicio; y los jefes y todo el pueblo estarán a tus órdenes.»
29 Después el rey David dijo a toda la asamblea: «Mi hijo Salomón, el único a quien Dios ha escogido, es un muchacho de tierna edad, mientras que la obra es enorme, porque no se trata del palacio para un hombre sino del templo para Dios, el Señor. 2 Con todo esfuerzo he preparado lo necesario para el templo de mi Dios: oro, plata, bronce, hierro y madera respectivamente para cada cosa. Y también cornalina, piedras para engastar, mezcla, piedras para mosaico, toda clase de piedras preciosas y alabastro en abundancia. 3 Pero además de todo lo que ya tengo preparado para el templo, y por el amor que tengo al templo de mi Dios, entrego para el templo el oro y la plata que son de mi propiedad personal: 4 cien mil kilos del oro más fino, doscientos treinta mil kilos de plata refinada para cubrir las paredes de los edificios. 5 Todo el oro y la plata para hacer de uno u otro metal lo que sea necesario, y para todo trabajo que tengan que hacer los artesanos. Y ahora, ¿quién quiere contribuir voluntariamente haciendo un donativo para el Señor?»
6 Entonces los jefes de familia, los jefes de las tribus de Israel, los jefes de batallones y de compañías, y los jefes de obras públicas del rey, hicieron donativos voluntarios, 7 dando para las obras del templo ciento sesenta y cinco mil kilos y diez mil monedas de oro, trescientos treinta mil kilos de plata, y cerca de seiscientos mil kilos de bronce y tres millones trescientos mil kilos de hierro.
8 También los que tenían piedras preciosas las entregaron a la tesorería del templo, que estaba a cargo de Jehiel, descendiente de Guersón.
9 La gente se alegró de esta generosidad, porque habían dado estas cosas al Señor con toda sinceridad. También el rey David se puso muy contento.
10 Entonces David bendijo al Señor en presencia de toda la asamblea, diciendo: «¡Bendito seas para siempre, Señor, Dios de nuestro padre Israel! 11 ¡Tuyos son, Señor, la grandeza, el poder, la gloria, el dominio y la majestad! Porque todo lo que hay en el cielo y en la tierra es tuyo. Tuyo es también el reino, pues tú, Señor, eres superior a todos. 12 De ti vienen las riquezas y la honra. Tú lo gobiernas todo. La fuerza y el poder están en tu mano, y en tu mano está también el dar grandeza y poder a todos. 13 Por eso, Dios nuestro, te damos ahora gracias y alabamos tu glorioso nombre; 14 pues, ¿quién soy yo y qué es mi pueblo para que seamos capaces de ofrecerte tantas cosas? En realidad, todo viene de ti y sólo te damos lo que de ti hemos recibido. 15 Pues ante ti somos como extranjeros que están de paso, igual que lo fueron todos nuestros antepasados, y nuestra vida sobre la tierra es como una sombra, sin ninguna esperanza.
16 »¡Oh Señor, Dios nuestro, tuyas son y de ti han venido todas estas riquezas que hemos preparado para construir un templo a tu santo nombre! 17 Yo sé, Dios mío, que tú examinas las conciencias y que te agrada la rectitud. Por eso, con recta intención te he ofrecido todo esto. Y ahora puedo ver con alegría que tu pueblo, aquí reunido, te ha presentado generosamente sus ofrendas. 18 Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, nuestros antepasados, conserva siempre esta disposición de ánimo en el corazón de tu pueblo, y dirige su corazón hacia ti. 19 Concédele también a mi hijo Salomón un corazón íntegro para que pueda cumplir tus mandamientos, preceptos y leyes, poniéndolos todos en práctica, y para que pueda construir el templo para el que he hecho los preparativos.»
Plegaria por bendición sobre el santuario, Salmo 132.1-18
Acuérdate, Señor, de David
y de todas sus aflicciones;
2 acuérdate del firme juramento,
que te hizo a ti, el Poderoso de Jacob:
3 «No me pondré bajo techo
ni me acostaré a descansar,
4 no cerraré los ojos
ni dormiré un solo instante,
5 mientras no encuentre casa
para el Señor, el Poderoso de Jacob.»
6 En Efrata oímos hablar del arca de la alianza,
y la encontramos en los campos de Jáar.
7 ¡Vayamos al santuario del Señor!
¡Arrodillémonos ante el estrado de sus pies!
8 Levántate, Señor, con tu arca poderosa,
y ven al monte donde has de descansar.
9 Que tus sacerdotes se revistan de justicia;
que tus fieles griten de alegría.
10 Por consideración a David, tu siervo,
no rechaces al rey que has escogido.
11 El Señor hizo a David un firme juramento,
juramento del que no va a desdecirse:
12 «Pondré en tu trono a uno de tus descendientes.
Si tus hijos cumplen con mi alianza
y con los mandatos que voy a enseñarles,
también los hijos de ellos
ocuparán tu trono para siempre.»
13 ¡El Señor ha escogido el monte Sión!
¡Lo ha elegido para vivir allí!
14 «Éste es el monte donde siempre quiero estar;
en él viviré, porque así me agradó.
15 Bendeciré mucho sus alimentos
y saciaré el hambre de sus pobres.
16 Revestiré de salvación a sus sacerdotes
y haré que griten de alegría los que le son fieles.
17 Allí haré que renazca el poder de David.
Ya he preparado una lámpara
para el rey que he escogido.
18 A sus enemigos los llenaré de vergüenza,
pero a él lo cubriré de esplendor.»
Los jefes israelitas alaban al Señor, 1 Crónicas 29.20-22
20 A continuación dijo David a toda la asamblea: «Ahora alaben al Señor su Dios.» Entonces la asamblea en pleno alabó al Señor, Dios de sus antepasados, y de rodillas se inclinaron ante el Señor y ante el rey. 21 Al día siguiente ofrecieron al Señor sacrificios y holocaustos: mil becerros, mil carneros y mil corderos, con sus correspondientes ofrendas de vino y multitud de sacrificios por todo Israel. 22 Aquel día comieron y bebieron con mucha alegría en presencia del Señor. Después proclamaron por segunda vez a Salomón, hijo de David, como rey, y lo consagraron ante Dios como soberano, y a Sadoc como sacerdote.